The Walkmen – Sala Arena (Madrid)
Tras las dos correspondientes participaciones peninsulares en la última edición del festival Primavera Sound (Barcelona y Oporto), The Walkmen presentaron a principios del pasado mes de Junio en Toledo, casi a modo de primicia por estos lares, el que esos días se convertía en su séptimo y último trabajo, Heaven (Bella Union, 2012); ahora, acaban de cerrar una nueva visita al Viejo Continente volviendo a pasar de nuevo por la Ciudad Condal, para después poner el punto final en Madrid, donde aún no se habían podido escuchar sus más recientes composiciones.
Pocos minutos antes del comienzo de la velada, la sala no llegaba ni a la media entrada, en parte porque no existía el reclamo de ningún otro grupo que previamente calentase el ambiente, aunque con la gran oferta de conciertos que tradicionalmente suele haber en las fechas otoñales y los tiempos de apretura que corren para muchos, uno comenzaba a esperar una discreta entrada como la noche previa había sucedido en Barcelona, donde al menos contaban con la «excusa» de haber tenido la oportunidad de verlos al aire libre unos meses atrás, junto al ilustre Arc de Triomf, como parte de los conciertos gratuitos del ya mencionado festival; pero finalmente, los malos augurios no se cumplieron y la sala contó con una más que aceptable entrada, con ausencia de estrecheces eso sí, por lo que tampoco rozaron el lleno. Lo cierto es que los neoyorkinos son un grupo que no ha parado de recibir halagos desde sus inicios por parte de los medios especializados, pero la acogida entre el público no ha terminado de despegar con el paso de los años y aunque este último trabajo apuntaba a su definitiva consagración por su intensidad, visto lo visto, habrá que seguir esperando para que den el «salto definitivo», al menos en España.
El quinteto salió a escena prácticamente a la hora prevista, con todos sus miembros elegantemente ataviados como acostumbran y con el vocalista Hamilton Leithauser a la cabeza, quien portaba en una de sus manos una señorial copa de vino tinto, con la que fue bañando su garganta a lo largo de la noche. Comenzaron a repasar sus últimas composiciones ejecutando inicialmente «Line by line», uno de los temas instrumentalmente más sosegados de esta última añada y donde la voz de su líder adquiere más presencia, sirviendo casi de calentamiento previo a la envolvente intensidad que iban a comenzar a desplegar en «The love you love», a la que siguió una más reposada «Heartbreaker» con la que zanjar el trío inicial de canciones de su último trabajo, con el que abrieron el concierto. Después era momento de echar la vista atrás, enlazando consecutivamente un par de temas de cada uno de sus dos anteriores discos, guardando un cronológico orden descendente: partieron de la casi hipnótica «Blue as your blood», dominada por un reiterativo teclado que marca el paso y siguieron con la poderosa «Angela Surf City», donde la banda demuestra sobradamente su versatilidad a la hora alternar sobriedad y potencia a partes iguales, ambas pertenecientes al no tan lejano Lisbon (Bella Union, 2010); para posteriormente interpretar una creciente «On the water» y la siempre emocionante «In the new year», ambas del aclamado You & Me (Gigantic Music, 2008), terminando esta primera tanda de alusiones al pasado con la primera incursión de la noche en el disco que comenzó a darlos a conocer hace casi una década, Bow + Arrows (Record Collection Music, 2004), con una versión muy sosegada de «138th street», casi semiacústica, adaptándola a su actual registro, más sobrio y sereno que en sus inicios.
A continuación, volvimos a la senda de su más reciente trabajo con «una nueva canción: The Witch», tal y como el mismo Hamilton excepcionalmente presentó este nostálgico y reposado tema, cuyos aullantes coros de acompañamiento sirvieron posteriormente de forma espontánea entre los asistentes, como impaciente reclamo para lograr la vuelta del grupo al escenario, con el fin de que afrontasen los correspondientes bises. Antes de que llegase ese punto, había que seguir la ruta marcada por la banda y su siguiente punto de parada fue «All the hands and the cook», tema perteneciente a A hundred miles off (Record Collection Music, 2006) y con cuya desgarradora interpretación, el omnipresente cantante pudo demostrar sus grandes alardes vocales y emocionarnos a todos con una sentida ejecución. Lo cierto es que sobre el escenario, absolutamente toda la atención recae sobre las evoluciones de su carismático líder, quien tampoco se muestra excesivamente vanidoso ni exhibicionista, pues por momentos hasta parece algo distante, pero su sola presencia y la particular forma con que se agarra al micrófono con sus manos durante la interpretación de muchas de las canciones, logran hacer pasar casi desapercibidos el resto de componentes del grupo, salvando el buen hacer y la solvencia que musicalmente muestran todos ellos sobre las tablas.
Lo cierto es que durante toda la noche fueron alternándose los temas instrumentalmente más intensos con aquellos más delicados y conmovedores, por lo que el público presente prestaba gran atención y parecía sumergido bajo una extasiante emoción contenida, que no acababa nunca de despegar ante tanta alternancia, hasta la llegada de la contundente y esperada «The Rat», momento en que se liberó en forma de desenfreno toda la contención acumulada hasta entonces; lo cierto es que resulta imposible mantenerse impasible ante la que seguramente sea su canción más atractiva y directa, surgida en la primera mitad de la pasada década, cuando el revival post-punk despegaba y después convertida en casi himno de la música indie de aquellos años. Posiblemente uno de los motivos por los que el grupo no ha terminado de recibir un mayor beneplácito del público, ha sido la ausencia de algún otro tema posterior con igual o similar pegada, de ahí que tras más de una década de trayectoria, sigan sin despuntar como lo han hecho otros grupos coetáneos con los que presentan ciertas afinidades, como puede ser el caso de The National.
Terminaron tal y como empezaron, enlazando tres canciones de su último trabajo: la preciosista «Love is luck», la delicada «We can´t be beat» con la que se abre el álbum y finalmente, tras las correspondientes presentaciones de todos los miembros de la banda, acometieron «Heaven», el tema que da título al álbum y con el que dieron por terminado el grueso de su actuación, que no el concierto como era de esperar, más viendo la insistencia con la que la gente reclamaba su salida coreando el estribillo de una de sus más recientes composiciones, como ya hemos reseñado anteriormente.
Los bises se afrontaron «con la copa medio llena» y es que a su paso por camerinos, el bueno de Hamilton Leithauser había rellenado su copa y con ella en mano, fue desgranando de forma pausa el «Woe is me» de su anterior trabajo, imprescindible para comprender la actual evolución de su sonido y cuyo título supone un homenaje a la capital de nuestro vecino país peninsular, ciudad donde precisamente tocaron un par de noches antes y donde lamentablemente, tras ese concierto el vocalista sufrió un intento de atraco por parte de tres individuos en un parque, que el mismo logró repeler, perdiendo uno de los malhechores su teléfono móvil en la huida y aunque en la cuenta de Twitter del grupo había mostrado una foto del teléfono perdido sugiriendo que iba a «arrojarlo al río» esa noche, finalmente decidió ofrecerlo a los allí presentes en la pausa entre los dos temas extras que interpretaron, siendo una de las asistentes más próximas al escenario la afortunada receptora, a quien seguramente acudir al concierto le compensó más que a nadie.