Van Morrison – What’s Wrong With This Picture? (Blue Note)
Ruge el León de Belfast en “Goldfish Bowl”: “I’m singing Jazz, Blues and Funk / Baby, that’s not Rock and Roll / Folk with a beat / and a little bit of Soul”, lo cual resume perfectamente este su trigesimoquinto trabajo, sin contar los grabados con Them, bootlegs o recopilaciones. What’s Wrong With This Picture? supone su primer trabajo para el legendario sello Blue Note (la portada, marca de la casa, es inconfundible), bandera del jazz clásico y que representa una paradoja en un doble sentido: ni el disco es de jazz -aunque lo toca- ni los últimos trabajos de jazz de Van The Man (el binomio del 96 How Long Has This Been Going On y Tell Me Something) se grabaron para Blue Note. En cualquier caso, tras los discutibles repasos a géneros folkies como el skiffle y el country, Van The Man parece remontar el vuelo con el excelente Down The Road del pasado año y con esta estupenda, aun con matizaciones, nueva entrega.
Es un hecho que el irlandés hace ya tiempo que hace lo que le da la real gana, que se pasa a la industria por el arco del triunfo (para según qué cosas, es una gran suerte la absoluta carencia de escrúpulos y dignidad de las discográficas) y que sus conciertos son, a priori, una incógnita que se sitúa en la amplia franja que delimitan la experiencia irrepetible y el bochorno más vergonzoso. Sobre estas claves, el caledonio trabaja con una libertad que en este disco se hace evidente, y que se concreta en temas diversos presididos por su incomparable y majestuosa voz, que afortunadamente parece haber perdido ese tono cansino y rutinario de varios de sus últimos trabajos. Y es su voz, junto con la lujosa sección de vientos, lo más sobresaliente de este disco.
El álbum es una colección de trece canciones que tocan varios palos de la música popular en su sentido más clásico e historicista, y cuyos resultados son diversos. Frente a la exuberancia de temas como la preciosa “Evening In June” (de lo mejorcito que Van ha grabado en la última década) o la dulzura de “Once In A Blue Moon” (quien tuvo, retuvo: pocos son capaces de hacer un medio tiempo tan ágil y melancólico a la vez), conviven temas, como los blues (“Too Many Myths”, “Fame”) en los que su academicismo les resta la fuerza que la dicción de Morrison aporta. Junto a ellos, una espléndida versión de “Saint James Infirmary” cuyos dos primeros minutos no desentonarían en el gran Poetic Champions Compose (87), (o, apurando, incluso en el infravalorado Hard Nose The Highway (73)), un rock bastante solvente (“Stop Drinking”) y una feroz “Goldfish Bowl” en la que se despacha a gusto contra el show business y el business en general, con perlas como “escoria del más bajo nivel” (literal) dirigidas a los magnates de la prensa.
El resto es un aplicado ejercicio de estilo con toques jazzísticos y folkies con mejores (“Meaning Of Loneliness”, “Somerset”) o peores (“Whinin Boy Moan”) resultados. Grabado con el mismo núcleo de músicos de Down The Road, en el que sobresalen el saxo de Lee Goodall y las cuerdas de John Scott, Van ha recurrido también a colaboradores habituales suyos como el piano de Fiachra Trench (por lo demás, y excepto en la hermosa “Little Village”, algo gris en esta ocasión) o el colosal trompetista que es Matt Holland, en lo que parece ser su nueva banda “estable”. Entre todos han hecho un disco algo irregular pero muy aprovechable, en el que lo mejor se sitúa entre los mejores momentos del mejor Van Morrison del último decenio y en el que lo peor no es infumable, sino simplemente rutinario. Pero, insisto, aunque sólo fuese por cómo The Man canta aquí, este disco merece la pena.
Así las cosas, da la sensación de que el irlandés está rondando un gran disco que no termina de concretar, pero que está a punto. No estamos hablando de otro Astral Weeks, y no por falta de talento (suyo) ni de ganas (nuestras), sino porque la magia de aquél disco es sencillamente única, pero sí de otro (más) de los clásicos que este coloso nos ha regalado en su apasionante carrera. Clásicos atemporales, perfectos, exquisitos, y que conviene no perder de vista cuando se trata de juzgar a uno de los pocos artistas que quedan que son, y siempre serán, historia viva e imprescindible de la música popular de los últimos cuarenta años.