Wilco – Oasis (Zaragoza)
La historia de Wilco empezó a rodar en 1994 y más de diez años después están empezando a escribir otra propia historia, no la de sus comienzos, sino la que se narra en el gran libro del público y de los cronistas del rock. Álbumes como A ghost is born, donde más que nunca han encontrado su propio sonido, y actuaciones como las de Zaragoza y la del pasado Primavera Sound 2004, no hacen sino que reivindicar su pequeño sitio en el casi siempre efímero mundo del rock.
El ambiente pre-concierto estaba bañado por las habladurías de la retirada a última hora de The Sunday Drivers por la amigdalitis de su cantante-guitarrista, lo que imponía como únicos teloneros a Big City. Salieron entre los ánimos de conocidos con un sonido un tanto pésimo que contrastó en gran medida con el que después Wilco nos deleitaría. De momento parece una banda en continuo progreso y que puede hacer algo interesante dentro de un tiempo. Pero los protagonistas de la noche eran otros diferentes.
La sala Oasis podía poner en duda la actitud que tomarían Wilco en el escenario. Los que pudimos estar en el Primavera Sound nos quedamos perplejos de la energía que irradiaba su directo, algo no previsto y que fue motivo de mayor alegría para los asistentes; pero la Oasis evocaba quizá un recital de sonido acústico dada su calidez, su intimidad, donde “I am trying to break your heart” con sus mágicos arreglos instrumentales podía envolver al público en una aureola de bienestar. Pero no, se destaparon y pusieron en escena una actitud mayormente sónica. La tenue voz de Jeff Tweedy daba paso a un sublime recital guitarrístico, tratando de encontrar con la distorsión un lenguaje propio, hasta límites insospechados, añadiendo ese toque experimental no esperado por el público.
Uno podía recordar los grandes cambios que ha sufrido el rock desde sus inicios hasta la actualidad: desde el bautismo de los Beatles, Neil Young de los sesenta, cuando todavía era rock´n´roll, pasado por la trituradora sónica de los Sonic Youth que revolucionaron el sonido y las estructuras del rock que se conocían hasta entonces. Una melodía distorsionada llegando a crear en momentos puntuales esa aureola de ensueño típica del noise o del shoegaze, aunque aquí la distorsión es mucho más rítmica y animada. Contrastó esos toques country-rock a la vieja usanza con el lado más “deconstructor”, más experimental. Y ello lo supo reconocer el público entusiasmado, excitado y sorprendido. Se volcó desde el comienzo y hasta el final estuvo fascinado sin poder dejar de mirar el escenario teatral de la Oasis.
El repertorio se compuso básicamente de los dos últimos álbumes. Canciones como “At least that´s what you said” sonaron a clásicos de hoy y de siempre, o la más movida “Spiders (Kidsmoke)” con ese krautrock inicial que invitaba al movimiento del público y al estallido guitarrero final. El lado más instrumental, pese a no ser un tema como tal, invadió la Oasis cuando “I am trying to break your heart” envolvió la acústica de la sala con un sonido pletórico, también presente en “War on war”, la lennoniana “Hell is Chrome” o “Jesus, etc.”.
Pero también incorporaron las distorsiones a temas en teoría mas tranquilos alargando su duración sin perder entusiasmo ni distracción por el público, como sucedió con “Muzzle of bees” o la rítmica y efectiva “Handshake drugs”, lo cual engrandece más todavía a la banda americana. Y para mover a los asistentes entre estos temas más lentos y quizá menos bailables se lanzaron con “I´m a Wheel” y con “Monday” de su segundo álbum Being There animando al respetable al total desenfreno. Una vez se marcharon a los camerinos fueron reclamados constantemente hasta que salieron a escena un par de veces más e interpretar entre otras la mágica “Misunderstood” alargando la duración del concierto durante dos horas. El público aún quería más, pero a todos se nos quedó la sensación de haber asistido a algo grande con mayúsculas. La grandeza de Wilco quedó patente en la capital aragonesa. El mejor ingrediente para saborear la magia del rock.