Wise Blood – These Wings (Loose Lips Records)
Desde que el año pasado Abel Tesfaye, a través de su proyecto musical The Weeknd, barnizase con un poco de electrónica el paisaje del R&B, el subgénero se ha contagiado de un hálito nocturno, intensamente sexual y agotador. Sin dejar de lado el potencial de cada uno de sus mixtapes en la pista de baile, el mérito de Tesfaye consiste en haber sido capaz de crear la balada triste del Siglo XXII; temas que nos recuerden, a través de nuestras adicciones, dependencias y vínculos, la velocidad con que quemamos etapas vitales, pasando de la adolescencia a la madurez en el tiempo que comprende un parpadeo. Así, cada trabajo suyo ilustra un ballet de cuerpos exhaustos, cansados de la vacuidad de unas vidas que, sin embargo, no pueden dejar de vivir de esa manera. Christopher Laufman, el músico detrás de Wise Blood, ha consagrado su EP These Wings a construir el mismo camino desde el pop más incierto.
A pesar de su modestia (el trabajo apenas sobrepasa el cuarto de hora), Laufman pone en escena un arsenal de instrumentos y samples que, dada la brevedad de cada tema, hacen del disco una experiencia tan bella como fugaz, tan elaborada como pasajera. En esta colección de cosas, las palabras de Laufman nos transportan a una serie de episodios vitales que, ante todo, nos hablan de una felicidad que tan solo podemos rozar con los dedos. Una tristeza vaga que multiplica su dolor cada vez que los paisajes sonoros urdidos por Laufman nos remiten, en su gélida belleza, a ese lugar fantaseado en el que nuestros deseos se corresponden con nuestra realidad. Mientras las palabras ahogan el porvenir, el sólido monólogo musical de Laufman evoca ese otro mundo en el que nos imaginamos viviendo.
Probablemente, Wise Blood tenga tanto de balada como el lamento electrónico de James Blake. Sin embargo, a partir de un sonido que obliga a la sobreadjetivación para conseguir penetrar en su núcleo, los temas albergan una fuerte melancolía tan cercana (cualquiera diría que Laufman nos canta al oído cada una de sus canciones) como decidida a convertir nuestro corazón en hielo. Por eso, la deliciosa calma que emana de cada uno de los siete temas compuestos para el disco solo puede definirse como se definiría una balada del futuro: como aquella canción de Eels, novocaína para el alma.