La Casa Azul – Ocho y Medio Club (Madrid)

El sábado tocaba el turno para que los primeros que agotaron las entradas para el que iba a ser el primer concierto de La Casa Azul en Madrid disfrutaran de la fiesta universal en la gira presentación de La Polinesia Meridional. La noche anterior se tuvo que añadir al calendario ante la avalancha de peticiones. Gira de presentación del que es posiblemente el mejor disco de Guille Milkyway hasta la fecha. Un chicle pop discotequero con pretensiones altas, alcanzadas de largo. La segunda noche de éxito consecutivo en Madrid, sólo se hizo de notar en la voz algo perjudicada de Guille, que sin embargo radiaba felicidad y energía en tres dimensiones.

Me atrevería a decir que junto a Fangoria,  La Casa Azul son de los pocos grupos españoles que entienden el espectáculo de un concierto como tal, no sólo como un recital de canciones. Sin denostar las presentaciones más simples, porque los fuegos artificiales no siempre aportan algo, en esta ocasión se agradece todo el esfuerzo e inversión que supone presentar un espectáculo visualmente tan complejo y tan bien estudiado. Las casi veinte pantallas instaladas en el escenario servían como ilustraciones de un libro de cuentos de verano que ayudaban sobremanera con la narración de las canciones. Y es que si en algo se mostró maestría, fue en el dominio de los tiempos y la narración en las dos horas intensas que duró el espectáculo.

Se presentaba Guille con “Los chicos hoy saltarán a la pista” a una sala de conciertos entregada de manera pletórica que llena hasta los topes, ansiaba bailar, distraerse, cantar y emocionarse. Un numeroso público que vio satisfechos sus anhelos y que recíprocamente también sobrepasó las expectativas del propio Guille. Había por ahí algún despistado que venía solo por acompañar. Ese salió contento. El que venía como un fan dispuesto a cantar hasta la última estrofa, salió contento y afónico. El que venía a pasar el rato, salió contento y hoy seguramente esté comprando el disco en un gran almacén. El incrédulo salió creyente y el fiel alcanzó el extásis.

La noche dio tanto de sí que no dejó indiferente a nadie, desde el primer trallazo como hemos dicho con “Los chicos hoy saltarán a la pista”, hasta el segundo y obligado bis con “Todas tus amigas”, la música, los colores y las sonrisas aparentemente tontipop escondían el entusiasmo de algunas de las mejores composiciones que actualmente se escriben en nuestro país, so pena de unas producciones en ocasiones demasiado “home made”, algo que desde luego es inapreciable en un concierto de semejantes características. Con un teclado al hombro, y la escolta de dos músicos parapetados cada uno de ellos tras el casco marca de la casa (azul): ahora jugueteaba con las pantallas creando ilusiones ópticas, otras interactuaba con ellas, y otras aprovechándose de lo virtual, como cuando se proyectó una imagen de Silvia Niza, a la que incluso le pone el micrófono para cantar en “La vida tranquila”.

Se cantó todo lo que cabía cantar, desde un popurrí de sus primeros álbumes,  hasta los temazos más obvios como “Terry, Peter y yo”, “Chicos Malos” o “Esta noche cantan para mí” (que algún osete se encargó de señalar con la clásica cartulina levantada en alto en que se podía leer “TEMAZO”). Hubo momento para fans, como esa preciosa concesión al piano en que se convirtió “Como un fan”, hubo destellos de histeria colectiva con “Cerca de Shibuya” y “Chicle Cosmos”, hubo fiesta programada en todos los temas de La Revolución Sexual y hubo reconocidas ovaciones para prácticamente todas y cada una de las canciones del último álbum. Las sonrojantes verdades que encierran las letras de Guille y su empaque de fiesta divertida y desenfadada fueron tan bien presentadas y tuvo tal recepción, que hasta él mismo, generalmente esquivo y poco indulgente con sus discursos, tuvo que aceptar lo evidente, que aquella noche se había tornado en especial, que esta gira “iba a ser muy divertida para él”, y que a pesar de que normalmente cuando está llegando el final de cada concierto, confesó sentir cierto alivio, esa noche estaba siendo diferente, esa noche Guille quería seguir bailando para nosotros…y hoy lunes, algunos de nosotros, de camino al trabajo, todavía le dedicamos nuestros mejores pasos de baile.

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