Territorios Sevilla 2012. Asistimos a la nueva edición del festival sevillano
(fotos: Raisa Serrano)
Intro
El Territorios Sevilla acaba de cumplir 15 años en un estado de salud envidiable. No sólo a nivel de organización, sino en cuanto al espléndido y ecléctico cartel que en esta edición ha conseguido situar en la parte alta a clásicos como Tricky, Iggy & The Stooges oAlpha Blondy, demostrando así que intentan cubrir todos los palos, junto a luminarias del pop-rock nacional como Amaral, Love of Lesbian, Lori Meyers o Maga. Sin olvidarse de retornos ansiados como el de Los Enemigos, que ampliaron aquí su gira más esperada y consiguieron llenar el segundo escenario tocando sus canciones de siempre. Pero de todo ello hablaremos detenidamente y siguiendo un riguroso orden cronológico, ya que la extraordinaria oferta que nos rodeaba y la imposibilidad de abarcarla como nos hubiera gustado fueron conceptos más incompatibles que nunca.
18 de mayo
En la jornada inaugural, dos aperitivos que bien podrían degustarse como un primer plato: la presencia de Kiko Veneno que estos días anda celebrando el vigésimo aniversario de aquella obra maestra titulada “Échate un cantecito”, cuando Raimundo Amador ySantiago Auserón lo convencieron de que era uno de los grandes y comenzó su etapa más multitudinaria, que actualmente se ve mermada por la nula difusión que de sus últimos y arriesgados trabajos se está haciendo en los medios. “Dice la gente”, el disco que publicó hace apenas dos años, es un magnífico compendio de rumba postmoderna, cantes rockeados y fusión bien entendida, y así lo plasma en directo, cuando aparece acompañado únicamente de su guitarra flamenca para pausar su querido “Los delincuentes” e irse rodeando en los temas siguientes de una banda en la que no faltan percusiones y duende, mucho duende. Un artista a reivindicar hoy y siempre. Lástima que su concierto coincidiese con el de Love of Lesbian, esa banda que no para nunca de tocar y cuya inclusión en cualquier festival parece ya casi obligada.
Además, acaban de anticipar tres nuevos temas que cuando leais estas líneas estarán a punto de formar parte de su nueva entrega, la excusa perfecta para plantarnos ante el escenario principal a disfrutar de los devaneos electrónicos de “Si tú me dices Ben, yo digo Affleck” (su pasión por los juegos de palabras es otra de sus señas de identidad) y de los temas del aclamado “1999”, incluido el monótono “Algunas plantas” con el que cerraron un concierto en su línea, intenso, con máscaras en el rostro de Santi Balmes incluidas, y “El hambre invisible”, “Belice” o “Me amo” como temas clave en una recta final in crescendo. Una vez más, letales en directo, pese a la linealidad de muchas de sus canciones.
El nuevo traslado a uno de los escenarios exteriores nos reencontró con los reyes del post-rock, unos Tortoise inspiradísimos que continúan haciendo del directo la bandera de su personalidad sonora. Paisajes retorcidos, guitarras anfetamínicas y el quinteto titular que sostiene la marca en la actualidad defendiendo un último disco más que irregular, “Beacons of ancestorship”, y retozando con la electrónica como ya lo hicieron en algunas etapas. Lo tenían difícil, pero calentaron el ambiente para que Checopolaco, una de las revelaciones de la última hornada independiente, presentara su refrescante propuesta. Julián Méndez, el nombre detrás del hombre del ukelele, no es otro que el bajista de Los Planetas y uno de los fundadores de otros ilustres de los que hablaremos en la siguiente crónica, los granadinos Lori Meyers. Con sus temas directos, potentes y certeros como “El batallón”, “Camarera”, “Guerreros”, o la delicadeza casi naif de “Diademas” (aunque no demasiado lejos hubo quien comentaba el aburrimiento que le provocaba su sonido) se convirtió en uno de los mejores momentos de la “sección secundaria” del viernes. Otro tanto ocurrió con The Milkyway Express,casi camuflados en el calendario y oscurecidos por lo simultáneo de la actuación del gran Tricky, lo cual no jugó en absoluto en contra de su cruce de caminos entre el blues, el rock setentero, el folk y la psicodelia, de cuyo repertorio emergen como joyas relucientes temazos de la enjundia de “The trucker and the devil” (esa armónica a lo spaghetti-western) y “Hey woman”, síntomas de que existe una nueva e inteligente forma de reinterpretar la herencia tradicional americana.
Y vuelta al comienzo: doble cita en el centro del recinto, primero con el indiscutible estandarte del trip-hop, el imponente Adrian Thaws, Tricky para los amigos, aunque finalmente no se vio secundado por la voz de Martina Topley Bird y sí por una sección rítmica que dota de entidad orgánica a su brumoso enjambre sonoro. Hasta el humo que llena el escenario durante tres cuartos de su actuación parece formar parte de la espesura ambiental que intenta mantener durante más de hora y media quien hace tiempo dotó de otro alma a los maravillosos Massive Attack e instauró un sello, una etiqueta, un aura impredecible que en territorio sevillano mezcló a parte del público que –parece ser que en un descuido de seguridad- tuvo la ocasión de compartir unos minutos mano a mano sobre las tablas con su ídolo.
Impresiona verlo de espaldas, durante la intro, apurando el cigarrillo que enciende su llama interior, antes de romper el silencio con “What is wrong” y exhibir músculo físico y musical ante un buen número de circunstanciales exiliados británicos que se mezclaban con algún que otro incrédulo para el que esto de la electrónica elegante no está hecho (y eso que hubo versión inesperada de regalo: “Ace of spades” de Motörhead); y después, el segundo plato que para muchos era el primero.
A estas alturas, quien no reconozca que Amaral tienen uno de los mejores directos del pop español debería pedir cita urgente con su otorrino, más allá de gustos, opiniones o encasillamientos, que el dúo aragonés los tiene, y lo único que podemos hacer es descubrirnos ante la excelsa voz de Eva –un verdadero animal de escenario-, el despliegue de cuerdas de Juan Aguirre (sí, el de la eterna gorra de lana) y el refuerzo que para esta gira supone Jaime G. Soriano, el líder de otra banda puntera del indie en nuestro país, Sexy Sadie. Ya desde el inicio, con el velvetiano “All tomorrow”s parties” saliendo por los bafles, muestran una actitud y una devoción en escena que ennoblece unas canciones hechas con humildad y excelentes maneras. “En sólo un segundo” enardecieron a la audiencia que después caminó “Hacia lo salvaje” con “El universo sobre mí” y algunos de sus más recientes hits: “Esperando un resplandor”, “Montaña rusa”, “Si las calles pudieran hablar”, “Cuando suba la marea” (una despedida perfecta)… pero no olvidaron aquella “Estrella de mar” que les situó en la brecha del éxito ni los himnos que ya han donado a la historia de la música española: “Cómo hablar, “No sé qué hacer con mi vida”, “Sin ti no soy nada”, “Kamikaze”, “Revolución” y la reivindicación de un álbum incomprendido como “Gato negro, dragón rojo”… engrandecidos en directo con la guitarra acústica de Eva Amaral en unos casos o por el theremin en otros, uno de los instrumentos más curiosos que jamás hayan existido y que básicamente consiste en una caja con dos antenas cuyas frecuencias hay que controlar manualmente.
Curioso: ella misma confesó que hace algunos años, cuando eran unos chicos de Zaragoza que empezaban a buscarse la vida en el mundillo, gastaron sus ahorros en un viaje a Madrid para ver a uno de sus dioses, el mismo que un par de horas atrás les había precedido en el escenario: Tricky. ¿Conexión casual o compensación del destino?
Quisiéramos o no, a los Enemigos había que tenerlos en cuenta. Y teníamos que estar ahí, delante de Josele Santiago, Fino Oyonarte, Manolo Benítez y Chema “Animal” Pérez, para saber si todo lo que nos contaban sobre esta gira de retorno en la que no necesitan ni un solo tema nuevo para apabullar al respetable era algo cierto o tal vez un rumor infundado. Las razones con las que nos convencieron empiezan con nombre y apellido: “John Wayne”. No sólo sus temas no han perdido vigencia, sino que deberíamos empezar desde ya una campaña o algo parecido para que esta nueva “revuelta enemiga” no se quede en agua de borrajas y, con todos los respetos para la espléndida carrera en solitario de Josele y los dignísimos discos de Fino con Clovis y ahora con Los Eterno, que este tremendo espectáculo de rock and roll encuentre anclaje en la continuidad de una carrera que jamás debió finiquitarse.
“Brindis”, “Por la sombra”, “An-tonio”, “Dentro”, “Sr. Correcto”, “Desde el jergón”, “Alegría”, “Paracaídas”, “Esta mañana he vuelto al barrio”, “Quillo (he vuelto a nacer)”, “Na de na”, “Me sobra carnaval”, el eterno homenaje a Serrat en su versión de “Señora”… podríamos hablar horas y horas de las mil y una razones por las que volvieron a conquistar un trocito de nuestro corazón, nostalgias aparte. Absolutamente brutales hasta el “Complejo” final, atemporales, y como ellos mismos dicen, “ahora en formato blue-ray”, estos son los Enemigos del siglo XXI.
Para cerrar nuestro periplo inicial decidimos volver a la mezcla, en este caso personalísima y con una estética propia, de la sociedad cordobesa-canariona que forman Ale Acosta a las guitarras y programaciones y Nita a la voz y presencia, porque lo de esta chica, sus peinados, sus trajes y sus abanicos ya es algo que seduce antes de empezar cualquiera de sus shows. Han llenado locales de media Europa, han publicado un disco de remezclas con el mismo éxito que sus originales, y han situado a la electrónica cerca del soul y, mucho más sorprendente, del flamenco. En su catálogo entran desde Lole y Manuel hasta Radiohead, y entre las flores que adornan cada rincón de su escenario suenan pegajosos “Shiny soul”, “Monkey”, “Talking” o “Always searching”, que precisamente sugieren eso, una constante búsqueda del ambiente perfecto para envolver sus creaciones.
Una banda sencillamente diferente. Tras ellos, las baterías (la corporal y la de la cámara) empezaban a resentirse y el deber era recargarlas para lo que se avecinaba al día siguiente, que no era poco. Y como lo vivimos tan intensamente, prometemos contarlo de la misma manera. Nos volveremos a encontrar en nuestros territorios favoritos.
Otras actuaciones del viernes 18 de mayo: Falsalarma, Basement Jaxx, El Puchero del Hortelano, SFDK, Tiga, Full, Cyan, Swan Fyahbwoy, Lolo Ortega, Alberto Gambino y los Kung-Fumetas, La Groove y Mad Professor.
19 de mayo
El granizo que a intempestivas horas nos despertó la mañana del sábado, justo unas horas antes de nuestra partida hacia los deseados Territorios musicales, no fue finalmente más que un mal presagio que en nada enturbió la tarde noche que nos aguardaba nada más cruzar las puertas del recinto sevillano. Por encima de cualquier obstáculo, el objetivo era claro: Iggy Pop, que en unas horas volvería a comandar a sus legendarios Stooges al mando de la nave universal del punk descarnado y visceral de siempre. Pero antes había mucha y variada tela que cortar, y para diseñarnos un buen traje a medida había que estar con las antenas bien orientadas y el objetivo en estado de alerta permanente, y a ello nos pusimos sin más dilación.
Sorprendentemente, la jornada no registró ni de lejos el mismo número de asistentes de la anterior, y ni siquiera el legendario nombre que presidía el cartel consiguió desperezar a un público que se repartió entre los cuatro escenarios con la suficiente demora como para hacer que el concierto de Marina Gallardo, por ejemplo, tuviera que comenzar más tarde de la cuenta.
Y es que la competencia que tenía a sólo unos metros era de órdago: Guadalupe Plata, que por mucho que difiera en sus presupuestos sonoros con la portuense, posee el atractivo de lo primario, auténtico y directo. Lo que le falta a una, espontaneidad, es el rasgo distintivo de otros, y la esforzada cantautora indie (siento no echar mano de otro adjetivo más explícito) alternaba teclados, guitarras acústicas y ambientes folk ante un público curioso pero más frío de lo habitual (eso sí, “The war inside”, por ejemplo, es un temazo se mire por donde se mire) entre quienes algunos se preguntaban por qué eso de cantar en inglés es un prejuicio que aún no han superado.
En cambio, los monstruos del pantano y los fantasmas del blues primitivo que habitan en las canciones de los jiennenses despertaron a los presentes desde los primeros acordes “En este cementerio”, cantándole al amor sucio de “Lorena” y fabricando himnos como “Pollo podrío” con el único aditivo de una guitarra, una batería y una cuerda pegada a un palo de escoba y un barreño, lo que viene siendo un bajo en estado rudimentario. El sol no había caído aún, pero la negrura acechaba.
Había tiempo antes para un poco de pop, y para ello son necesarias bandas como Supersubmarina, tan cercanos geográficamente de los anteriores como alejados de sus influencias. Más cerca de la escuela “Vetusta Morla” aunque sin el gancho de los madrileños, se presentaron dispuestos a demostrar al grueso de la audiencia, que a esa hora se rejuvenecía por momentos, que la etiqueta de grupo de fans que en un momento dado les ha acompañado no es del todo justa. Están a punto de sacar del horno un nuevo trabajo titulado “Santacruz” y a él se dedicaron, sabiendo que los temas que todos querían escuchar eran “Ana”, “Eléctrico”. “LN Granada”, “Cientocero” o “Elástica galáctica”, básicamente los que incluyeron en su álbum “Electroviral”, gracias al cual se han ganado la reputación que ahora los lleva a engrosar las listas de éxitos y las de los festivales más punteros del país.
Siempre he pensado que lo peor de algunos grupos son sus seguidores, o la mayor parte de ellos, y tal vez este sea uno de esos casos. Para no ahondar en la presunta herida, me ahorraré los comentarios sobre la mayoría de señoritas que nos rodeaban a pie de escenario, cuyos diálogos no animaban a que el concierto fuese lo que se dice un disfrute precisamente.
Que sí lo fue, y mucho, la cita con el gran Alpha Blondy y su banda, unos veteranos del reggae con una puesta en escena colorista y sensual, llena de vientos, percusiones, coros y una guitarra de auténtico lujo, capaz de abrir la actuación con riffs de Led Zeppelin y punteos más propios del hard-rock. Baile, mucho baile y desenfreno rastafari entre las filas de este africano que tuvo el gusto de empaparse de dicha cultura junto a los Wailers y que hace gala de la variedad de lenguas (francés, inglés, dioula, hebreo y árabe) en sus letras pacifistas, con referencias históricas y arropadas por una sección instrumental demoledora en “Cocody rock”, en la que se adivina el bagaje de los Beatles o Jimi Hendrix, además de las enseñanzas obvias del maestro Bob Marley. “Vision”, su último y aclamado disco, tuvo que compartir set-list con lo más granado de su dilatada carrera, en la que son de obligado rescate “Politiqui” o “Jerusalem” entre otras.
La noche era propicia para los traslados, y al sevillano Pájaro había que dedicarle al menos unos minutos. Este ilustre veterano, de nombre Andrés Herrera, que fue lugarteniente del mítico Silvio Melgarejo y ha puesto su guitarra al servicio de Raimundo Amador y Kiko Veneno, entre otros, ha grabado un señor disco titulado “Santa Leone” en el que homenajea a las bandas sonoras del director italiano del mismo apellido y hace del rock instrumental el vehículo perfecto para crear ambientes “tarantinianos” y fronterizos al frente de una banda que mezcla la saeta con el surf sin el menor complejo. “Ione”, “Tip” o “Tres pasos al cielo” (el obligado homenaje a su maestro y mentor) tienen argumentos suficientes para convencer a cualquier oído desprejuiciado, y al jugar en casa ya había mucho terreno ganado a tal fin. La reivindicación de un escenario mayor en este tipo de eventos queda efectuada desde el momento en que tuvimos que abandonarlo para encontrarnos con La Iguana.
¡Oh, los Stooges! Cuántas veces hemos agitado cuerpo, mente y corazón intentando contonearnos a la manera de Iggy, cuántas noches salvajes hemos gritado con más pasión que acierto aquello de “I wanna be your dog”… era la ocasión perfecta para volver a hacerlo con ellos delante, con James Williamson, Steve MacKay (maravilloso saxo), Scott Asheton, Mike Watt y él, el tipo de la perenne e inapreciable cojera, con su melena lisa al viento y el torso desnudo, ajado por la edad pero fibroso aún, el grandísimo James Newell Osterberg.
Sólo por verlo aparecer impetuoso y casi al unísono escupir su “Raw power” ya habría merecido la pena asistir a un festival como este. No hay tregua cuando se trata de este señor, las descargas se suceden a un ritmo infernal y no tenemos más remedio que seguir sus movimientos, a veces inverosímiles en una anatomía de 65 años, saltar y revolvernos ante su maestría y la de temas emblema del punkcomo “No fun”, “Shake appeal”, “Fun house” y la implicación del propio protagonista con el público, al que no dudó en invitar a escena en un ejercicio de comunión perfecto, como si a estas alturas tuviera algo que enseñarnos. Y parece que sí, porque lo puso todo patas arriba en apenas hora y media, obviando sus últimos discos de versiones afrancesadas y recordándonos que sigue siendo el descamisado por excelencia de la historia del rock. Sin duda, el plato fuerte que no necesita postre alguno y que te deja satisfecho para el resto de la noche (se despidió deseando “mucho sexo” a todo el mundo, ¿quién necesita más?).
Pero no ahíto, porque a unos metros nos aguardaban Lori Meyers, otra de las bandas de gira eterna a las que nunca nos cansamos de escuchar. “Cuando el destino nos alcance” es un disco que casi hemos quemado en el reproductor y seguramente un punto de inflexión en la trayectoria de los granadinos, porque en él se desprenden de falsos mitos y atacan la electrónica desde su punto de vista siempre orientado al pop sesentero, y por muy de memoria que nos sepamos estas y otras canciones, siempre es un placer y un deber escuchar “Corazón elocuente”, “¿A-Ha han vuelto?”, “Luciérnagas y mariposas”, “Dilema”, “Sus nuevos zapatos”, “Luces de neón” y una versión más racial de “Alta fidelidad”. ¿He dicho ya que tienen uno de los mejores directos de este país? Si no es así, dejar constancia de ello era uno de los deberes de esta crónica.
Como colofón, la sugestiva presencia de !!! (pronúnciese algo así como “chek chek chek”), unas máquinas del funk postmoderno que desde California hacen bailar casi sin proponérselo y que en el caso de su cantante, Nic Offer, plantean la duda de si estás viendo a un Mick Jagger inyectado de pop o a un Dave Gahan menos oscuro, pero en cualquier caso la sensualidad y la energía de sus canciones sirvieron como excusa para los que ya estaban contagiados de la efervescencia de la noche y la extendieron hasta el horario imposible en que la organización situó a The Orb, aunque bien mirado, casi a las 4:30 de la mañana no es un mal momento para escuchar un poco de ambient-house con el que cerrar una velada y un festival que en su próxima edición lo tendrá difícil para superarse a sí mismo. En la variedad está el gusto, y el Territorios Sevilla la tiene, lo cual para los que amamos la música, sin etiquetas ni limitaciones, implica una continua capacidad de seducción. Así pues, hasta el año que viene, amigos.
Otras actuaciones del sábado 19 de mayo: Juaninacka, Buraka Som Systema, Maga, Mission of Burma, Los Aldeanos, Mano de Dios, Shotta & Griffi, The Zombie Kids, Iván Nieto, 17 Hippies, The Bug y Junior Boys.