Xabel Vegas y Las Uvas de la Ira – La Boite (Madrid)
Madrid demostró ser ciudad despreciativa con la cultura ajena a moderneces burguesas y a ítems clásicos asentados, dejando una sala Boite prácticamente vacía para la presentación de El Óxido, valeroso debut largo de Xabel Vegas y su solvente y dispuesta banda, Las Uvas de la Ira. En fin, como dice el asturiano, “así es mi ciudad, así es mi país”.
Abrieron los alicantinos Mute, revival shoegazing noventero, en un cruce entre El Hombre Burbuja y The Jesus & Mary Chain. Construyeron murallas de guitarras que no acabaron de cuajar por la falta de concreción sonora y la pobre presencia escénica. Casi al final tocaron “Agosto en bolas”, tema que provocó un sonrrojo lírico-musical que les convierte desde ya en los Hombres G del indie. Como cierre, una versión de “Humo Azul” de Surfin’ Bichos que, por mucho que se empeñaran, remitía a La Habitación Roja más de garrafón.
Decía Ortega de Unamuno que, al llegar a una habitación, “soltaba su yo como si fuese un ornitorrinco”. Así salió Xabel, mezcla entre forajido y zíngaro desgarbado, luciendo un yo de presencia compacta y sólida. Y sangrante inicio con “Encadenado”; si en estudio nos deja sin habla desgranando una confesión de amor doliente incondicional llevada por un piano desnudo, sobre las tablas convenció electrificada.
La banda, buenísima como acostumbra, no contó con teclista a diferencia de su anterior visita, pero si hasta Robert Smith lleva unos tres años sin uno, poco achacaremos al bueno de Xabel. “Simpatía por el Débil”, negrísima, aportó solemnidad, seriedad e intensidad, fieles compañeras ya toda la velada. Vegas mostraba un tono más grave y confiado que en disco y brindó cimas como la indigencia sentimental con la que intercambiamos amor en “El mendigo y la emperatriz”, el brío de “Nuestra sociedad secreta” y “Exilio, país natal” o el Carpe Diem crepuscular que es “Enciéndeme”.
El repertorio reservó sorpresas como la rocosa revisión del tradicional asturiano “La d’amor”, defendido otrora en registro bien distinto por Mus y la poderosísima versión “A galopar” de Paco Ibáñez con Xabel crecido cual trovador atemporal. Cerró “Plan Num. #3”, habiendo deseado un vez más el que firma que hubiera sido la sobrehumana “Dinamita” de épica afín.