Au Revoir Simone – Moby Dick (Madrid)
El concierto de este aparente trío de Brooklyn resultó tan complaciente como la presencia de una chocolatina que, en algunos establecimientos, acompaña una taza de té. La pregunta es: ¿podemos disfrutar de la infusión sin el detalle del cacao?. Rotundamente sí. Au Revoir Simone y el dulce anteriormente mencionado tienen el mismo destino: su temperamento superfluo. En definitiva, un tedioso ejercicio de electrónica anestesiada lastrada por una ejecución de corte conservador. Tanta amabilidad no hace más que subrayar el estado de hastío. La hondura poética de los textos tampoco ayuda demasiado (“No podía dormir / no quería consuelo / sólo compañía / entonces nos conocimos en sueños / permanecimos dormidos”).
Me cuesta recordar una experiencia tan lánguida desde los tiempos en que Enya nos atormentaba con su singular aflicción en cualquier sala de espera del planeta. Hubo un tiempo en que todos los profesionales del sector sanitario se pusieron de acuerdo. Me duelen las muelas cada vez que advierto algún eco que evoca pasajes new age.
El Tribunal Supremo debería decretar formalmente que un espectáculo de una hora escasa (fue el caso) no tiene autorización legal para incluir bises. Es una falta de respeto al espíritu de tótems tales como Robert Smith y Bruce Springsteen. Aunque para sobrellevar 3 horazas de Au Revoir Simone tendría que camuflar a la entrada una almohada y un colchón inflable.
Sólo espero que ningún visionario productor de la excitante escena lounge se fije en ellas e inspire una trivial operación de estética: la conversión de naif indie previsible a insustancial chill out puede ser traumática. Confiemos en que Sofia Coppola las rescate para su causa. Tienen todas las papeletas.