Mice Parade + Laetitia Sadier + Silje Nes – Sala Sidecar (Barcelona)
Hemos descubierto que la sala Sidecar no sólo es incómoda para el público, también lo es para las bandas que vienen a tocar. Y más si son bandas de seis miembros con dos baterías, como es el caso de Mice Parade. Después de jugar al Tetris con los instrumentos durante un rato, una de las baterías se quedó en la furgoneta y el resto de cacharros se apelotonaban de tal manera sobre el escenario que los músicos no tenía más que un palmo cuadrado para moverse. ¡Ni un chotis, oiga!
Menos mal que la noruega Silje Nes no necesitó mucho más espacio. Su música, algo desvaída y sobre la que ella susurraba sin atisbo de pasión, era como de juguete: pop-folk ambiental y muy básico, acompañado por violín y unos mínimos ritmos. Presentaba su último trabajo Opticks, aunque, aparte de la presencia etérea y preciosa de Silje, poco más dejaron para el recuerdo.
Vendría el turno después de que Laetitia Sadier subiera al escenario. Y lo hizo sóla con su guitarra. Al contrario que Silje Nes, la francesa tiene una presencia intensa sobre el escenario y una voz magnética y potente. Pero su set, en el que presentó su trabajo en solitario The Trip, quedó algo apagado y le faltó una banda que la respaldara. Solamente cuando el propio Adam Pierce le acompañó a la batería y Rob Laakso al bajo se pudo apreciar el potencial que sus temas, con reminiscencias a Stereolab, podrían llegar a tener en directo. No estuvo mal, pero conociendo el historial de la Sadier, podría haber estado mejor.
Pero en la noche del lunes, los triunfadores claros fueron Mice Parade y su banda. Por calidad, por derroche, por exhuberancia. Subieron al escenario y demostraron que sí, que es posible mejorar en directo los temas de un disco. ¡Más difícil todavía si tenemos en cuenta la complejidad de las canciones que le da por parir a Adam Pierce! Pero nada es demasiado si te rodeas en el escenario de músicos como los excelentes Doug Scharin (batería) o Dan Lippel (guitarra), por ejemplo.
Así, son capaces de abrir con “Sneaky Red” (delirio) para seguir con “Tale of Las Negras” y hacer subir al escenario a la propia Laetitia a cantar. O de clavar una versión de “Kupanda”, menos sabrosa tal vez, pero más impetuosa y enérgica. O de dejar espacio para improvisaciones virtuosas que desembocan en “Double dolfins on the Nickel”. Divirtiéndose sobre el escenario, así da gusto ver tocar a una banda.
Hubo tiempo para el post-rock y sus divagaciones, para la cumbia y su cajón, para los sonidos aflamencados de la guitarra. Todo con el aroma jazz que tanto gusta a a Adam Pierce (¿o es a Mice Parade?). Tal vez esperaba una interpretación menos académica y algo más de distorsiones y delirio, pero aún así fue un concierto brillante de los que se ven cada demasiado poco.