Gang Starr – The Ownerz (Virgin)
He aquí un disco que me gustaría ver vender por millones y llegar a todos los oyentes que dicen identificarse con el hip hop. He aquí un disco que merecería ser descubierto por los que jamás se acercan a esta gran música, porque rechazan –con razón- la imagen tópica del género. Porque he aquí un disco bien hecho, con un discurso musical emocionante, fabricado por unos artistas que aprovechan su estatus para arriesgar, y que reivindican, punto por punto, las coordenadas que dieron sentido al hip hop – ¡innovación, siempre!-, como género eminentemente metafórico, social y político.
Gang Starr han vuelto, tras los casi cinco años transcurridos desde Moment of Truth, un imprescindible disco que –¿porqué no?- ha sido superado con este The Ownerz, por sólo unos centímetros, como emulando a Sergei Bubka en sus mejores días. La capacidad que, desde 1988, tiene el grupo para reinventarse es asombrosa, aunque el regreso de los de Brooklyn se enmarque en una situación realmente adversa. Y es que los hechos del 11-S le han sentado fatal a la música publicada y publicitada, en general. Gang Starr, y los suyos (MOP, Freddie Foxxxx), se han visto envueltos, sin comerlo ni beberlo, en un clima tenso en el que la industria capitalista de la desinformación ha apretado sus tuercas, que no son otras que las de la expansión de la estupidez y la incultura.
Es, pues, la idea de resistencia la que forja un The Ownerz altivo, cual David contra Goliat. Un disco que quiere unir entorno a él a los MC’s, DJ’s, productores y aficionados de toda la vida. Unir a toda esa buena gente que, en los EE.UU, ha realizado una notable faena de espíritu crítico, pese a los embistes de una industria monopolística que ha hecho dinero a costa de la originalidad y transgresión de hip hop. El conocido montaje de villanos, delincuentes y eternos inmaduros ha sido un tremendo revés –sin duda premeditado- para un movimiento espontáneo y popular como éste. Y con semejante trasfondo, la división existente entre los intereses de la industria y los del progreso cultural, se ha recrudecido. Las malas críticas que el disco que nos ocupa ha recibido, en publicaciones ligadas a intereses bursátiles, evidencia esta falta de ligamen entre la cultura y el dinero. Y, sin embargo, todos los oídos independientes han dado su aprobación al nuevo producto de Gang Starr, que difícilmente podría decepcionar a alguien. En esta ocasión, la perversidad de ciertos especuladores ha quedado en evidencia, puesto que se ha intentado hundir un disco demasiado ácido, demasiado cargado de razones.
Con todo, The Ownerz es, en realidad, un pequeño placer auditivo. Un tipo de sonoridad muy característica del sonido de DJ Premier: predominan los “beats” densos e invernales, las melodías creadas a través de un paciente trabajo de “sampler” –todavía hay jazz por descubrir-, y “scratches” científicos –Premier es único en la forma en que hace deslizar este artefacto sonoro. Costa Este cien por cien. Tiene todo lo que un buen disco de hip hop ha tenido desde siempre: ritmo cambiante y sorpresa, mucha sorpresa, sobretodo en las melodías. Además, también hay una pizca de escuela abstracta – que es hip hop, con presente y futuro: ¿qué hay de malo en reconocer al experimentador radical como parte de este género?
Así, The Ownerz es una crónica de cómo hay que hacer rap negro hoy. Tal que unos maestros antes sus mimados alumnos, Gang Starr se convierten en descriptores de la realidad, transmitiendo su sabiduría al ritmo de un sonido dinámico y evolutivo. Pura CNN alternativa, sin duda. Aunque no hay duda de que algo no va bien en los EE.UU, para que un Guru y un DJ Premier, ambos con cuarenta años, deban volver a reivindicar lo más básico. No hay duda de que la industria ha engañado a toda una generación de jóvenes, en la idea de que ellos también pueden hacer lo que dice la MTV. Y en esta batalla de ideas vuelven a resurgir Gang Starr, KRS-One y demás iconos clásicos de los movimientos negros. De cualquier manera es triste que, a estas alturas, deban ser los mismos los que reivindiquen cosas como el poder de la palabra, la fuerza del mensaje crítico y honesto, y el “edutainment” (educación más entretenimiento). Pero la situación sigue dándoles la razón, por cuanto en los EE.UU la música se pervierte cuando la toca el gran capital. Y si esto sirve para que discos como The Ownerz vuelvan a marcar la pauta a seguir, bienvenidas sean las adversidades.
Porque, mientras el mundo lo dominen los “fucking robots” a los que alude el dúo, el hip hop seguirá siendo el referente de cómo expandir la energía de la palabra, la vitalidad de la creación sonora y, en fin, la verdad social. La unión entre el público y los músicos críticos con el sistema es una encrucijada que grupos como Gang Starr deben ayudar a resolver: esta música –bien lo saben Guru y DJ Premier– no nació con espíritu autocomplaciente, ni aburguesado. Y pese a que la industria ha sabido jugar sus cartas, no ha conseguido su objetivo de derrumbar la crítica social –¿lucha de clases?- innata en el discurso del hip hop. Al relevo generacional quizá le quede un tiempo, todavía.