Alec Empire – Futurist (Digital Hardcore)
No se le puede negar a Alec Empire un voluntarismo de hierro. Desde que, a principios de los 90, viniera con sus ideas a transformar el panorama del embobado y competitivo Berlin post-89, el mítico productor no ha dejado de soplar las llamas contra un sistema capitalista, político, económico y musical, que, para qué negarlo, da pena de lo poco libre que es y deja ser.
Con Atari Teenage Riot, o en solitario, sus discos son siempre trallazos de una impresionante fuerza, imposible de domesticar, de tan libres con respecto a casi todo lo demás. Pese a saber de antemano que tendría a medio mundo en su contra –como cualquier otra expresión fuera del cánon-, consiguió llegar a miles de personas, trabajar con, entre otros, Bjork y ser considerado por John Peel como uno de los mejores músicos electrónicos de la época, llegando a escribir una especie de pasquín ideológico, basado en las ideas de Foucault, en el que hablaba de la necesidad de construir una nueva liberación en occidente, que –obviamente- muchos considerarían violenta (antidemocrática, según la consigna) por su marcado carácter renovador: en valores (celebración de la mujer, terrenalidad física, desapego hacia la religión), música (ruido, emoción, sorpresa) y política (como intercambio en el amplio sentido, sin barreras, ni naciones: el viejo internacionalismo apátrida). Todo con un objetivo: celebrar la vida terrena en toda su amplitud, esto es, señalando que el mundo en el que vivimos se parece, con demasiada frecuencia, al de su odiada Alemania de Hitler, en las consignas mediáticas (Iglesia, mundo de rositas y números uno, miedo al entendimiento y a la franqueza, música plana, clasificaciones de ventas), las acciones (bombardeos, ataques, criminalizaciones, caos jurídico) y los hechos (injusticia económica, tergiversación o encubrimiento del pasado). Por tanto, Futuristlo es en un amplio sentido. Un futuro de liberaciones por conquistar. Y que lo afirme Alec Empire, quien perdiera a su abuelo de izquierdas en un campo de concentración nazi, merece como mínimo un respeto, pese a los (quizás) irrealizable de sus tésis.
¿Músico electrónico? ¡Pero si Alec Empire es lo más demoledoramente rock del planeta! Si: la paradoja es que, como buen programador que es, su discurso huyó desde siempre de la normalidad, para adentrarse en unos terrenos en los que sólo caben los actos escénicos anaeróbicos, el grito como altavoz intemporal y la consigna certera como único forma de despertar –“el rock está muerto”, “todo lo reaccionario es igual, si no lo frenas, no caerá”, o ese “queda demasiado por lo que luchar”-, aderezado todo ello en toneladas de soflamas reflexivas y una actitud poderosamente sexual, muy impactante. Le Tigre le deben alguna que otra idea, aunque su fiesta no es tan alegre.
Todo es fruto de la idea de que la música tiene la vocación de ser un poder político de transformación social, que de hecho ya es, pero en un sentido conservador (entretenimiento) y, muchas veces, involucionista (sexismo, ser humano-objeto, dinero, fin del arte por el arte, falta de transversalidad, falta de actitud, frialdad).
Fácilmente malinterpretable, por demasiado violento para el esquema normal, la combinación de metal y noise de Futurist no decepcionará a los ya iniciados. Y a quien se deje sorprender, es posible que le atrape y le deje con la boca abierta. Es más orgánico que sus discos anteriores, pero en el fondo es la misma violencia sónica de siempre: baterías a piñón –esta vez menos electrónicas-, gritos bien incardinados (increíble coordinación alarido-ruido), huida del neoruidismo cool, plano y apolítico, y guitarrazos en-tu-cara, facturados por aquel que, como DJ, es capaz de pinchar solamente temas de Sun Ra durante toda la noche. Un vanguardista total, acompañado por la hábil y nada suave Nic Endo al aparato. Más inteligencia y sacrificio que nunca, para mentes realmente inquietas (otro lema que ha sido absorbido). Un apocalíptico lujazo musical, a disfrutar como tal.