Discos

Black Feather – Silhouette (Other Electricities)

El álbum de debut de Black Feather surge como un proyecto del músico de jazz Harald Froland (Jaga Jazzists), y bajo la forma de un ambicioso disco de pop orquestal nos presenta nueve temas tremendamente elaborados y llenos de intrincados arreglos y de melodías de un tono entre melancólico y épico. Muy nórdico, por supuesto.

La impresión más inmediata, por la notable complejidad de las canciones, es que Froland es sin duda un músico atrevido y perfeccionista, y que no se ha dejado nada por el camino en cuanto a composición. Por suerte, las complicaciones que se ha impuesto no han disminuido en nada su capacidad para sacar buenas melodías y canciones excelentes. Un buen ejemplo sería la magnífica “If you can’t feel yr heart”, en la que encontramos un estribillo sencillamente sensacional, la progresiva “The Cut” o el hermoso comienzo de “Razor blade” (vaya para los vagos: si se desea escuchar una muestra de Silhouette antes de aventurarse a comprarlo/escucharlo entero, cualquiera de estos temas será una buena cata).

La misma buena orquestación (a destacar en especial la percusión de Kenneth Lamond) y capacidad para engranar buenos temas continúa a lo largo de todo el disco. Silhouette se deja escuchar muy a gusto, e invariablemente se acaba con la sensación de haber escuchado un buen disco. ¿Cuál es entonces la razón, puede uno preguntarse al cabo de muchas escuchas, de que aún le dé a uno la sensación de que al asunto le falta algo? A ratos es un disco con cierta intensidad al estilo del pop psicodélico sesentero (como en “Étienne de Silhouette”), y a ratos posee esa agradable cualidad del indie bien armonizado de Broken Social Scene y sus derivados (como en “Shake me awake”); y, sin embargo, ahí está siempre esa sensación de vacuidad.

Las razones pueden estar sencillamente en la peculiar producción del disco. Las voces son buenas, pero invariablemente dejan de impresionar debido sobre todo a su inadecuado volumen (veáse “Razor blade”, en que la voz de un débil Harald se pierde por completo en la inmensidad de la orquesta). Los arreglos son interesantes e intrincados, pero acompañan con poca fuerza a los constantes crescendos y variaciones rítmicas, y en ocasiones palidecen por completo contra las ambiciosas melodías (como en “Cool cloud”). En todo esto, únicamente la batería mantiene el tipo y lleva las canciones a buen puerto, pero dado el tono blandengue del disco llega a desentonar por su decisión e intensidad. En el resto, la etérea presencia de una amplia orquesta parece algo falta de bemoles o se funde en un único pegote musical, perdiendo todos sus matices; y es una grandísima pena, ya que las composiciones de este disco son material para hacer algo más grande.

Esperemos que en su próxima entrega (¡ y esperamos que la haya!), Harald cambie de productor y de técnicos de sonido, porque la sensación final es que, si no hay un gran disco,  aquí como mínimo hay buena madera. Ya veremos para qué.

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