L.A. – Heavenly hell (Universal Music)
L.A. es el proyecto personal de Lluís Albert Segura, un músico que lleva ya bastantes años y unas cuantas aventuras musicales a sus espaldas, aventuras de las que ahora parece estar recogiendo los frutos. Para empezar, después de varios discos autoeditados en su propio sello Dreamville Records, fichó por Universal Music para lanzar su último disco: Heavenly hell. Añadamos sus aclamados conciertos, su espléndido paso por el FIB y la buena acogida que está teniendo este último trabajo, y tenemos un año que casi roza la perfección y que puede ser el de su espaldarazo definitivo.
Como se decía en los 70, estamos ante un trabajo de pop pluscuamperfecto repleto de canciones redondas y muy trabajadas. No en vano el proceso de grabación se ha prolongado durante casi 3 años con un enfoque rayando lo artesanal, puliendo cada armonía, cada acorde, siempre en busca de la canción pop perfecta. Además, con casi todos los instrumentos grabados por el propio Lluís Albert en los estudios Cosmic Blend de Mallorca, cerca de su casa, factor que puede haber sido clave en la relajación y felicidad que se desprende del disco. Pero no, no afilemos los cuchillos todavía: la superficie puede ser muy pop, pero la dermis es rockera, pétrea, poderosa. No en vano la producción ha estado a cargo de Nick Didia, compañero de faenas de Brendan O’Brien, que se encargó de pulir el material, quitar lo sobrante y añadir los arreglos exactos para obtener un sonido de pop orgánico a medio camino entre dos de sus clientes más famosos: Matthew Sweet y Pearl Jam. O entre Fountains of Wayne y Stone Temple Pilots, añado yo.
Por supuesto, las casualidades casi nunca lo son. Lluís Albert escogió al productor buscando ese sonido específico característico de Eddie Vedder (incluso sus voces se parecen) y los suyos, sonido por el que confiesa absoluta devoción. La deuda resulta más evidente en canciones como “Hands” (sobre todo en directo) o “Crystal clear”, mientras que en otras como “Perfect combination” se potencia más la faceta pop y se le da mayor impulso a la melodía. Siempre con la década de los 90 entre ceja y ceja, pero sin perder de vista influencias insólitas e inesperadas como en la rítmica “Close to you” que suena a Electric Light Orchestra por los cuatro costados, en la preciosa “Elizabeth”, en una “The sweetest goodbye” que empieza recordando a Flaming Lips y acaba sonando a Nek, en el arranque discotequero de “Evening love” o en el sonido a rock americano setentero de FM (Tom Petty, Bob Seger) que impregna buena parte de las canciones. Advierto que no es mala cosa sonar a referencias tan ilustres, más teniendo en cuenta que en el último tercio del disco aparecen otras más vilipendiadas últimamente, como los Coldplay que sobrevuelan a ratos “Stop the clocks” o “Microphones & medicines”.
El resultado final es una agradable alquimia pop, un trabajo accesible y preciosista pero con cuerpo, apto para las radio fórmulas y también para el exigente consumidor de pop rock más apegado a los sonidos indies. Un disco que debería abrir puertas, y cuya ausencia en bastantes listas anuales se debe posiblemente al hecho de haberse dado a conocer cuando gran parte del pescado estaba ya vendido (puede que también por el escaso amor al pop que tienen muchos críticos musicales en este país).
Un disco que debería vender miles de copias, si todavía es posible algo así.