Ángel Kaplan – Pictures from the past (Sunny Day Records)
A estas alturas de la función estoy seguro de que cualquier aficionado al powerpop conoce quién es Ángel Kaplan. Tocando con los Cynics, formando parte de Doctor Explosion, o liderando a los Bubblegums, ya son muchos años los que lleva vendiéndonos su bálsamo pop que cura todas las heridas (las físicas también, pero sobre todo las otras).
A pesar de su estajanovista ritmo de trabajo, sólo ahora se ha decidido a lanzar un LP completo a su nombre: Pictures from the past. Un álbum, formado por 10 temas propios, con una brevedad (no llega a los 30 minutos) que no da lugar a divagaciones ni rebuscamientos. Pop clásico, a ratos psicodélico, brillante en todos los sentidos, de una perfección que asusta, directo a la vena. Con una elegancia que sólo se puede apreciar en toda su extensión si uno está enamorado de la música británica de los 60 y toma religiosamente, cada día, el té de las cinco. Una elegancia que transmite desde el mismo envoltorio, con una foto de una playa de Gijón en los años 30 en la portada y en el reverso una imitación de una postal antigua. A mí me llegó en CD, pero en vinilo debe ser la leche.
¿Dije música británica de los 60? Por supuesto. Más británica que la Reina Isabel, el estadio de Wembley y la Torre de Londres. Díganme si no son los Kinks los que suenan al comienzo de «Like a ragged old puppet» o en «Ridiculous love song» (con unos vientos muy Beatles, por otro lado). Admitan que reconocen al fantasma de Lennon tras «Back to nowhere land», apoyado a la guitarra por el espíritu de Harrison. En la segunda cara del disco Kaplan se permite sonar más moderno, con toques de powerpop reciente (de Matthew Sweet a Beachwood Sparks, pasando por los inevitables Teenage Fanclub), aunque «Away from the storm» remita por momentos al AOR de los primeros 80 y los viejales como yo, irreductibles setenteros, veamos más clara que ninguna la influencia de Big Star y Alex Chilton. Más inclasificable es el tema que cierra el disco, «Dreams from the night before», repleta de referencias de cada una de las últimas seis décadas y rematada con una guitarra distorsionada y furiosa que pone un espectacular y sorprendente broche final al álbum mientras se va desvaneciendo entre la niebla. Como cuando después de contarte un cuento con final feliz te hacían la pregunta que lo desmontaba todo y te hacía pensar. Y te daban ganas de volver a escuchar el cuento. Pues lo mismo ocurre aquí.
Uno de esos discos, en definitiva, que te hacen cuestionar si realmente el pop está agotado o si todavía tiene capacidad para sorprendernos y margen para mejorar.