Vetusta Morla – La Deriva (Pequeño Salto Mortal)
Resulta irónico que en la discografía aún en edad de crecer de Vetusta Morla haya una canción titulada «Valiente» y que, al final de la carrera, hagan un uso tan conservador del término. La Deriva, tercer disco de estudio de los madrileños, es un ensayo de autorreferencia y confirmación continuo, especialmente de aquello que decían en su rutilante primer disco: «ser valiente no es sólo cuestión de suerte«. No deja de ser divertido que el mayor problema de La Deriva resulte de no aplicar sus propias proclamas de revolución de interior.
La Deriva se plantea como un disco conceptual… pero al final no; con él, Vetusta Morla juega a redefinir el concepto de «crisis»… pero al final no. La Deriva podría ser el disco de la transformación y el nuevo fulgor de una banda que haría bien en intentar recuperar lo que quede del brillo de hace seis años. Pero al final no. Ser valiente no es sólo cuestión de suerte: hay que querer ser valiente. Fundamentalmente. Y este disco adolece de una falta de arrojo, de apostar de verdad, que convierte todo lo que plantea en papel mojado y absurda utopía. Es una pena, porque en ningún caso es un mal producto en conjunto; nadie duda que Vetusta Morla tiene el talento y la posición que hacen falta para conseguir ese disco que rompa.
La Deriva es una obra digna de la era de la revolución tuiteada: apostarlo todo al rojo, pero con las fichas del de al lado, por si acaso. Salir a dar la campanada en el Camp Nou o el Bernabéu, pero con los suplentes. A pesar de que el tercer disco de los madrileños se plantea como un salto vehemente y arriesgado, la realidad es que, una vez retirado el maquillaje, la mueca es la misma. Por suerte y por desgracia, las dos a la vez, sus privilegiadas destrezas teatrales les permiten disimular con un par de gestos. Han sabido tender un puente entre sus nuevas canciones y Un Día en el Mundo (2008), para evitar así pasar por Mapas (2011) y darle cierta pátina de «vuelta a los orígenes» al disco; algo que, si te paras a reflexionar, resulta bastante ridículo para una banda que publica su tercer disco como tal. Además, ese viaje transformador que, en realidad, tiene más de traslado al pasado que de revolución de presente sí acierta con la vuelta de tuerca estilística que, si bien está muy lejos de ser algo más que papel pintado, consigue que ciertas canciones suenen casi tan aristadas e irritadas como pretenden.
Aún así, La Deriva no deja de ser una revisión de viejos clásicos que en realidad no lo son bajo un prisma revolucionario falseado y la creencia equívoca de que, presentando las mismas canciones con una forma ostensiblemente más encrespada, el contenido cambiará automáticamente. Pero al final no. Sólo «La mosca en tu pared» y «Tour de Francia» escapan con frescura y autenticidad del auto-revisionismo de Vetusta Morla en un disco que, con todo, guarda momentos aceptables como el vértigo de «Golpe maestro», el bajo, las guitarras y el viento del amago de «Fiesta mayor» («quedaron vacantes y alzacuellos sin pagar«), el estribillo de «La grieta» o la apuesta más contundente de «Pirómanos».
Sin embargo, el resto de la colección no deja de ser un compendio de medios tiempos desconectados y revisiones autoinfligidas. Producido una vez más por Manuel Colmenero y Javibu Carretero, el disco se queda a medio camino en sus apuestas de estilo: «La deriva» se desfonda nada más empezar, «Fuego» y «Cuarteles de invierno» son demasiado previsibles, y los medios tiempos te expulsan de la experiencia. Aunque probablemente sea más grave la falta de contundencia en el mensaje: sólo en el single, «Golpe maestro», y mucho más sutilmente en «La grieta», «Fiesta mayor» o «La deriva» (con un desconcertante «cada cual que tome sus medidas«), parecen realmente preocupados por evitar el naufragio conceptual de un disco al que se le presuponía cierta carga social y crítica.
Tres años y un par de aventuras discográficas después, tocaba esto pero de otra forma. De verdad. Con los pies más hundidos en el lodo, quizá era el momento de ofrecer algo más que homeopatía social y musical. Estas canciones, más allá de satisfacer al seguidor con galones, dejan a La Deriva sumido en la ironía de su propio bautismo por falta de valentía.