Discos

Joe Henry – Invisible Hour (Anti / [PIAS])

La trayectoria de Joe Henry, sobre todo en estos últimos años, invita peligrosamente a encajarlo dentro de esa complicada categoría que es la de los «músicos de culto». Me refiero a ese tipo de intérprete que muchas veces también es productor, arreglista, compositor para otros cantantes y varias cosas más, que goza del favor de la crítica, de los colegas y de los «entendidos» pero que no acaba de encontrar la entrada al panteón del reconocimiento popular. Seguro que a todos se nos ocurren muchos nombres que encajarían en el patrón: Leon Russell, Randy Newman, Allen Toussaint

Lo cierto es que álbumes como este Invisible Hour (Anti PIAS, 2014) no ayudará demasiado a cambiar su estatus. De nuevo espléndido, repleto de exquisitas composiciones y no menos exquisitos arreglos, marcando una forma de hacer las cosas, reflejando una personalidad propia cada vez más acentuada; de nuevo recogiendo excelentes críticas; de nuevo, también, ignorado por el gran público. Y es que no es fácil enfrentarse a un álbum de Joe Henry, a pesar de que Invisible Hour resulta más accesible y menos experimental que sus predecesores más recientes, resultando más cercano al primer Tom Waits que al último y buceando menos en las oscuras aguas del blues. Nunca ha sido fácil (y por tanto popular) su música, efectivamente, pero menos ahora, en la Era de las Prisas y la Hiperactividad. Sus canciones necesitan escuchas reposadas, atentas. Sólo así se puede uno empapar de esa atmósfera tan particular que crea a lo largo de este disco, una donde el folk europeo y el R&B de New Orleans buscan (y encuentran) su nexo de unión. No, no es sencillo esperar los casi 9 minutos de monótona letanía que dura «Sign» para entender su grandeza autobiográfica, ni es posible dejar sonar «Sparrow» mientras friegas los platos o haces la cama porque te pierdes frases como «It wasn’t peace I wanted, so it wasn’t peace I found» y sólo te quedas en la belleza del sonido, pulido y sencillo pero lleno de pequeños detalles que lo hacen enigmático y sincero a la vez. Detalles que, obviamente, también te perderás.

Ese sonido lo consigue Joe Henry con facilidad debido a su experiencia como productor, pero hay que reconocer que la banda que le acompaña tiene su parte de culpa. Los músicos, entre los que se encuentran su hijo Levon Henry y excelentes instrumentistas como Jay Bellerose o Greg Leisz, sacan lo mejor de su destreza (una batería que suena al mejor jazz, unos vientos que pueden sonar a pasacalle y distinguidos al mismo tiempo, unas guitarras que no son rasgueadas sino pellizcadas, como con tiento) y además saben mantenerse en un discreto segundo plano que dé protagonismo a la voz, pero sobre todo a las historias que cuenta. 

Siéntate en tu sillón más cómodo. Ponte los auriculares. Busca las letras, pon el disco. Saborea las canciones, paladea el fraseo, escucha las historias. Vive las canciones. Hay música que no está pensada sólo para ser escuchada, sino para ser vivida.

 

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