Bob Dylan – Triplicate (Columbia)
Hay que saber apreciar lo que Dylan nos está ofreciendo en tiempo real. Es el músico más legendario vivo y en sus recientes años de carrera ha tomado un nuevo desvío, de esos que han ido definiendo su carrera. Cuando en 2015 se descolgó con Shadows in the night, lo normal fue pensar que su querencia por los standards era algo pasajero, un capricho. Pero al año siguiente llegó a las tiendas Fallen Angels, una segunda parte en toda regla y ahora llega el K.O definitivo con Triplicate, tercera parte de esta serie que, haciendo honor a su nombre, se trata de un triple cedé con más standards del cancionero clásico norteamericano. Puede gustar mucho, poco o nada, pero lo que está claro es que Dylan se lo está pasando en grande, no sólo va a disco por año, sino que ha hecho hueco en los set lists de sus conciertos a estas revisiones.
Una vez más, el sonido es elegante y la interpretación de Dylan sublime. Triplicate es un ejemplo de cómo jugar con las canciones, respetándolas y a la vez transformándolas en algo nuevo. Es momento de seguir redescubriendo al Dylan intérprete, enfrentándose a temas donde la sombra de Sinatra planea y saliendo, no airoso, sino vencedor.
Efectivamente, todo este bloque de trabajo tiene sentido en un formato tan amplio como este, aunque los tres cedés puedan llegar a resultar desbordantes pues aunque cada uno bordea en la media hora, se trata al final de hora y media de música ancestral, reformulada pero muy clásica. Hay que esforzarse un poco, buscar el momento adecuado, a ser posible con poca luz y el día muriendo. Es evidente que para Dylan, esta serie discos se trata de algo importante, se siente reflejado en esas letras de tantos autores ajenos, está vertiendo su propia experiencia utilizándolos como cauce y devolviendo pureza a la música actual.
No nos olvidemos que cualquier disco de Dylan es un acontecimiento en si mismo, él tenía el poder para volver a poner las canciones que contienen Triplicate de actualidad y lo ha hecho de la mejor de las maneras. Hay que prestar mucha a tención a los textos, a los arreglos, a su fraseo. Entonces, se empieza a disfrutar de una experiencia que supondrá un nuevo capítulo en su historia.
Podríamos encontrar un previo en el pasado siglo a lo que ha hecho Dylan: Harry Nelsson con su A touchch…, El barbudo con gorra de tweed en espiga, nos envolvía en canciones como Paper Moon o Always que hemos oído en infinidad de películas más o menos rancias, más o menos buenas, siempre viejunas. Pero Nelsoon se relamía en la miel, llegando a la parodia, que es algo que Dylan no hace o no me parece que haga. Otro punto a favor de Dylan es que, aparte unas 4 ó 5 canciones muy conocidas, el resto para los europeos no lo son tanto. Y qué bien suenan, por Dios. Dylan parece estrenar una nueva voz: el paso del tiempo le prueba. Ocurre como a Chavela Vargas o Marianne Faithfull.
Disco orgasmático y barribajero para sibaritas.