Bunbury (Wizink Center) Madrid 08/12/17
De blanco. Con ribetes granate en bolsillos y botones y una gran equis, la que hace borrón y cuenta nueva una vez más, en la parte posterior de chaqueta y chaleco. El enigma del resultado de la nueva visita a la sastrería del maestro Enrique Bunbury quedaba desvelado nada más aparecer, el último en el desfile inicial como siempre, para comandar con mano firme a los Santos Inocentes, elevados a los altares de la complicidad de una vez por todas. Las expectativas quedan así iluminadas, como las doce letras de focos amarillos que acuñan el cielo escénico minutos antes de dispararse el espectáculo. Son solo los prolegómenos de algo que promete ser muy grande, por mucho que tratándose de quien se trata pensemos que el techo está ya demasiado alto para ir un paso más allá. Falta poco para comprobarlo en un Wizink Center no abarrotado, pero abierto en toda su capacidad para facilitar la visión total de una actuación tan esperada como de costumbre por estos lares.
Lo primero que sorprende en el Ex Tour de Bunbury es el inserto definitivo en el ADN del repertorio, y por fin de forma natural y adaptada al nuevo sonido, de hasta cuatro temas de Héroes del Silencio. Y lo fabuloso del caso es que podrían ser perfectos apéndices, salvando las diferencias temáticas, de un disco tan contemporáneo como Expectativas. En Madrid sonaron “Héroe de leyenda”, “El mar no cesa”, “Mar adentro” y “Maldito duende” (esta última con la repetición del número de baño de multitudes a pie de valla con el que ya obsequiaba al público en el último Mutaciones Tour), y eso no sabemos si interpretarlo como una necesidad inconsciente de reconciliarse con un pasado que le seguirá acompañando tras cada paso que dé o como un avance en la reestructuración de un set-list que incluye una auténtica bomba de relojería en clave glam, totalmente remozada y sorprendentemente resucitada, como es la de “El anzuelo”, precedida por otra más previsible pero igual de eficaz, “Dos clavos a mis alas”, otra conexión con la gira anterior. El color y el calor del saxo de Santi del Campo, única novedad en la ampliación del grupo, con los toques afrobeat y pespuntes de soul en algunas de las canciones más logradas del álbum, léase “Parecemos tontos” o “La actitud correcta”, un fogonazo de expresividad rítmica capaz de incendiar el escenario hasta las puertas del infierno, es un acierto más en la nómina, y las guitarras que en estudio se atenúan y se procesan se sueltan ahora de forma natural para que tras la intro de “Supongo”, siniestra y renqueante, exploten en la visión apocalíptica de “La ceremonia de la confusión”, una precisa forma de dejar claras las cosas nada más abrir el micrófono. De la nueva cosecha solo caen tres piezas más, y menudas piezas: “Cuna de Caín”, “En bandeja de plata” –uno de los nuevos clásicos, un bombazo de sinceridad que en otras manos sonaría incluso ridículo- y la sentimental “La constante”, con la que parece que se va a cerrar más de un show, al menos en este tramo inicial. Una joya, dicho sea de paso, con un tono jazz inusual hasta ahora en la mayoría de la producción del aragonés errante.
¿Qué decir a estas alturas de la banda? Robert Castellanos ha mejorado como bajista disco a disco hasta convertirse en una figura imprescindible; Álvaro Suite es poco menos que la segunda mano derecha del líder, mano a mano a la guitarra con la inmensa batería de Ramón Gacías (¿hasta cuándo se va a infravalorar su labor?); la percusión de Quino Béjar podría ser la de cualquier otro, pero se notaría la diferencia; Jorge Rebenaque ha pasado a ser una de las claves del sonido modernista del nuevo Bunbury, y sin sus teclados muchas de las canciones no serían las mismas; y el grandísimo Jordi Mena, otro gran tapado del rock español, nunca pensaba llevar su guitarra a viajes tan versátiles como los aquí demandados. Todos se arropan en el rock finisecular de “Despierta”, en la rabia desatada de “El hombre delgado que no flaqueará jamás”, en la espiral eléctrica de “Hay muy poca gente” o en el oleaje emocional de “Los habitantes”. Incluso en un tema menor como “Más alto que nosotros solo el cielo”, de las escasas huellas que el irregular Palosanto ha dejado en el Bunbury actual, se entiende por qué esta banda lleva unida tantos años y se le intuyen bastantes más.
Se cambian guitarras, se añaden banjos y se vuelve a salir a escena las veces que haga falta. Lo único que podría reprochársele, aparte del dudoso gusto de combinar corbata roja sin anudar con sombrero andino, es que con el vastísimo bagaje musical que atesora y pudiendo tirar de temas poco o nunca frecuentados en directo que aportaran un factor sorpresa añadido, se empeñe en seguir revisitando en clave mestiza otros ya tan manoseados como “El extranjero”, “Infinito”, “Que tengas suertecita”, “Sí”, “El rescate” o “Lady blue” (sí, todos extraordinarios y dignos de ser reversionados una y mil veces, pero escasamente motivadores para quienes llevamos escuchándolos sin solución de continuidad durante una y otra gira), pero en cambio casi se le alaba el gusto al no prescindir de “De todo el mundo”, por tratarse de una de esas canciones que te dejan noqueado después de oírla por milésima vez si es necesario. Al más puro estilo de su creador, pura contradicción en la escucha.
El espectáculo de asistir a un concierto de Bunbury sigue resultando prácticamente ineludible si se quiere conocer de cerca la trayectoria y los poderes de una de las últimas estrellas auténticas del rock que tenemos la suerte de tener en este país. Él nació para esto y a fe que lo demuestra, y con cada nuevo recorrido por el mundo se supera en cuanto a juegos de luces, calidad de sonido y ambiciones artísticas. Pocos artistas hay, por no decir ninguno, que puedan hacerle sombra hoy por hoy en cuanto a inquietudes y capacidad de riesgo, gustos y preferencias personales aparte. Por eso no dejaremos de evitar la próxima experiencia, ni tampoco de compartirla con todo aquel que piense como nosotros. Incluso con quienes nos contradigan.
Foto: José Girl (www.instagram.com/bunburyoficial/)
Una estupenda reseña de lo que allí vivimos. Fue un concierto memorable de un artista gigante
Conciertaco. Maravillosas versiones de los temas de Héroes. La más floja para mí Héroe de Leyenda.
Qué gran banda. Y sigo diciendo q no pasa nada q no toque Sí y Que Tengas Suertecita, en mi opinión, vale temas muy de conciertos y escuchables, pero me son flojas, nunca me han gustado. De los clásicos esas 2 sobran. Todo lo contrario con El Extranjero, Infinito, Lady Blue y El Rescate ,deben ser fijas.
Una vez más, con De Todo El Mundo, me volvió a saltar algunas lágrimas.
En fin, en Valencia más.
Por cierto espero crítica de los shows de The Horrors.