Bunbury – Expectativas (Warner Music)

Expectativas más o menos importantes las tenemos todos en un momento dado. Sobre nuestra propia vida y la de los seres queridos o sobre un horizonte cada vez más negro que se cierne sobre nosotros y hace que lo que esperamos no se corresponda con lo que en verdad nos tocará padecer. A eso precisamente, a incitarnos a no tener demasiadas falsas esperanzas, es a lo que le dedica el ochenta por ciento de su nuevo disco un Enrique Bunbury pletórico de forma a sus cincuenta años y más lúcido que nunca en unas letras rabiosamente actuales, como el sonido de un álbum centrado, excelentemente arreglado y producido con el mimo habitual de una estrella del rock cada vez más implicada en el resultado final de sus grabaciones.

Olvidando las connotaciones, evidentes en la mayoría de referencias a la sociedad contemporánea, la alienación y el estado de las políticas sociales y culturales, nos encontramos ante una colección de canciones que se antoja escasa para todo lo que parece querer decir su autor. Bunbury se comunica bajo el paraguas de un orador verborreico, poco aleccionador, que deja para el final el capítulo dedicado a sus propios sentimientos, cuya visión del mundo no solo es apocalíptica sino airada, y la impotencia que se siente al escuchar líneas como “perderemos el tiempo intentando curar, invirtiendo millones en pastillas que no salven a nadie” (“En bandeja de plata”, uno de los momentos más devastadores del disco) o “no conseguirán engañarnos a todos… a todos no” (“Parecemos tontos”, donde se acerca al soul clásico de los sesenta con los instrumentos sonando más orgánicos que en el resto de canciones) hablan por sí solas de la rotundidad con la que observa el mundo alguien que por otra parte cumplió con sus obligaciones “como ciudadano y marido” y que opta por el dolce far niente y el “preferiría no hacerlo” proverbial del personaje de Herman Melville para no contaminarse de la rabiosa y penosa actualidad (“Bartleby (mis dominios)”, todo un canto a la indolencia y a la inacción como vía de escape necesaria). Musicalmente, la conjunción casi perfecta entre métodos analógicos y digitales consigue que el conjunto de piezas que componen Expectativas camufle el sonido de las guitarras, que suenan en todas y cada una de las canciones pero procesadas y a veces en segundo plano, y que el disco esté conducido por el saxofón de Santiago del Campo, una nueva e inesperada incorporación que se convierte en el verdadero alma del concepto. Suya es la base de “La actitud correcta”, el gran hit del Bunbury actual, con sangre glam-rock y estribillo indeleble, y la atmósfera jazzy de “Mi libertad”, una joya en la que la batería de Ramón Gacías y los teclados de Jorge Rebenaque llegan a rincones poco frecuentados e igualmente valiosos. Es esta, junto a “La constante” y “Supongo”, la brizna de hierba fresca en un ambiente tan opresivo y oscuro como el apuntado en el primer y más largo tramo. Al final, el amor y el arte, aun llenos de incertidumbres y con sus luces y sombras, son lo único que nos podrá rescatar de la inmundicia que nos rodea. Sabia lectura para dotar de contemporaneidad al concepto.

Al final, Bunbury quiere ser una especie de hijo pródigo del tiempo que le ha tocado vivir y conjuga la óptica incierta del creador, de la que habla en la hiriente “Al filo de un cuchillo”, con la cortedad de miras de la mayoría de los que escriben sobre él y sobre cualquier otro en “Lugares comunes, frases hechas”. Verdades como puños que nos golpean el corazón, como el enorme espacio que han de poner de por medio los antaño hermanos retratados en “Cuna de Caín” a los que hoy separan mil diferencias. ¿A que a todos nos suena la historia? En Expectativas, y nada más abrirlas, podemos constatar que la vida no es más que “La ceremonia de la confusión”, otra de las grandísimas canciones que ha compuesto Bunbury en los últimos años, de nuevo con el saxo como protagonista- y que a todos nos duele tarde o temprano. Desde su atalaya, el gran observador nos advierte de que seguramente esta no sea la única vez que acabemos impresionados con su mensaje y la forma de transmitirlo. Hay que estar muy convencido de lo que se hace para entregar un disco de unas características tan marcadas, y los oídos muy sucios para no apreciarlo en su justa medida. Puede que no sea su cumbre creativa –francamente, tiene muy alto el listón después de haber tocado prácticamente todos los palos- pero debe estar muy cerca. Nuestras expectativas se han cumplido sobradamente.

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