Blusa – K (Nooirax Producciones)
Sorprende que Blusa, un grupo sevillano con casi 20 años de trayectoria a sus espaldas, solo haya publicado tres álbumes en estas dos décadas, al menos que nosotros tengamos constancia. Los fans del rock instrumental, de bandas como Toundra, Exxasens, o por qué no, también los de Tortoise o Godspeed You! Black Emperor seguro que estarían encantados de poder disfrutar de más material de los sevillanos. Pero ellos funcionan así, a su ritmo, y hay que aceptarlo. Cuentan que el proceso de creación ha sido artesanal y pausado. No nos cabe duda de ello. Por el tiempo transcurrido (casi cuatro años desde aquel ¡Toca Breakbeat, Perro! (Sello Salvaje, 2014), y también por el resultado.
Blusa practican una especie de post-rock instrumental que ellos califican como «sureño», aunque hay que tener el oído muy fino para captar tales matices. Lo que sí que salta a la vista es que el ahora trío consigue desplegar todos sus poderes hasta hacer parecer que en sus canciones habitan cinco, seis o docenas de músicos. Se sirven para ello de un engranaje, bien pulido con el tiempo, en el que bajo y batería marcan una pauta sobre la que la guitarra, espoleada por un buen uso de la electrónica y los sonidos sintetizados, crea unos paisajes espaciales, a veces ácidos, siempre envolventes y estimulantes.
Esa pauta marcada por la sección rítmica es casi tribal, atávica, en temas como «#2». Los ritmos se entrecortan, mutan y cambian de dirección en otros como «#3+#11» o «#9», donde la guitarra se atreve a ejecutar esas virutas de rock sureño que Blusa pretenden diseminar en su música. Si en el siglo XXII se siguen haciendo westerns, es posible que su banda sonora sea parecida a este tema. En «#7», donde se acercan levemente al krautrock en un principio, vuelven a jugar con esos cambios de ritmo sinuosos, como metiendo tres canciones dentro de una sola. Hay incluso coqueteos con el jazz en la forma como la batería va tejiendo la base sobre la que se asienta «#6».
Los casi 10 minutos de «#10+#11» resumen todo lo que puede escucharse a lo largo de K. A estas alturas ya queda claro que no es fácil etiquetar la música de Blusa: tiene trazas de krautrock, de shoegaze, de ambient y de post-rock, pero tiene también algo diferente y difícil de categorizar: algo, que no sabríamos explicar con palabras, que los hace diferentes y atractivos.