Cate Le Bon – Pompeii (Mexican Summer)
La galesa Cate Le Bon está en racha. Imparable. Pocos artistas en la actualidad pueden presumir de una discografía tan coherente y repleta de canciones que de deslizan por los contornos de un pop siempre incómodo, atentando contra las convecciones de la canción. Quizá su anterior disco Reward (2019) la catapultó a cierta “fama” -fue nominada al Mercury Prize- que tenía bien merecida desde hace tiempo, pero éste merecería que le hicieran una estatua ecuestre en su país. No olvidemos tampoco su asociación con su amigo Tim Presley bajo el nombre de DRINKS con el que han facturado dos discos excelentes.
Este nuevo disco fue un proceso complicado debido a la pandemia ya que, como es normal, los confinamientos han llevado a los artistas a grabar a kilómetros de distancia, enviándose las bases, videoconferencia, etc. Curiosos procesos de aislamiento que han agudizado el ingenio de muchos, y aquí tenemos un excelso resultado. Porque querido lector, Pompeii (Mexican Summer, 2022) es el trabajo excepcional de una mujer que ya ha conseguido eso tan ansiado que es sonar atemporal, única, en ningún momento presa de sus influencias.
Como una monja aparece en la portada -manipulación de una foto realizada por el propio Presley-, y esos colores fríos son la perfecta representación gráfica de cómo suena el disco: un espacio alterado en el que el color y la sombra son las réplicas de los estados de ánimo de la autora, y todo mecido por ese pop mercurial, lleno de matices a cada escucha.
Los instrumentos van entrando en escena de forma oblicua en la inaugural “Dirt On The Bed” que bien podría ser una fantasía jazzística de unos Talking Heads producidos por John Cale. Sus obsesiones y la dificultad de gobernarlas salen a relucir en “Moderation” en forma de tonada nuevaolera, y las influencias de la herencia del David Bowie de su etapa berlinesa relucen espléndidas en tomas como “French Boys, “Running Away” o “Remembering Me”, e Incluso ecos del Scary Monster se quedan apresados en los surcos. La espacialidad y los silencios dan forma a esta producción: “Cry Me Old Trouble” es ululante, se desparrama como la lava que arrasó Pompeya, mientras que “Wheel” cierra el disco con los instrumentos encontrándose y rechazándose mientras tejen una letanía de efectos curativos.