Egon Soda – Bellaurora (Oso Polita)
En tiempos de voracidad extrema, de agobiantes prisas y de un déficit de atención que ha dejado de ser una enfermedad para convertirse en una norma, es reconfortante que existan grupos como Egon Soda y discos como Bellaurora. El sexteto ha sabido nutrirse de todas las experiencias individuales de sus miembros, y también de las colectivas, para ir desarrollando una propuesta reconocible y honesta. A la altura de este quinto disco creo que es el momento de dejar de hablar de supergrupo y empezar a hablar de un enorme grupo, por mucho que ellos tengan sus otras ocupaciones y consideren Egon Soda como un trabajo extra, una reunión de amigos que hacen música para divertirse. Lo será, no cabe duda, pero los frutos de este trabajo son espléndidos.
Bellaurora (Oso Polita, 2022) es un disco, como he comentado, para degustar sin prisas. No, no vale lo de poner 30 segundos de cada canción a ver qué pasa, aunque seguro que si escuchas los primeros 30 segundos de «La canción de todas las canciones» ya no podrás detenerte. No puede haber mejor arranque que esta pieza melancólica y excesiva, épica y profunda, casi progresiva y hermosamente arreglada, para introducirse en un viaje a este lugar acogedor pero también desolado llamado Bellaurora. Un lugar donde hay espacio para coquetear ligeramente con la pista de baile («Aves de presa», «Autorretrato con fracaso al fondo»), expandiendo los límites a veces demasiado encorsetados del indie pop patrio e incluso mostrando esa deliciosa faceta funk tan suya («Sendero luminoso»). También lo hay para las baladas y los medios tiempos que desgarran los velos del tiempo y la memoria. Hablo de canciones con capacidad para resucitar los fantasmas que todos y cada uno guardamos enterrados. Una capacidad que en algunos momentos viene dada por sonidos y acordes afligidos, siendo en muchos otros una estrofa, una frase, incluso una palabra la que dispara los resortes de la emoción.
Hablaba al principio de voracidad y prisa. Estas canciones son veneno para la impaciencia. «El sol en la botella», «Ortigas en tu nombre» o ese maravilloso final con «La Bellaurora» necesitan escucharse con los cinco sentidos. Saboreando cada palabra, paladeando los magníficos teclados, no deglutiendo minutos apresuradamente hasta atragantarse de música sin separar una canción de otra.
Bellaurora debe ser un sitio magnífico para vivir. Como el Key West de Dylan. Es una putada que el dolor tenga allí su morada, pero valdría la pena porque también tendríamos como vecinas a la poesía, la belleza y la esperanza.
Escucha Egon Soda – Bellaurora