The National – First Two Pages of Frankenstein (4AD / Popstock!)
En 2005, tras dos discos autoeditados que no había comprado casi nadie, endeudados y al borde de la bancarrota, The National consiguieron un acuerdo con Beggars Banquet (discográfica inglesa de algunos de sus ídolos, como Ramones o Pixies) para distribuir su tercer disco. Ese contrato era el salto que los miembros del grupo habían estado esperando, el empujón que debía llevarlos a la primera división. Para ello contaban con Peter Katis, viejo amigo y productor indie del momento gracias a su trabajo con Interpol. Sin embargo, antes de acudir al estudio la banda grabó unas demos en casa de Aaron Dessner en Brooklyn y, llegado el momento, decidieron, para frustración de Katis, que las tomas del estudio casero, con un sonido bastante sucio, eran las que debían figurar en el disco. El productor trató por todos los medios de convencerlos para que desecharan aquella idea y regrabaran el disco en unas condiciones decentes, pero finalmente tuvo que claudicar.
Alligator (2005) no supuso ese asalto a la realeza del indie que tanto anhelaban (eso lo conseguirían dos años después, con Boxer), pero obtuvo excelentes críticas y les granjeó una base de fans que desde entonces no ha hecho más que crecer, aunque lo que nos importa ahora es la decisión en sí. ¿Por qué en su primer trabajo para una discográfica importante entregaron un disco con sonido tan deliberadamente low-fi? Pudiera ser por militancia indie, aunque viendo la meticulosidad en el estudio que desarrollaron posteriormente los hermanos Dessner cuesta creerlo. Me inclino a pensar que se debía tan solo a un instinto de supervivencia que les hacía ser conservadores: «hemos llamado la atención de esta gente haciéndolo así, por lo tanto, no cambiemos nada».
Dieciocho años después, The National parecen encontrarse en un punto de inflexión parecido. De la manera más inesperada, después del papel determinante de Aaron como productor y mano derecha en los discos de Taylor Swift, la popularidad del grupo ha aumentado exponencialmente, sobre todo en Estados Unidos. Esto los ha llevado a la extrañísima situación de encontrarse llamando a las puertas del mainstream sin casi haber publicado material nuevo en cuatro años. De pronto, una generación de Swifties y Sheerios (en serio, así se llaman los fans de Ed Sheeran, lo he buscado en Google) ha descubierto a este grupo de señores mayores increíblemente cool y está deseosa de material nuevo. La respuesta del grupo ha sido en el fondo la misma que en 2005, es decir: hacer lo que saben hacer, lo que llevan veinte años haciendo.
First Two Pages of Frankestein es básicamente un disco de The National esforzándose por ser The National, queriendo recuperar sus señas de identidad tras dos álbumes en los que intentaban expandirlas, bien a través de la electrónica atmosférica de Sleep Well Beast (2017) o de las múltiples colaboraciones con vocalistas femeninas en I Am Easy to Find (2019). En esta ocasión, tratan de ir al grano, siendo el grano lo que todos esperamos de ellos: una colección de canciones crepusculares sobre la insatisfacción soterrada en una vida supuestamente cómoda, parejas atenazadas por la incomunicación, las inseguridades y la culpa e individuos difuminados en existencias mediocres y anestesiados por el alcohol y el sexo.
En este sentido, como parte de ese intento por recuperar la identidad del grupo, las colaboraciones estelares, pese a haber sido publicitadas a bombo y platillo por motivos obvios, se han limado hasta quedar en un segundo plano. No encontramos aquí duetos como en I Am Easy to Find y tanto Sufjan Stevens como Phoebe Bridgers se limitan a hacer coros. El primero en la bonita “Once Upon a Poolside”, con un piano cinematográfico y un crescendo marca de la casa, y la segunda por partida doble: en “This Isn’t Helping” y “Your Mind is Not Your Friend”. La excepción es Taylor Swift, claro, que en “The Alcott” se marca con Matt Berninger una especie de “Coney Island” parte dos. Supongo que es complicado decirle a Taylor Swift que solo la quieres para hacer coros.
Precisamente “The Alcott” nos habla de una pareja que intenta inútilmente reavivar la llama encontrándose en un hotel donde solían verse en sus primeros días. De idéntica manera, parece como si el intento de The National de recrear la chispa que había entre ellos no terminase de funcionar. Si nos retraemos a los mejores discos del grupo, su fórmula se sustentaba en un equilibrio a tres bandas: una sección rítmica heredera de Joy Division y New Order, las guitarras de influencia clásica de los hermanos Dessner, que se entrelazaban una y otra vez, y la voz granítica de Matt, a veces hierática e impasible, a veces vulnerable y sentimental, a veces furiosa y desquiciada. En esta ocasión ese equilibrio parece romperse: Matt sigue ahí, es imposible despojar a su voz de su inconfundible personalidad, pero la batería de Bryan Devendorf, verdadero motor de la banda, queda relegada a contadas ocasiones, que sin duda suponen lo mejor del disco: las fantásticas “Tropic Morning News” y “Grease in Your Hair”.
El resto del tiempo First Two Pages of Frankenstein se amodorra en el folk vagamente etéreo que Aaron Dessner ha empezado a producir en serie para un montón de cantantes. Ninguna canción resulta insatisfactoria individualmente, pero una escucha completa del disco puede hacerse monótona. The National lo saben, son perros viejos, y por eso quizá este es su trabajo más corto hasta la fecha.
El disco, finalmente, viene acompañado por el relato de un importante bloqueo creativo por parte de Matt, que le hizo plantearse incluso el abandonar el grupo. En este sentido, la mejor noticia es que ha salido adelante, y se nos presenta menos críptico y menos irónico que otras veces, más honesto y con algunas de las letras más directas que ha escrito hasta la fecha: “There’s nothing stopping me now/From saying all the painful parts out loud” canta en “Tropic Morning News”.
First Two Pages of Frankestein no devuelve a The National a sus días de gloria (esos siguen copados por la trilogía Boxer, High Violet, Trouble Will Find Me), pero es el disco que ellos necesitaban grabar para salir adelante y para hacernos sentir a todos que todavía son pertinentes.
A mí, los 6 primeros cortes me parecen crepusculares, de sus mejores temas. El resto (la cara b) baja muchísimo el nivel sin llegar a la mediocridad. Que la batería no adquiera tanto protagonismo salvo en momentos puntuales (y vaya momentos) me parece algo positivo. En general, me gusta más que sus tres últimos álbumes, aun lejos de Boxer o High Violet. Ahora se han instalado en una zona de confor que no les sienta nada mal, pues siguen creando gemas como Eucalyptus.
Eucalyptus es de lo mejor del disco y tiene pinta de que se va a convertir en uno de los momentazos de sus próximos shows.
De los tres últimos discos, el que más me llega es Sleep Well Beast, que, al igual que este, tiene mayoría de canciones lentas, pero la producción me resulta menos plana.
Un saludo!