Adiós a D’Angelo, el auténtico innovador del soul
No sé si en España o en otros sitios fuera de EEUU habrá mucha gente que sea consciente de ello, pero D’Angelo fue uno de los grandes innovadores, en términos musicales, de nuestro tiempo. Un hombre que cambió las reglas del juego, varias veces, y con tan sólo tres discos. Se me ocurren muy pocos ejemplos en la historia comparables: Miles Davis, Sam Cooke, Prince, pocos más… Su legado, ahora que nos deja, será reivindicado constantemente por haber definido los renglones sobre los que escriben una enorme porción de los artistas que pueblan la escena pop y r’n’b actual. No es moco de pavo, no.
Michael Eugene Archer nació en Richmond (Virginia) el 11 de febrero de 1974 y era hijo, como tantos otros artistas afroamericanos, de un predicador, en este caso pentecostal. Eso siempre significa crecer rodeado de música, pues es el elemento más importante en la iglesia de este tipo de comunidades. Así que su talento innato se manifestó bien pronto, tocaba el piano desde los tres años. Con 18 y tras algunas aventuras musicales locales en Richmond, abandonó la escuela y se fue a Nueva York a buscarse la vida.
Con su grupo, Precise, actuaba en locales nocturnos haciendo versiones de soul e incluso ganando el prestigioso concurso de talentos del Teatro Apollo de Harlem, pero él seguía indagando en la música con la que había crecido, el gospel, el soul y el jazz, pero adaptándola a su propia percepción de las cosas. Mucho más urbana, con un ojo puesto, claro, en el hip hop que comenzaba a gobernar la música negra. Formó también parte de un colectivo de este estilo, denominado IDU (Intelligent, Deadly but Unique). Y esto fue lo que le abrió las puertas de algo más grande.
Cuando IDU iban buscando discográfica, la ejecutiva de EMI Jocelyn Cooper se interesó por quién era la persona que construía las bases musicales sobre las que rapeaban en las demos. Al encontrar en D’Angelo la respuesta a sus preguntas, ella y el también ejecutivo Gary Harris le ofrecieron un contrato con EMI. El primer fruto de su colaboración fue una canción grabada por otros, “U will Know”, cuya interpretación por la superbanda Black Men United fue incluida en la película Jason Lyric (Las Pesadillas de Jason, Doug McHenry, 1994) y un éxito instantáneo.
A raíz de ello, la credibilidad de D’Angelo de cara a su discográfica fue totalmente sólida y, paralelamente, esto le hizo conocer a gente tan interesante como Raphael Saadiq, Ali Saheed Muhammad (A Tribe Called Quest) o la también recientemente fallecida Angie Stone (con la que mantuvo una relación). Junto a ellos y otros, como su hermano Luther Archer, D’Angelo produjo y compuso su debut discográfico, Brown Sugar, que, publicado en 1995, fue saludado como una obra revolucionaria que llegaba para cambiar las reglas de juego del soul, una música que llevaba ya mucho tiempo anquilosada en unas formas de hacer que ya no tenían nada de alma.
Brown Sugar cosechó un tremendo éxito, tanto de crítica, como de público. Con certificación de álbum de platino, además, obtuvo dos de los cuatro Grammys a los que estaba nominado, consolidando su halo de innovador e introductor de lo que más adelante se conocería universalmente como neo soul, abriendo el camino para que Erikah Badu, Maxwell o Lauryn Hill hicieran lo suyo.
Meticuloso y perfeccionista hasta el paroxismo, su segundo esfuerzo discográfico se hizo mucho esperar, pero mereció totalmente la pena: Voodoo (2000) fue saludado como una obra maestra totalmente revolucionaria. Sus ventas superaron con creces las de Brown Sugar (cerca de dos millones de copias despachadas) y estableció a D’Angelo como una mega estrella, gracias sobre todo a videoclips tan tórridos como el de “Untitled (how does it feel)”, que le situaron en un rol de sex symbol que él nunca pudo tolerar.
A base de eso y de diversos excesos y tragedias familiares, D’Angelo comenzó a hundirse en un pozo cada vez más profundo. Seguía haciendo música, pero a su ritmo y con un montón de problemas personales que retrasaban cada vez más las cosas. Su tercer y esperadísimo disco nunca acababa de llegar. Questlove (The Roots) llegó a decir de él que era el “Smile” (en referencia al disco perdido de los Beach Boys) de la música negra. Pero, al contrario que aquél tesoro perdido de la psicodelia, Black Messiah, a nombre de D’Angelo and The Vanguard, encontró al fin su camino de publicación en diciembre de 2014, casi quince años después de Voodoo.
Y de nuevo, el disco fue un triunfo. Ganó dos Grammys y vendió bien, teniendo en cuenta los nuevos vientos que soplaban en el negocio discográfico, cosechando, sobre todo, una aclamación universal por parte de la crítica, que lo aupó a la cima de muchas de las consabidas listas de lo mejor del año. Además, D’Angelo y su nueva y fabulosa banda, The Vanguard, acompañaron este lanzamiento con una exitosa gira.
Tras ello, de nuevo la continuación de un disco tan imponente se hizo esperar, en este caso, y desgraciadamente, demasiado. Salvo diversas colaboraciones, alguna que otra canción lanzada aquí y allá y un último y fantástico sencillo a su nombre titulado “Unshaken” y lanzado en 2019, D’Angelo no ha podido ver publicado un nuevo álbum en el que trabajaba junto a su colega, Raphael Saadiq y que se cree que saldrá a la luz con carácter póstumo.
Deja, por tanto, un gran vacío en la música y en el avance de la misma, aunque esperamos que su testamento musical en forma de ese disco que probablemente está por llegar, esté a la altura de su legado. Significativas son las sentidas palabras de alguien tan relevante como Lauryn Hill para despedirse de uno de sus mentores: “La gente necesita reflexión. Lamento no haber tenido más tiempo contigo. Tu innegable belleza y talento no eran de este mundo, y una presencia que no es de este mundo necesita protección en un mundo que anhela la luz y la unción de Dios. Señor, usted nos conmovió, nos conmovió, nos inspiró e incluso intimidó a otros al actuar con su genio». A estas declaraciones se unen las de Flea, Beyoncé, Missy Elliott, Black Thought, Tyler The Creator y muchos otros que lamentan profundamente la pérdida del que es, repito, uno de los grandes innovadores musicales de nuestro tiempo. Rest in power.

