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Van Morrison – Remembering now (Exile)

En la última década Van Morrison se había lanzado a una carrera sin frenos contra sí mismo. Una espiral de lanzamientos que, en su mayoría, resultaban aceptables pero también totalmente irrelevantes en una trayectoria que muchos ya dábamos por amortizada desde finales del siglo pasado. Es cierto que, entre regrabaciones de sus canciones, discos de versiones y algún dueto interesante, doce discos en doce años, podíamos encontrar algún rayo de luz. Three Chords And The Truth no estaba nada mal, Roll With The Punches tenía sus momentos, y su colaboración con Joey DeFrancesco es mejor de lo que parecía en su momento. Llegamos a pensar que eso era lo mejor que nuestro cascarrabias favorito nos podía ofrecer pasada la frontera de los 70 años, revisar tranquilamente su legado sin ensuciarlo demasiado. Nada podía hacer prever que estábamos muy equivocados.

Van Morrison ha hecho saltar la banca con Remembering Now. Un disco que ya no esperábamos y que nos devuelve al gran compositor, al cantante que combinó como nadie folk y soul, al místico y espiritual, al romántico y carnal. Un Van Morrison en paz, revisando su legado como decía antes pero esta vez con canciones originales. Y qué canciones, qué repertorio de imágenes vitales, de recuerdos compartidos, de romántico lirismo. El disco está repleto de referencias a su propia obra, a distintas etapas dentro de su trayectoria. Referencias que podemos encontrar de forma abundante en las letras de varias canciones, incluso en algún título (“Haven’t lost my sense of wonder” enlaza con su álbum de 1984, y “When the rain came” es el segundo verso de la mítica “Brown eyed girl”), por supuesto también en el regreso a las raíces que deja entrever una producción perfecta, conmovedora y al mismo tiempo efusiva. Esos coros gloriosos cercanos al góspel, el violín de Set Lakeman, el Hammond y los teclados de John McCullogh, los excelentes arreglos de viento y cuerdas de un Fiachra Trench que ya colaboró en Avalon Sunset… Todo conspira para ensalzar unas composiciones (propias, ¡por fin!) de un nivel altísimo que Van Morrison interpreta, así lo parece, con el corazón en la mano.

Tal vez nos puedan las ganas, la ilusión y la emoción de tener al Van clásico de vuelta, pero es un placer escuchar como el viejo gruñón se enternece al hablar de sí mismo en “If it wasn’t for Ray” o “Remembering now”, o también supuestamente en “Back to writing love songs”. El León de Belfast ronronea como un gatito cuando canta al amor en “The only love I ever need is yours” o “Once in a lifetime feelings”. O cuando tira de nostalgia en “Colourblind” y evoca, entre menciones algo forzadas a diversos colores, viejas películas en blanco y negro o sus álbumes de fotos. Es cierto que hay cosas que ya hemos escuchado antes, pero no olvidemos que justamente Van Morrison está echando la vista atrás y repasando una vida que merece ser cantada y contada. Es uno de los atractivos del disco, pero es que además las canciones son, insisto, casi todas magníficas. Y si en algún momento parece que el álbum encalla y empieza a hacerse largo, o cuando alguna canción supera los seis minutos y pone a prueba la paciencia de algún oyente despistado, surgen temazos como el que da título al disco.

Van Morrison ha hecho su September of My Years, o su You Want it Darker. Quizás incluso ha hecho su Rough and Rowdy Ways. El caso es que ha hecho lo que ya no esperábamos: su disco crepuscular definitivo. Ese que muchos todavía esperamos que saque Springsteen, por ejemplo. Algunos dicen que es su mejor disco desde The Healing Game. Yo subiría la apuesta y me iría hasta Hymns to the Silence o incluso más atrás, hasta finales de los 80. Y si alguien me dijese que es el mejor desde Veedon Fleece, del ya lejano 1974, no estoy seguro de que pudiese rebatirlo.

Escucha Van Morrison – Remembering now

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