Aimee Mann – Mental illness (SuperEgo Records)
El éxito de “Save me”, la canción de la banda sonora de Magnolia que estuvo nominada al Oscar en 1999, muy posiblemente le cambió la vida a Aimee Mann. Lejos del desparpajo juvenil (aunque ciertamente no exento de melancolía) de su grupo de los 80, ‘Til Tuesday, la cantautora estadounidense parecía haber sido condenada a ser identificada con ese tipo de composiciones introspectivas y taciturnas. Poco importaba que montara proyectos para mezclar música y comedia, o que dedicara álbumes a una pasión tan alejada de la música triste como el boxeo. Tras el éxito de Bachelor No.2, su disco de 2000, Aimee parecía perdida entre su trabazón estilística y las ansias de probar otros sonidos. Ese conflicto se tradujo en álbumes irregulares y dispersos.
Ahora Aimee Mann ha superado holgadamente el medio siglo de vida, y parece haberse quitado presión de encima. En un arranque de aceptación de lo que más gusta a su público (¿también lo que mejor se le da?) se ha sacado de la manga un precioso álbum repleto de lo que se le pedía con insistencia: canciones tristes. Sí, que no os engañen las campanitas navideñas que suenan en “Goose snow cone”, antes de lanzarse sin paracaídas por ese derrumbe vital que dio nombre a la canción “Lanslide” de Fleetwood Mac, cuyos ecos por cierto suenan aquí sin tapujos.
Este Mental Illness no disimula su intención, empezando desde el mismo título. Son canciones sobre depresiones, nostalgia (“Stuck in the past”), melancolía, tropezones y dolor de corazón (“You never loved me”). Sin demasiados artificios: solo su voz, una guitarra acústica, a veces un piano, un fondo de cuerdas, percusiones mínimas, lo justo para marcar el pausado ritmo como una procesión de almas heridas. Cuando el piano se erige como protagonista es difícil no recordar a la Carole King más desgarrada, como en “Poor judge”. Hay aquí algo de aquellas canciones de finales de los 60 y principios de los 70, de aquel folk que abría la puerta a la escena de Laurel Canyon, algo de Joni Mitchell o de James Taylor. Un disco con sabor a clásico que no pertenece a ninguna época y a todas.