Amy Winehouse: muere una cantante, nace un mito
Jimi Hendrix, Jim Morrisson, Robert Johnson, Brian Jones, Janis Joplin, Kurt Kobain y ahora… Amy Winehouse. El final abrupto de una prometedora carrera y la triste repetición de uno de los clichés más habituales en la historia del rock. La llamada maldición de los 27. “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”, frase atribuida al también a otro artista malogrado, James Dean.
Amy Winehouse ha muerto. La reciente suspensión de su gira europea incluyendo la actuación en Bilbao BBK Live emitía signos preocupantes. La cantante británica, en proceso de rehabilitación desde hace más de dos años parecía haber recaído en sus adicciones. Aún así, hace pocos días hizo una aparición sorpresa en un club de Londres. Su tercer disco parecía en camino después de haber sido rechazado por su compañía el año pasado por considerarlo “demasiado oscuro” y muchos teníamos la esperanza de recuperarla pronto para la causa, pero no ha sido posible.
Cuando me he enterado de la noticia esta tarde ha venido a mi mente cómo la descubrí. Fue a principios de 2007, poco antes de que el Festival de Benicàssim la incluyera en su cartel de aquella edición. Nunca olvidaré su actuación, pero sobre todo el coincidir con ella por el backstage. La menuda Winehouse por aquél entonces con un aspecto más saludable, escrutaba con su mirada a cada uno que se cruzaba en su camino. Esos ojos oscuros profundos cuya intensidad aumentaba por obra y gracia del eyerliner se fijaban en los tuyos y hacían imposible mantenerle la mirada durante más de dos segundos. Literalmente, acojonaba.
Enfundada en su característico moño y acompañada de dos enormes coristas de cerca de dos metros, la británica se paseaba en dirección al desaparecido Fiber (periódico del Festival) para una sesión de fotos, generando una expectación inusitada. Un par de horas más tarde, su actuación se convirtió en una de las más destacadas del FIB 2007. Fue simplemente impresionante.
Pocos meses después llegó el boom. Su segundo trabajo de la mano de la hoy premonitoria “Rehab” en cuyo estribillo afirma negarse a ser rehabilitada, se convertía en un fenómeno mundial. Un éxito apabullante. Amy Winehouse fue encumbrada al Olimpo de la música contemporánea no sólo gracias a su popularidad y niveles de ventas, sino a la inmensa calidad que atesoraban sus canciones. Back To Black se convertía en lo que ya es, un clásico contemporáneo de multimillonarias ventas.
Winehouse nació en una familia judía y con tradición musical en el jazz en 1983. Había debutado a los 16 años de la mano del cantante Tyler James que la animó a sacar partido a su portentosa voz y a dar a conocer sus primeras composiciones. Su primer disco, Frank (2003) ya dejaba entrever lo que estaba por venir gracias a canciones tan redondas como “Stronger than me”. Disco que le valió una nominación en los Premios Mercury Music y un Ivor Novello Award en 2004, por ese tema que hemos comentado.
En 2008 y gracias a Back To Black consiguió cinco premios Grammy, a Mejor Grabación, Mejor Canción del Año (ambos por «Rehab»), Artista Revelación, Álbum de Pop Vocal y Mejor Artista de Pop Vocal. También un Brit Award en la categoría de Mejor Artista Británica y el single «Rehab» fue elegido ‘canción del año’ en los premios de la revista Mojo.
El resto es historia de sobra conocida: adicciones, problemas de toda índole, rehabilitaciones, amistades peligrosas… y un triste final para una persona con éxito y un espíritu atormentado. Una desgracia del destino, que nos priva de la nueva reina del soul blanco, otra muñeca rota que nos deja con el amargo interrogante: «¿hasta dónde podría haber llegado?».