Arab Strap (Sala Shoko) Madrid 21/03/25
“¿Quién necesita familia? ¿Quién necesita amigos? ¿Por qué ser complaciente y débil?”, se preguntaba Aidan Moffat al término de su concierto en la sala Shoko en Madrid. Último tema antes del bis, titulado “Turn Off The Lights”. Estas bien podrían ser las preguntas que se hace alguien con ‘filofobia’, término que a finales de los años 90 quedó ligado a Arab Strap y que remite al miedo que una persona experimenta a enamorarse o a mantener una relación afectiva profunda. Sí, los escoceses siguen siendo filofóbicos perdidos. Más de 25 años después de su época dorada, siguen obsesionados y abrumados ante la dificultad de perseverar en los vínculos humanos, más ahora todavía si cabe, con tanta tecnología, inteligencia artificial y chatbots para mitigar la sensación de soledad.
Muy seguramente hayamos olvidado formas (¿mejores?) de estar en el mundo junto con los demás que, aunque fueran más incómodas, eran mucho más reales. Y eso nos ha llevado a que la filofobia se vuelva acuciante, como urgentes son las canciones de I’m totally fine with it Don’t give a fuck anymore (Rock Action), el último álbum de Moffat y su inseparable Malcom Middleton que interpretaron casi en su totalidad para una audiencia ávida de nostalgia en la sala Shoko en Madrid el pasado 21 de marzo.
Arab Strap arrancaron con “Allantonceness”, un tema de post-punk bastante alejado de su slowcore personal, que les emparenta con el sonido de bandas más actuales como Protomartyr. “They’ve got your attention”, repetía Moffat, quien como años atrás salió con una copa de cerveza al escenario, haciendo suyo ese alarde de ebriedad, una pose que a día de hoy mantiene, en plena era del boom del autocuidado. Eso sí, acompañado de una botella de agua en la otra mano. Del crudo post-punk viraron hacia el synth pop más bailable de “Bliss”, definiendo así esas dos caras de los escoceses, que otros grupos también asimilaron: el desenfreno fiestero o la abulia generalizada.
Cuando llegó “Girls of Summer”, uno de sus temas más icónicos, se metieron al público definitivamente en el bolsillo (y a pesar de algunos problemas técnicos de Moffat con su pack de sintetizadores que hicieron paralizar el concierto nada más arrancar). Sin duda, fue el mejor tema del directo, al recrear esa sensibilidad musical que mezcla la música disco con la balada, el frío motorik con el soleado techno balear.
La voz monocromática de Moffat y el hieratismo característico de Middleton hicieron que el resto del concierto fuera más monolítico, interpretando de forma correcta (pero quizá sin tanta gracia) los temas de su nuevo disco. Y, más o menos hacia la mitad, llegó “New Birds”, una pieza de música colosal que recuerda al corazón más melómano lo mucho que merece la pena vivir tan solo para experimentar la desgarradora belleza de cuatro notas bien escogidas acompañadas de una voz lánguida y un ritmo lento, decadente. Tras una interrupción abrupta hacia la segunda parte, el tempo del tema subió, Moffat salió del escenario (recreando de nuevo una escena ya conocida de sus primeros directos) y el resto de músicos interpretaron el final con algo de prisa y denuedo.
El resto del concierto prosiguió como se esperaba, y en ocasiones la voz de Moffat sobre un pop electrónico reposado recordaba a la de cantantes de bandas más recientes en los que de sobra influyeron, como Matt Berninger, de The National. “Vamos a tocar un puñado de canciones antiguas, no son muy alegres, pero bueno”, señaló al público, justo antes de terminar con dos íntimas versiones de “Soaps” y “Packs of Three”, ambos temas recogidos en Philophobia (Chemikal Underground, 1998). Podríamos pensar que la banda escocesa, referente absoluto del slowcore, ha cambiado desde sus inicios. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: aunque ya no escriben temas con ritmos tan lentos, siguen siendo los mismos. Bienvenidos a 1998 o 1999. Esa filofobia que tanto les preocupaba sigue siendo acuciante entre los que todavía les escuchamos, seguramente más intensificada por la tecnología de la que disponemos, haciéndonos más vagos e inútiles para lo realmente importante.
Foto Arab Strap: Blanca Orcasitas