Arctic Monkeys (WiZink Center) Madrid 10/07/23
Pocos peros pueden ponérsele a la carrera de Arctic Monkeys. Siempre un paso por delante y en la cima del rock británico desde hace años, aunque curiosamente haya pasado una década desde que entregaran su último disco de rock. Alex Turner tiene modos y poses de otro tiempo, viste como un Bad Seed, lleva botines y cumple con todos los clichés de las estrellas de antaño. Todo parece diseñado y medido al milímetro desde que decidieran adentrarse en los terrenos sedosos de un Tranquility Base Hotel + Casino (2018), que han pulido y amplificado en el reciente The Car (2022).
Habían pasado pocos instantes del inicio de la palpitante «Sculptures of Anything Goes» cuando Turner levantaba el pie de micro en una postura que parecía impostada, con la que todo el WiZink Center se vino abajo como si de un golpe de cadera del mismísimo Elvis se tratara. Todo apuntaba a que íbamos a ser devorados por uno de esos shows precocinados, pero bastó la sacudida de la frenética intro de «Brainstorm» para despejar cualquier duda y dejarnos arrastrar al mejor concierto que uno les recuerda.
No tenían que convencernos de cómo iban a ser capaces de acoplar esa extraña dualidad en su sonido, simplemente demostraron que su repertorio se funde con total naturalidad y que esos nuevos temas del jazz pop orquestado pueden alternarse con los enérgicos pildorazos con los que nos cautivaron en sus comienzos sin extrañeza alguna. Fueron cerca de dos horas en las que transitaron por muchas de esas cimas de su discografía, eso sí, con el incomprensible olvido de Suck it And See (2011).
Hicieron que nos contorneáramos al ritmo de «Snap Out of It», sacaron la artillería pesada con «Crying Lightning» y subieron Bpm con «The View From the Afternoon», para decelerar con los aires de soul y glam setentero de «Four Out of Five», y llenar el recinto de linternas a modo de mecheros en una sentida «Cornerstone» desde hace tiempo convertida en himno. A partir de este punto, AM (2013) volvió a tomar peso que merece con las efectivas «Why’d You Only Call Me When You’re High?», «Arabella» y «Do I Wanna Know?», apuntalando un viaje hacia atrás («Mardy Bum», «Fluorescent Adolescent», «505») y adelante («I Ain’t Quite Where I Think I Am», «There’d Better Be a Mirrorball») que terminó de eclosionar en una «Body Paint» que creció y creció hasta convertirse en el punto álgido de la noche. Todo un ejercicio de estilo con una banda en estado de gracia: pop barroco, ecos a Beatles y Bacharach y un tempo seductor que terminó por explotar en un final de guitarrazos cortados que el mismísimo Prince hubiera aplaudido. Rendidos del todo, solo nos quedó fundirnos con el festivo final de «I Bet You Look Good on the Dancefloor» y «R U Mine?».
«Solo quería ser uno de The Strokes» cantaba Alex Turner al inicio de esa «Star Treatment» que abrió el bis. Que nos perdone el bueno de Julian Casablancas, pero ya quisieran los neoyorquinos seguir reinando como Arctic Monkeys dos décadas después de emerger.
Muy buena crónica, fue un concierto maravilloso un sobresaliente. En mí opinión si quieren ser eternos de verdad en los conciertos propios tienen que alargarlos dos o tres canciones más como hacen Depeche Mode y superior todavía The Cure. En mis apuntes sale el concierto 1h34m.
Pero es cierto que ha sido el concierto del año en España.