Chameleons Vox – Sala Wah Wah (Valencia (Festival Urbano))
“No es momento de quedarse parados. Estamos cambiando constantemente”.
Hace más de 30 años, cuando Mark Burgess escribió “Nostalgia” (ausente del repertorio del jueves, por cierto), seguramente no podía prever que, bien entrado el siglo XXI, iba a convertirse en el centro de una celebración nostálgica como pocas veces he tenido la ocasión de presenciar. Una recreación del pasado para la que todo estaba a punto a la hora prevista: una sala llena de público deseoso de rememorar lo grandes que fueron los 80 en Valencia; una banda en plena forma, con un Mark Burgess sorprendentemente rejuvenecido y activo, y un puñado de canciones que forman parte de la memoria colectiva de cualquiera en esta ciudad que esté rondando los cincuenta.
A nadie parecía importarle que los guitarristas originales ya no estén en la formación (sí permanece el batería, John Lever). En el caso de Chameleons Vox, a diferencia de otros pseudogrupos como From The Jam, Queen o The Doors of the 21st Century, la baza principal de su cantante y líder permanece intacta. Los guitarristas que le acompañan son intercambiables, y así lo están demostrando sus idas y venidas de estos años, porque lo que importa es el sonido, ese sonido clásico de los Chameleons. Y el sonido, pese a las dificultades de la sala, también hizo acto de presencia.
La pista definitiva de que aquello podía ser muy grande la dio el propio Mark Burgess cuando salió al escenario con el pelo corto, recuperando su característico flequillo, y sobre todo con el bajo colgando de su hombro. Hoy nada de bailecitos agarrado al micro, parecía ser la consigna. El arranque con “Swamp Thing” sorprendió, ya que la suelen guardar para los bises, pero desde luego fue un gran acierto porque la gente empezó a corearla y a saltar, y aquello ya no pudo detenerse durante una hora y media. Ni siquiera se vivieron, al menos no en la cantidad de otras ocasiones, los típicos paseíllos para recargar el vaso de cerveza.
“Seriocity” supuso un temprano y casi acústico remanso de paz, aunque aparentemente la tocaron por problemas en sus amplificadores. Solucionados estos, empezaron el sprint apenas cruzada la línea de salida: “A person isn`t safe…”, “Looking inwardly”… “Monkeyland” desató la locura, más todavía, y cuando empezó a sonar el riff de “Up the down escalator”, todo un himno por aquí, parecía que íbamos a ser incapaces de resistir tantas emociones.
Un emocionado Burgess aporreaba el bajo como si le fuera la vida en ello, mientras no cesaba de agradecer al público su participación y su presencia. Las dos guitarras no sonaban tan cristalinas como seguramente debieran, pero ese toque sucio del sonido, lejos de molestar, a muchos nos metió más en el ambiente oscuro, denso y ruidoso que se estaba creando en la sala. Los temazos iban cayendo uno tras otro: “Perfume garden”, One flesh”, “In answer”… Y cuando parecía que no podíamos subir más alto, fuimos empujados hacia arriba con veinte brutales minutos de “Soul in isolation”, “Singing rules Britannia” y “Caution”, aderezados como viene siendo habitual con homenajes a canciones de los Beatles, Buffalo Springfield, Clash…y Joy Division, claro. Había algunos (y algunas) que saltaban y gritaban con “Transmission” como si estuvieran en presencia del mismísimo Ian Curtis revivido.
El esfuerzo de la banda era evidente y, como era de esperar, empezó a pasarle factura a la voz de Burgess, que pidió ayuda al público para cantar algunas partes de las canciones. En realidad no hubiera sido necesario, la gente llevaba más de una hora coreando los estribillos, las estrofas, los puentes e incluso cantando los riffs de teclado. “Second skin” cerró a lo grande antes de unos bises que empezaron con otra sorpresa, “The fan and the bellows”, y que acabó con traca final: “In shreds” y una “Don’t fall” que Mark Burgess interpretó con enorme sentimiento y gran solvencia, pero en la que seguramente se dejó la poca voz que le quedaba ya. Y creo que no fue el único, apuesto a que entre el público hubo más de uno que se levantaría afónico el viernes. La celebración tocó a su fin, y la sensación de haber tendido un puente entre el pasado y el presente, un puente que ahora tocaba cruzar de vuelta, era agridulce.
En fin, un concierto totalmente recomendable, y no sólo para los nostálgicos de aquella época ni para viejos fans del grupo (de hecho había más gente joven de lo que era de esperar), sino para todo aquel que tenga ganas de ver a una buena banda interpretando con profesionalidad y sentimiento lo mejor de su repertorio. Añejo, sí…repetitivo, también…pero genial.