Charlie Cunningham – Frame (BMG Rights)
Quién sabe si algún día existirá, igual que la de los discos de ruptura, de madurez o de despedida, la categoría de los discos de la pandemia. Me refiero a esos trabajos que se han gestado, e incluso grabado, en la intimidad obligada. Canciones en las que se refleja la desazón de esos días, el mucho tiempo (demasiado) que tuvimos para pensar en cuestiones que hasta entonces quizás no nos habían preocupado, o no habíamos encontrado el momento para que nos preocuparan. En esa hipotética categoría entraría el tercer disco del británico Charlie Cunningham, Frame.
Efectivamente, Frame es un disco pausado, introspectivo y muy reflexivo. Sus letras apuntan a cuestiones y pensamientos que muchos hemos tenido en ciertos momentos de nuestras vidas, pero especialmente en los más duros del encierro. Temas que van desde lo más íntimo, como la despedida a alguien que se ha ido, hasta lo global, como la preocupación por el rumbo que está tomando nuestra sociedad en muchos sentidos, sobre todo en cuanto al cuidado del planeta en el que vivimos. Todas esas cuestiones se abordan usando una instrumentación bastante minimalista, donde la famosa guitarra española de Cunningham (pasó un tiempo en España perfeccionando su técnica y aprendiendo de los guitarristas de flamenco) deja paso en varias ocasiones al piano, acentuando así esa sensación de serena pero profunda reflexión.
Frame me recuerda a discos como el primero de Bon Iver, o al añorado Jacob Golden con su magnífico Revenge Songs de 2007. Con ellos comparte esa sensación de fragilidad, de incertidumbre, de encierro en sí mismo proyectado al exterior con elegancia y sensibilidad. Esas atmósferas que oprimen, pero no demasiado; esa emotividad a flor de piel, pero sin caer en el dramatismo. Frame es profundo y doloroso pero sereno, como esas tardes mirando a través del cristal si no tenías perro al que pasear.
Aunque hacia el final del álbum llega un paréntesis de esperanza con “End of the night”, la noche no acaba de desvanecerse del todo porque llega “Frame”, el tema que le da título al álbum, para hablarnos, otra vez, de despedidas, de cambios y de incertidumbres. Sea como sea, estamos ante un disco de espléndida belleza. Siempre se ha dicho que hacer arte desde el dolor es relativamente sencillo, pero no lo es hacer un arte que impacte, que sepa transmitir al oyente esas sensaciones íntimas, recónditas. No es fácil emocionar sin que se note la intención, casi sin pretenderlo. Charlie Cunningham tiene ese don y lo ha usado con finura en este Frame fantasmal, emotivo y magnífico.