El Columpio Asesino + El Último vecino (Tomavistas Extra) 28/05/21
La serie de notables conciertos que nos está ofreciendo la atípica versión del Festival Tomavistas en 2021, nos presentaba un interesantísimo cartel conjunto este pasado viernes, unificado a través del pulso electrónico y el post-punk la dupla que formaron El último Vecino y El Columpio Asesino, con su particular aderezo personal en cada caso.
Abrió la tarde un descolocado El Último Vecino que no pudo superar -¿podemos en realidad alguien?- las distancias emocionales que nos laceran hoy día tras tanto tiempo de erosiva pandemia multifacética. De esta forma, la lejanía espacial, el aforo sentando, el “prohibido bailar” decretado hace casi un año, las máscaras (de todo tipo), etc. fueron obstáculo y muralla para que el pasional electropop de arrabal que supuran los temas del catalán no lograran calar entre la audiencia como debieran. A esto hay que sumar un sonido bastante deficiente y un estado vocal de Gerard Alegre al menos cuestionable.
Ya lo anunció el carismático frontman –un poco abatido por lo descrito y bastante lejos de su arrebatadora presencia escénica recordada antaño por mí-: la banda se encontraba falta de rodaje por esta siniestra cápsula de hiper-sueño mundial que nos acucia. Aun así, disfrutamos excelentes temas recientes como “Nostalgia” o “Mi nombre” en perfecta sintonía con los clásicos del que para mí es su mejor disco, Voces (16), destacando himnos synthpop de la talla de “Antes de conocerme” o “Mi amiga salvaje”. Elogiar su discurso en defensa de quienes deciden dedicarse a la música pese a todos los inconvenientes que conlleva más que nunca, por desgracia.
Personalmente, eché de menos la grandiosa “Mi escriba” o su personalísima y brillante versión de “Mi chulo” de La Zowi, canciones que en otras circunstancias hubieran supuesto un auténtico placer.
Con la tarde ya cayendo, ocuparon el escenario El Columpio Asesino muy seguros de sí mismos desde el primer minuto. Los engranajes con los que funciona el combo navarro parecían tan engrasados como de costumbre y su propuesta escénica no dejó en ningún momento de transmitir una estimulante mezcla de amenaza y fiereza contenidas.
Centradísimos en la segunda etapa de su carrera, la más oscura y electrónica, ofrecieron un set list inteligente que arrancó con la defensa confiada de su reciente trabajo Ataque Celeste (20), que vendría a ser una “democratización sonora” de su más oblicuo y deliciosamente exigente Ballenas muertas en San Sebastián (14), gran protagonista de la velada.
De esta forma, la elástica “Preparada” o la turbia “Sirenas de mediodía” iniciaron un ritual que sugería revelarse ante la pasividad zombi de la especie humana actual. A la altura de “Babel”, el público ya estaba totalmente hechizado y no era extraño ver los primeros grupos de asistentes levantados (ahora levantarse de la silla es subversión, Distopías Hacendado) ante la persecución decidida digna de un tebeo de Francisco Ibáñez por parte de los tipos del palito fosforescente. Otras personas optaban por contonearse en sus sillas como si fueran locos en camisa de fuerza, apresados en un manicomio cualquiera mientras temazos de la altura de “Ballenas muertas en San Sebastián”, el glorioso e inesperado rescate de la obsesiva “La lombriz de tu cuello”, la evocadora “A la espalda del mar” o la reptante “Entre cactus y azulejos” nos poseían irremisiblemente gracias a un defensa escénica rebosante de carisma –mención especial para una inmensa y polifacética Cristina Martínez-, actitud y primor instrumental.
El momento más emotivo vino de la mano de la casualidad, esa que firma bastantes de nuestros episodios más memorables. En mitad del limpio firmamento nocturno se alzaron dos filas de estrellas en movimiento mientras los asistentes dejaban de mirar por un momento el escenario para seguir su rutilante estela incierta con ojos emocionados. Se trataba de los satélites Starlink que durante este mes se han dejado ver en diversas ocasiones, pero que para algunos serán ya siempre un collar de perlas, de esas perlas acumuladas compuesto por los errores cometidos a los que hace referencia “Perlas”, la hermosa canción que abría Diamantes (11) y que sonó con una exuberancia inusitada. Sin duda el momento más bonito de la noche.
Terminando el grueso del show, la catarsis no se hizo esperar con la irrupción tensa hasta la explosión final de “Toro”, con un Parque Tierno Galván delinquiendo al completo, como diría Pablo Und Destruktion, mientras sonó. Para terminar, unos satisfechos y agradecidos El Columpio Asesino dijeron marchar felices para Pamplona mientras rescataban dos canciones pretéritas de su debut homónimo, “Your man is dead” y la particular versión del “Vamos” de Pixies, deliciosamente desquiciadas y efectivas ambas.
Foto El Columpio Asesino: Adrián YR Photography