Discos

Death Cab For Cutie – Kintsugi (Atlantic)

Lo mejor que se puede decir de este disco es que es decepcionante y tremendamente aburrido… a pesar de que los cuatro adelantos prometían. Hace tiempo que no pedimos a los de Seattle que alcancen el nivel del Transatlanticism o Plans, pero «No room in frame» sigue la estela de los mejores temas del Narrow Stairs o el Codes and Keys. Lo mismo que «Black Sun», con preciosos teclados vintage que dan calidez a una letra melancólica y afilada como en los buenos tiempos de Ben Gibbard. «Little Wanderer» tiene una bonita melodía y una guitarra pegadiza, que mira sin complejo  a los primeros temas de su You can play this songs with chords.  Y «Ghosts of Beverly Hills», la mejor del disco, completa un cuarteto de temas que abren este álbum de forma ilusionante. No para tirar cohetes, pero… ¿y si Kintsugi es el disco con el que  Death Cab For Cutie recuperan la forma?

Pues no. A partir de ahí el disco es un descalabro de medios tiempos y temas monótonos y con una alarmante falta de intensidad, en los que parecen quedarse a medias en ese intento de volver a sonar a ellos mismos con el que Gibbard pretendía tranquilizar a los fans tras el anuncio de la marcha de Chris Walla. «You´ve haunted me all yor life» quiere ser una cara b del Transatlanticism: el mismo sonido envolvente y misterioso  y el mismo aire tristón en un tema que se desarrolla plano y se alarga innecesariamente. «Hold no guns» quiere ser «I will follow you into the dark», con Gibbard cantando solo con su guitarra, pero al tema le falta melodía y ritmo, le falta emoción y le falta naturalidad.

Y así, podríamos seguir, tema por tema, desgranando la torpeza con las que los norteamericanos han encarado Kintsugi. Las guitarras siguen sonando tan blandas como en sus dos discos anteriores; el sonido es fofo y todo el disco suena vacío y simplón; Jason McGerr parece estar desaprovechado articulando ritmos facilitos en buena parte de los temas, muy lejos de la intensidad de «Transatlanticism». Y en general todo el disco, con demasiados medios tempos y temas lentos, suena como si, a pesar de ponerle empeño, no hubieran acabado de hacer despegar los temas. Falto de clímax y pegada. Aburrido.

Podríamos echar la culpa a la marcha de Walla, pero se produjo justo al acabar la grabación. O podríamos echar la culpa a Rich Costey, o al hecho de que fuera la primera vez que la banda trabaja con un productor que no es Walla, pero lo cierto es que el sonido es bonito. Incluso podríamos echar la culpa a Ben Gibbard, aunque habría que reconocerle que las letras han recuperado parte de su solidez compositiva y despacha mala leche, ironía y tristeza como en los mejores tiempos. Así que mucho me temo que no se trata de echar la culpa a un solo elemento: la ecuación Death Cab For Cutie tiene una fórmula que parece (¡espero equivocarme!) agotada y sus miembros, demasiado mayores, demasiado cansados o demasiado aburguesados para volver a tocar el corazón del que escucha sus canciones.

Y así, Kitsugui, con un título precioso tomado (con toda la intención) de la técnica japonesa de recomponer con oro piezas de porcelana rotas, con el fin de crear algo aún más bello, ha pasado de ser el disco con el que Death Cab For Cutie recompondrían la banda como trío para salir reforzados del proceso, a ser el siguiente disco decepcionante de los americanos (ahora tengo que decir aquello de «y ya van…)». Y es una pena porque, lo crean o no después de leer hasta aquí, son una de mis bandas preferidas.

 

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