Depeche Mode (WiZink Center) Madrid 12/03/24
Han pasado 7 años desde la última visita de Depeche Mode a este recinto; 10 de la anterior; 15 de la anterior; 18 de la anterior… y uno podría copiar y pegar uno de los párrafos de aquellas crónicas y extrapolarlo a hoy en día sin que hubiera perdido vigencia alguna: «en directo son como las películas de Woody Allen, los discos de Ramones o el cocido de tu madre; siempre son similares, vuelves a esos lugares comunes, te reencuentras con sensaciones familiares y aún así, repites encantado una y otra vez. Da igual que lleven casi cuatro décadas en activo o superen con creces la cincuentena; aún mantienen ese halo de vigencia y solemnidad que les ha hecho únicos. Esa es la razón por la que sus giras siguen sin dar muestras de estancamiento y el por qué volvimos a gozar con un concierto en el que de nuevo todo volvió a ser igual, pero a la vez, lo hicieron diferente».
El caso es que demasiadas cosas han cambiado en este tiempo, empezando por los que aún seguimos aquí. Ellos perdieron de manera inesperada a su compañero del alma Adrew Fletcher y volvieron a la actividad con Memento Mori (2023), su colección de canciones más sólida en mucho tiempo. Unos temas que ya defendieron en una primera parte de la gira que en nuestro país tuvo parada en el doblete de Primavera Sound, y ahora llega a pabellones coleccionando sold outs gracias a un poder de convocatoria amplificado, por muy compartimentados e hinchados de precio que estén los recintos.
Que Depeche Mode tiene uno de los mejores directos del planeta es algo que difícilmente se puede rebatir. La presencia escénica de Gahan, su manejo de la teatralidad, los contorneos sobre el escenario y ese chorro de voz inalterado que sigue conmoviéndonos y agitándonos tanto como siempre, tienen el perfecto complemento en el genial Martin L. Gore a los sintetizadores, la guitarra o regalándonos «su angelical» voz. Ambos han encontrado en el versátil Peter Gordeno y en esa bestia de la batería que es Christian Eigner, dos excelentes piezas que les acompañan sobre las tablas desde hace nada menos que 25 años. En la ecuación faltaba Fletcher, a quien se le recordó lanzando un beso al cielo tras la ondulante «Behind The Wheel».
La noche había comenzado puntual con la oscuridad industrial de «My Cosmos Is Mine», que abrió dos horas y cuarto en las que pequeñas incursiones en su última entrega, se alternaron con un generoso recorrido por gran parte de los singles de sus cuatro décadas y pico de actividad. El sonido más contundente que les recordamos y un setlist con todas las facetas que dominan como nadie, para embelesar a los que abarrotamos el WiZink Center. Un buen número de proezas a destacar, como la poderosa «Walking in My Shoes» con la que el show empezó a hacernos volar, la impecable «Policy of Truth», la épica de «In Your Room» o la sacudida que causaron los reconocibles sintetizadores de la eterna «Everything Counts». Hubo espacio para la emoción, como la sentida interpretación de «Precious» (su mejor sencillo del siglo XXI), la reciente «Ghosts Again» con esas proyecciones de Anton Corbjin con Gore y Gahan protagonizando un film de Ingmar Bergman o el esperado momento en el que Martin se hizo gigante rescatando una desnuda «Strangelove» y su icónica, «Somebody».
Con la fuerza arrolladora de «I Feel You» iniciaron un tramo final en el que terminaron de arrasar con todo combinando el brío contagioso de «A Pain That I’m Used To» y «John the Revelator», con las siniestras «Black Celebration» y «Stripped». Y la mayor sorpresa llegó en la última parte de «Enjoy the Silence» cuando la vibrante percusión de Eigner dio paso a la entrada de la bailaora Belén López, que se puso a zapatear y a acompañar a los músicos por las tablas. Por muy marciano que pueda parecerles, nos dejó con la boca abierta.
El bis terminó de rematar otra noche para recordar, con el dúo en la prolongación del escenario recuperando la frágil «Waiting for the Night», que dejó espacio a esa traca final protagonizada por una alargada «Just Can’t Get Enough» con el público más cómplice que nunca, con la comunión que despierta esa catedral llamada «Never Let Me Down Again» y con el rock aplastante de «Personal Jesus».
Lo de Depeche Mode no es de este mundo.