Ducks Ltd – Harm’s Way (Carpark Records)
Algo poderoso se desató en mí la primera vez que escuché “18 cigarettes”, la canción con la que hace un par de años conocí a esta banda de Toronto que lleva por nombre Ducks Ltd. Un sentimiento conocido, analgésico, enormemente agradable, que logró que la tonada captara enteramente mi atención, merced a un lugar intermedio entre algunos tótems como The Feelies, The Go-Betweens y The Stone Roses, que pasaba ante mí como el paisaje que se ve a través de la ventana del tren: rápido, difuminado, pero bonito y sugerente.
Esa sensación poderosa se extendía, además, a todo un lp debut, titulado Modern Fiction, que no sólo reunía las virtudes mencionadas respecto a su canción bandera, las ampliaba hacia muchos más horizontes que erigían a sus autores, el dúo formado por Tom McGreevy, británico criado en USA, y el australiano Evan Lewis en alguien a quien seguir la pista. Quizás, debido a que la procedencia de cada uno (UK-Australia) y a su confluencia en Norte América, sea causa que haya un poco en ellos de la enorme contribución a la música pop obrada por cada una de esas referencias geográficas. El aussie pop, el indie ochentero, el DIY americano… Todo bueno, en fin, y asumido además desde una perspectiva no necesariamente revivalista, sino que aspira a la atemporalidad.
Aspira y logra, debo decir, tanto a vista de aquél magnífico debut, como a la de este recientemente publicado Harm’s Way, que, grabado en Chicago bajo la batuta de Dave Vettraino, llega tres años después de su predecesor y multiplica sus aciertos gracias a una producción más equilibrada, más inteligente y, por tanto, más grande. Sus nuevas canciones ya no suenan como el paisaje bonito que se ve difuminado a través de la ventanilla del tren. Son el propio tren. Una vez le has dado al play te embarcas en un viaje rápido pero placentero hacia una serie de sensaciones importantes.
Esto es así porque las canciones de Ducks Ltd son intensas -que no “intensitas”- de una manera especial y logran el efecto contradictorio de sumir al oyente tanto en la urgencia producto del entusiasmo juvenil, como en la angustia provocada por la consciencia de un mundo enfermo que parece que se escape de nuestras manos. Ese existencialismo, digamos, volátil, es una constante en la escucha de estas nueve magníficas composiciones que viajan juntas livianas, ligeras, pero a la vez contundentes. Además, donde antes las influencias eran más rastreables, ahora lo son cada vez menos en un conjunto que hace notar que Tom y Evan han encontrado una forma de reconocerse a sí mismos a través de sus canciones, sin necesidad de buscar respuestas en referentes.
Lo sabe uno en cuanto el rasgueo enérgico de la guitarra en “Hollowed out” empieza a sonar. Demuestra una seguridad que parece anticipar algo glorioso y en seguida uno comprueba que no falta razón a esa apreciación, puesto que lo que viene hace gala de una pericia insólita para aunar melodías, de las que se clavan con chinchetas en tu mollera, con unas guitarras siempre punzantes y líricas, que multiplican dicho efecto. Las voces, además, están trabajadas con mucha amplitud y cuando suenan al unísono, como en “Cathedral city”, se encargan de que la diana lo sea por todo lo alto.
En realidad, ninguna de las nueve pistas falla en esa misión. “The main thing”, “Deleted scenes”, “A girl, running”, la titular, o incluso “Heavy bag”, esa pieza acústica, de tonalidad folk, que cierra el lote, son todas pìldoras urgentes, vitamínicas, luminosas, de las que hacen recordar por qué el pop hecho a la manera tradicional, sin requerir resultados trascendentes, sigue siendo una herramienta poderosa para la expresión juvenil. Así que no se pierdan a estos chavales, que lo hacen muy muy bien.