Especial: 40 años de ‘The Unforgetable Fire’ de U2
Puede ser que hoy estén algo denostados, pero la trayectoria de U2 contiene algunos puntos de interés por los que siempre tendrán un lugar destacado entre los grupos más notables e influyentes de la historia de la música popular. Uno de ellos es The Unforgetable Fire, disco editado en octubre de 1984 con el que dejaron a un lado el nervio juvenil para reinventarse, allanando el camino para su evolución hasta convertirse en uno los mayores exponentes del rock alternativo y mainstream en las siguientes décadas, todo ello bajo la batuta de Brian Eno y Daniel Lanois.
Desde su rápida ascensión gracias al post-punk poderoso de Boy (1980) hasta el aclamado War (1983), U2 habían desarrollado e ido perfeccionando un estilo caracterizado por esas guitarras afiladas y unas letras cargadas de contenido político y social. Canciones como «I Will Follow», «Out Of Control», «Gloria», «Sunday Bloody Sunday» y «New Year’s Day» habían cimentado su reputación como una banda arrolladora y comprometida con causas políticas, particularmente con el conflicto en Irlanda del Norte. Pero a pesar de esa exitosa tripleta inicial, sintieron la necesidad de expandir horizontes y alejarse de la inmediatez y la urgencia, para abrazar una paleta sonora más rica y etérea, ya que entendían que su sonido se había vuelto «demasiado rígido y marcial».
El de War había sido el tour de U2 más exitoso hasta la fecha, con actuaciones en grandes recintos y festivales, pero la sensación de los irlandeses era que necesitaban un cambio, y quisieron que su primer álbum en vivo, Under A Blood Red Sky, quedara para siempre como el cierre de una etapa y el inicio de otra. Se buscaba un nuevo enfoque más atmosférico y los arquitectos de ese nuevo empaque serían los productores Brian Eno y Daniel Lanois, fundamentales para moldear el sonido de lo que terminaría siendo The Unforgettable Fire.
Una grabación especial para llegar a un disco impresionista
En primavera de 1984 comenzaron las sesiones para el disco en el Slane Castle de Dublín, una construcción de resonancias góticas con un salón de 30 pies de altura, ideal para capturar la acústica natural que buscaban. Tenían la obsesión de encontrar un sonido más sofisticado y experimental y Eno y Lanois no solo contribuyeron a ello, sino que también cambiaron su enfoque en el proceso de grabación. En lugar de grabar las canciones en una sola toma en el estudio, el álbum se construyó a partir de múltiples capas de sonidos. Esto dio como resultado un disco más fluido y orgánico, en contraposición a la rigidez de los primeros álbumes de U2.
U2 experimentó con nuevas técnicas de grabación y equipo, como el uso de amplificadores al aire libre y la manipulación de efectos de sonido. Daniel Lanois se empeñó en dar un mayor empaque y más protagonismo a la sección rítmica formada por Adam Clayton y Larry Mullen Jr, lo que refinó el sonido de la banda. Mientras que la guitarra de The Edge se sometió a transformaciones mediante el uso de dispositivos como el harmonizer AMS y el Lexicon Prime Time, y fue grabada desde lugares tan insólitos como balcones o escaleras del castillo.
Eno, quien ya era conocido por sus experimentaciones con la música ambient y su trabajo con bandas como Talking Heads, había demostrado una habilidad especial para introducir texturas sonoras complejas y abstractas en el rock. Su visión artística encajaba con el deseo de expansión de los de Dublín, alejándose de la estructura típica de una banda de sus características para explorar paisajes hasta entonces desconocidos. Por su parte, Lanois aportó una sensibilidad melódica y un enfoque en la producción que complementaba las experimentaciones de su compañero. Bono improvisó muchas de las letras durante las sesiones de grabación. Este enfoque impresionista se reflejó en el sonido general del álbum que resultó ser tan íntimo, como expansivo.
El disco vino precedido por el single «Pride (In the Name of Love)», su tema más emblemático y sin duda, uno de los más recordados de toda su discografía. Era su personal tributo a Martin Luther King a través de una melodía poderosa, un patrón rítmico simple pero efectivo a cargo de un The Edge que empezaba a tejer ese estilo que le hizo eterno, sobre el que cabalgaba la emocionante interpretación de Bono. Muchos dirán que es posible que al disco le falten un par de singles de ese calibre para competir con obras posteriores en igualdad de condiciones, en realidad contenía otras piezas de un valor mucho más interesante.
Ahí está el tema que titula el álbum. Una de sus composiciones más etéreas y con quizá la mejor producción de su carrera; esa que fundía capas de guitarras procesadas, sintetizadores y suaves percusiones. Un punto y aparte sobre el que se construyeron algunos de sus logros futuros. Y qué decir de la enérgica «Wire» llena de guitarras punzantes y una urgencia controlada que conecta con sus discos anteriores, pero de una perspectiva diferente. Por no hablar de la creciente y magnética «A Sort of Homecoming», la balada «Bad» y su gran base rítmica, la experimentación de «4th of July» y «Elvis Presley and America», la onírica sencillez de «Promenade» o la ceremonial «MLK». Sin olvidar alguna de las caras B de la época como «Love Comes Tumbling» o «The Three Sunrises».
The Unforgettable Fire se alejaba de las proclamas militantes de War para abrazar una ambigüedad poética más sutil. Las letras de Bono, influenciadas por su inmersión en la filosofía, la poesía y la ficción, ofrecían una rica paleta de interpretaciones. El disco sin duda es mucho más que un puente entre su primera etapa y lo que fue su consagración absoluta con el icónico The Joshua Tree entregado tres años más tarde. Prueba de ello es que sus composiciones retumbaron en artistas como Coldplay, los primeros Radiohead, The Killers, Editos o Arcade Fire y hoy, 40 años después de ver la luz, siguen manteniendo ese halo de genialidad que lo sitúan entre sus mejores trabajos.