Fatoumata Diawara (La Riviera) Madrid 21/11/23
Fatoumata Diawara brindó el pasado martes 21 de noviembre una experiencia sonora magistral en la Sala La Riviera. Sus composiciones van más allá de simples ejercicios musicales; son un tratado que trasciende las fronteras mediante una aguda crítica social, situando el ocio y la diversión como elementos de resistencia fundamentales.
Esta artista maliense se ha convertido en los últimos años en una de las representantes más vibrantes de la música africana contemporánea. Cantante, compositora, actriz y activista, su música se arraiga en la poética herencia musical Wassoulou, utilizando principalmente el idioma Bambara como medio de expresión. Aunque sus obras tienen sus raíces en esta tradición musical, sus álbumes son híbridos que abarcan desde el jazz hasta el funk, pasando por el blues rock y el sonido afrofuturista.
Desde su adolescencia, cuando abandonó Malí y se trasladó a París en desacuerdo con un matrimonio concertado, su estilo único le ha granjeado el apoyo tanto del público como de la crítica internacional. Ha recibido múltiples nominaciones a los premios Grammy y ha colaborado con destacados artistas como Herbie Hancock, Bobby Eomack, Disclosure y, sobre todo, Damon Albarn.
En particular, ha logrado crear un repertorio musical de ritmos rápidos y melodías blues capaz de desafiar convenciones, abordando temas tan impactantes como la mutilación genital femenina, la situación de la mujer en África y los dogmas religiosos que afligen la región.
Este mismo año, en mayo de 2023, presentó su última obra, London Ko, un álbum que vuelve a destacar estos elementos fundamentales en su carrera, llevándolos hacia sonidos ligeramente más occidentales. De los 14 temas que componen este nuevo trabajo, seis fueron coescritos por Damon Albarn, subrayando la brillantez de esta colaboración. La sinergia entre ambos se revela como un equipo perfecto, con los sintetizadores de Albarn proporcionando un acompañamiento estelar para la suave voz y las guitarras etéreas de Diawara. Fue realmente una pena que Damon no pudiera estar presente en el concierto de Madrid, ya que entre ambos muestran una fusión perfecta entre Londres y Bamako.
Esta energía desprendida por la artista contagió a un público madrileño bastante numeroso. Es cierto que no llegó a haber sold out y los espacios laterales estaban prácticamente vacíos, a diferencia de conciertos recientes como el de El Mató a un Policía Motorizado. Aun así, la asistencia superaba el millar de fans. Lo que más me sorprendió del directo fue su duración, que superó los 100 minutos. Aun así, su poderosa capacidad física no desfalleció según pasaban los minutos. Es más, aumentaba progresivamente hasta tal punto que las últimas canciones de la noche, “blues” o “anisuo”, parecían un ejercicio de rave donde la artista no paraba de girar sobre sí misma, mientras su voz se convertía en un torrente de sonidos y silbidos, interpelando continuamente al público para que siguieran bailando y gozando.
El concierto comenzó con un retraso de cerca de 15 minutos, concretamente a las 21:15 de la noche. Tan pronto como salieron sus acompañantes al escenario, los ritmos funk inundaron la sala. La primera canción que nos presentó fue «Tolon», un ejercicio brillante que culminó con un solo de blues por parte de Fatoumata que emocionó al público. Esta misma propuesta la repitió en «Somaw», la siguiente canción. Un tema que trata sobre la familia perdida y, al mismo tiempo, transmite esperanza actuando como celebración de la importancia de los seres queridos.
Su demostración en solitario con la guitarra en ambas canciones fue una auténtica maravilla. Además, no deja de ser importante mencionar que Fatoumata es una de las primeras artistas malinesas en tocar una guitarra eléctrica, algo que no está del todo bien visto en el Sahel. Algo similar ocurre con el grupo Les Filles de Illighadad, aunque en este caso, el conjunto es de Níger.
A pesar de la duración del concierto, el setlist solo estuvo compuesto por doce temas, lo que nos dice cómo ella y su equipo se lucían, gozaban y respetaban las partes instrumentales, superando incluso la duración de las canciones en vivo que presenta en su álbum. Otro elemento a mencionar es que durante su actuación solo presentó canciones de su último álbum, dejando en el tintero temas muy reconocidos de su repertorio como «Désole» o «Douha», aunque es cierto que estas canciones corresponden a su colaboración en trabajos de Disclosure (Energy) o Gorillaz (Song Machine Vol.2).
La actuación continuó con «Mogokan» y «Seguen», que mostraron influencias del rock progresivo y recordaron el tipo de música africana que Peter Gabriel ha tocado con Youssou N’Dour en temas como “in Your eyes” . Fue interesante que Diawara, que cantaba en bambara pero hablaba al público en inglés, diera diferentes breves discursos políticos entre varios de los temas, mostrando así su faceta como activista.
El alegre ritmo de reggae de «Sete» desmentía de qué trata la canción: la horrible práctica de la mutilación femenina que está muy extendida en Mali y otras partes de África. Diawara habló sobre la situación: «Incluso si es tarde para nosotras, aún podemos salvar a nuestras hijas». El sonido reggae continuó durante «Dambe», donde se quitó la guitarra y bailó por el escenario, añadiendo ocasionalmente al ritmo tocando un silbato. La única observación que podría mencionar sobre su actuación es que, a diferencia del álbum donde los coros son representados por el Brooklyn Youth Chorus, en este caso, estaban pregrabados y se utilizaron de manera bastante frecuente, especialmente en los momentos de éxtasis. Una pena que no hubiera contado con coristas físicos, aunque sea de manera reducida.
Fatoumata Diawara es uno de esos artistas que pocas veces se encuentran, capaz de desplegar una energía contagiosa que se propaga entre el público. Ya sea por su imponente presencia física en el escenario o por su habilidad para involucrar a la audiencia durante las canciones, al salir del concierto no solo te acompaña una sonrisa, sino también el anhelo tangible de contribuir a cambiar el mundo que hemos heredado. Este fenómeno musical no solo demuestra la capacidad de la música para trascender fronteras físicas y culturales, sino que también subraya lo arbitrarias que son dichas fronteras y lo estrechamente conectados que estamos unos con otros. En este escenario, la música se presenta como una forma de desarrollo político, un recordatorio de que nuestras similitudes superan con creces nuestras diferencias, y que a través de la expresión artística, estamos más cerca de lo que a veces algunos quieren reconocer.