Discos

Grizzly Bear – Veckatimest (Warp)

En el año 2006 un grupo de cuatro chavalines llamados Grizzly Bear sorprendían a muchos con su excelente segundo disco, Yellow House, y su mezcla de pop y experimentación encandilaba a medio mundo y hacía las delicias de aquellos que buscan algo más que melodías resultonas y ritmos simplones. Al año siguiente lanzaban el Friend EP, que no hacía más que confirmar las expectativas. Tres años más tarde, Grizzly Bear regresan con un tercer largo, Veckatimest, en el que se apartan un poco de la senda de la experimentación para abrazar descaradamente un pop de cámara preciosista y barroco y entregar uno de los discos del año.

Los de Brooklyn han trabajado con precisión de orfebre creando melodías delicadas y sonidos cristalinos con una agradable mezcla de belleza y lisergia, de armonía y ruido. Como chicos de un coro indie, han aclarado sus gargantas y han exprimido su inspiración consiguiendo un disco rico, adictivo, detallista y emocionante.

Desde que se abre el álbum con «Southern point», construída alrededor de un estribillo potente y tribal, pasando por la joya de la corona que es «Two weeks», tema antiguo de la banda y el más pop del disco, las canciones se suceden de forma orgánica y natural. Empiezan de manera suave y atrayente para desembocar en un torrente de energía con el que se zambullen en su faceta experimentadora y amplían la paleta de matices del disco.

Veckatimest tiene momentos para los temas oscuros («Dory»), inquietantes («Hold still») o ensoñadores («I live with you») y algunas canciones especialmente brillantes: «Fine for now», por ejemplo, en la que unas voces angelicales nos dan la bienvenida, sólo para sacarnos de la placidez de una melodía sosegada y arrastrarnos por un limo de guitarrazos furiosos. O «Ready, able» donde la melancolía toma la canción y la envuelve en un halo de tristeza, eco y frío. Y «While you wait for the others» que encuentra a unos Grizzly Bear más duros pero igualmente efectivos y, como siempre, puntillosos.

Y ahora, que escribo mientras le doy la enésima escucha al disco, y ojeo de nuevo el libreto (coros invitados, letras intimistas que al final tratan de amor), me doy cuenta de que “Foreground” es una manera perfecta de cerrar el disco: la síntesis de la delicadeza y la exquisitez con la que han tratado Grizzly Bear el sonido en este disco. Un disco que marca la senda por la que debería transcurrir el nuevo pop del siglo XXI.

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