Isobel Campbell & Mark Lanegan – Ballad of the Broken Seas (V2)
Aunque es una afirmación muy recurrente, es cierto que los contrarios se atraen. El mundo de la música no es una excepción a esta regla. Los duetos entre artistas situados en coordenadas (supuestamente) alejadas han funcionado en multitud de ocasiones. Si a esto sumamos la gama de tonalidades que proporciona la dualidad hombre-mujer, el juego se completa. No hay más que recordar ese pasado glorioso –cercano o lejano– donde conviven Serge Gainsbourg y Jane Birkin, Johnny Cash y June Carter, Nick Cave y PJ Harvey (y Kylie Minogue) o Lee Hazlewood y Nancy Sinatra.
Isobel Campbell –ex-Belle and Sebatian y The Gentle Waves– ya prendió la mecha junto a Mark Lanegan en el EP previo –Ramblin’ Man (V2, 2005)–, cuatro temas en los que los respectivos universos de cada músico se acercaban al fuego de composiciones propias –principalmente de Isobel– y ajenas –la titular, original de Hank Williams–. El experimento funcionó y han decidido prolongarlo en el actual Ballad of the Broken Seas, que incluye nueve nuevos temas que se suman a tres de los publicados en el EP –sólo falta la tradicional “St. James Infirmary”–. El peso de la obra lo lleva la escocesa, que ha compuesto y grabado (voz e instrumentos) la mayoría de los temas, añadiéndose, posteriormente, la partes cantadas por Lanegan –la lejanía geográfica obligó a grabar en estudios diferentes–. Así pues, se trata más de un disco de la Campbell con participación de Mark Lanegan que de uno conjunto, como cabría pensar en un primer momento. De todos modos, la voz del norteamericano consigue vampirizar, en buena parte, las composiciones de este notable álbum.
Ecos de la pareja Hazlewood-Sinatra aparecen en la inicial “Deus Ibi Est”, con la voz arenosa de Lanegan en primer plano e Isobel subrayando el estribillo. Los duetos resultan más que convincentes en “The False Husband” –significativo contraste entre los dos: él, secundado por oscuras guitarras, y ella, iluminada por una orquesta de viento y cuerdas–, la preciosa “Ballad of The Broken Seas”, la sentida “Revolver” o “(Do you Wanna) Come Walk With Me?”. Todas ellas exudan un tono acústico –presente en todo el conjunto–, más cercano al folk de la escocesa que al rock de autor del crooner americano. En “Rambin’ Man” aparece el fantasma de Tom Waits –esa instrumentación tan suya–. Se acercan al pop clásico en la pegadiza “How Child What Can I Do?”. Isobel se queda sola en la sensual “Black Mountain”, en la bonita estampa country-folk de “Saturday’s Gone” y en la cuasi-instrumental (y soporífera) “Dusty Wreath”. Para concluir el disco, Mark Lanegan se luce en “The Circus is Leaving Town”, un blues hecho a su medida.
Aunque no sobresaliente, supera con holgura el mero pastiche y, sobre todo, la química funciona.