Kim Lenz and the Jaguars – It’s all true (Riley Records / Buenritmo)
Visto el revival rockabilly que se está produciendo en los últimos tiempos incluso en los medios más comerciales, con Imelda May, Laura B. o la vuelta de Wanda Jackson entre otros (lo de Kitty, Daisy & Lewis personalmente me parece una simple anécdota), era extraño el silencio de Kim Lenz, considerada a finales de la pasada década como la reina del género. La maternidad la apartó del show business hasta que por fin, hace un par de años, grabó en su propio sello Riley Records este It’s all true! que la trae (a ella y a unos renovados Jaguars que incluyen a Mario Cobo de los Nu Niles) de vuelta a la actualidad y también a los escenarios españoles, en una gira que recorrerá la península en la segunda quincena de abril.
“Si Elvis hubiera sido mujer, probablemente habría sonado como Kim Lenz”, escribió alguien, no hace mucho, en la edición norteamericana de la revista Rolling Stone. Los periodistas musicales, siempre tan exagerados y tan dados a comparaciones, muchas veces inútiles. ¿Queréis otra, posiblemente igual de inútil, pero de mi cosecha? Chris Isaak. No me cuesta nada imaginar “Touch me”, la canción que abre el disco, interpretada por un primer y crepuscular Chris Isaak a quien alguien le hubiese despojado de sus tics más ochenteros. A partir de ahí se inicia una visita guiada a través de una larga lista de sonidos añejos americanos: el country-blues (“That’s the breaks”), el western-swing (“Ramblin’ feeling”, “I’ll tell you when”), el rock’n’roll primitivo (“Know-it-all”, “Shined up and ready to shout”) y sobre todo el rockabilly, que ejerce como motor propulsor del disco. Piezas como “Zombie for your love” o “Chocolate eyes”, escritas por Kim, no desmerecen al lado de “Speed limit”, un clásico de Tommy Lam recuperado para la ocasión.
Vertebra todo el álbum un sonido clásico y poderoso, en buena parte culpa de la grandiosa banda que acompaña a Kim en la grabación: los espectaculares Jake Erwin (contrabajo) y Scotty Tecce (batería) marcando el ritmo, y el no menos sensacional Nick Curran (a quien descubrimos el año pasado al frente de los Lowlifes) a la guitarra. Todo un tratado de rockabilly que gustará a los que aprecian los sonidos que generaban aquellas tierras en la prehistoria del rock’n’roll.