Lidia Damunt – En el Cementerio Peligroso (Subterfurge Records)
Hace unos pocos meses Lidia Damunt se vio implicada en un agrio, confuso y estéril debate a raíz de un artículo aparecido en el suplemento más enrollado de un periódico de tirada nacional, muy en la onda de la gauche divine, en el que un redactor, quizás fruto de levantarse con el pie izquierdo, arremetía contra la que lo que él llamaba el “lobby indie”. Esta entelequia, afirmaba sin rubor alguno, era la responsable de situar a la señorita Damunt en las listas de ventas y perpetuar su ubicuidad en las ondas con semejante disco. Si esto es así, desde aquí aviso a los responsables del lobby que todavía estoy esperando mi cheque aunque no pueda, ni quiera, hablar mal del disco.
Lidia Damunt, cantante y guitarra de los fenomenales Hello Cuca, con su segundo disco en solitario nos recuerda que su presencia en la escena nacional sigue siendo una pequeña joyita que no deberíamos encuadrar en la penúltima avalancha de cantautores, plastas como añadiría el gran Pablo Carbonell, que de un tiempo a esta parte han invadido el ya de por sí sobrecargado panorama patrio. Su último disco sigue la senda del trovador urbano que, armado apenas con una guitarra y, cuando la ocasión lo requiere una armónica o algunos acompañamientos rítmicos o secundarios, todos ellos frutos de una elegante producción deliberadamente añeja, se atreve a contarnos historias sin más fin que pasar un rato agradable y si hay suerte aprender alguna verdad. Esta autosuficiencia instrumental, casi llegando a la categoría de “mujer-orquesta”, nos empuja a prestar atención a lo más elemental de la canción, y con más intensidad hacia las letras de un tono perversamente naïve y engañosamente costumbristas.
Resultaría muy fácil encuadrar a Lidia Damunt en la ola del llamado freak folk junto a luminarias del movimiento como Devendra Banhart, Joanna Newsom o Birch Book pero sin entrar a discutir si esto de los llamados géneros tiene algún sentido, nuestra cantante posee demasiada personalidad, recursos propios e influencias eclécticas como para dejarse encasillar tan fácilmente. Su estilo puede ser de cantautor academicista (“El hundimiento del Sirio”), otras veces se inclina por la rotura de estilos (“Guinglin”) e incluso se presta cerrar el disco con un folk-rock fronterizo (“Echo a correr”) que los Calexico o los 16 Horsepower habrían firmado
encantados.
Ignoro si el misterioso lobby es el responsable que me lo haya pasado tan bien escuchando el disco aunque si ellos tienen la culpa entonces empezaré a creer que en Dallas hubo un segundo tirador.