Louis Jordan, el Rey del Jump Blues
Que comente ahora o calle para siempre quien no haya intentado aprender a bailar swing, al menos una vez, en lo que llevamos de siglo. ¡Hipsters! ¡Qué sois un hipster! Sin juzgar. Me incluyo. Insultos aparte, el revival de este divertido baile ha incorporado al diccionario de la Real Academia de lo Trendy vocablos como Lindy Hop, Boogie, Charleston y, ya para los de 2º de swing, Jitteburg o Jump blues. Es precisamente de este último, del que quiero marcarme unas líneas.
En la historia los acontecimientos no ocurren de la noche a la mañana como nos cuentan en las escuelas. Uno no se levanta en 1493 y piensa: «Que moderno me siento por fín, menos mal que se ha acabado la Edad Media». Obviamente, esta manera de enseñar tiene sus razones espacio-temporales, pero generan confusión. Esto mismo es aplicable a los géneros musicales. Del swing reinante en los años 30 no pasamos a la explosión del rock´n´roll de los 50 como por arte de magia. Hay unas causas y unas pequeñas evoluciones a la sombra, que desembocan en consecuencias, cambios y rupturas contantes y sonantes. Me quito las gafas de profe de historia y me explico.
Todo esta introchapa viene para presentaros a Louis Jordan, conocido como «el Rey de la Jukebox», título que, aunque merecido y con su por qué, nosotros sustituiremos por «el Rey del Jump Blues«. Durante la década de los 40 fue el artista negro más importante, tanto en las listas de race music como entre los aficionados afroamericanos, siendo además de los primeros negros en hacer crossover, o lo que es lo mismo, triunfar ante la gran audiencia blanca.
Nacido en 1908, sus inicios estuvieron marcados por un favorable entorno musical. Su padre era profesor de música y bandleader. Con él aprendió a tocar el clarinete y el saxofón y entró a formar parte de la formación que dirigía, Rabbit Foot Minstrels, cuando aún era un adolescente. En este periodo es donde desarrolló no solamente su talento musical, sino también el humor y la teatralidad que se requerían para convertirse en un verdadero showman del minstrel. Estas características serán claves en la evolución de su personalidad artística.
En la década de los 30’s, siendo ya músico profesional, se metió de lleno en el mundo del jazz formando parte de ola swing que imperaba en la época. Su punto álgido como miembro de una big band llegaría al formar parte de la agrupación de Chick Webb, uno de los grandes líderes de la era y uno de los mejores bateristas de la historia.
En 1938 llegaría un punto de inflexión. La popularidad y experiencia adquirida propiciaron que Mr.Jordan se lanzase a dirigir su propia agrupación. The Tympany Five fueron creados en el caldo de cultivo del swing, pero con una serie de rasgos que marcaron las diferencias.
Por un lado, las causas circunstanciales de la época. La fuerte crisis de los años 30 provocó que las big bands fuesen cada vez más difíciles de costear. Debido a ello, empezaron a proliferar bandas con menor número de músicos, pero a los que se les exigía la intensidad y el volumen de una big band. Los referidos en ocasiones como «cocktail combos», requerían de un trompetista o saxofonista líder que supiese exprimir la mayor energía posible de sus muchachos. Esta condición potenció otro de los rasgos diferenciales que Louis quería para su banda; el show. La teatralidad, el humor y la simpleza que conectaron con audiencias de toda clase social.
El sexteto que formaban los Tympany Five eran todos excelentes músicos de jazz, infalibles a la hora de tocar riffs de la era swing. Pero destilaban un regusto a blues mucho más intenso que el resto. En palabras del propio Louis Jordan: «Hicimos saltar el blues«.
La combinación del blues urbano acelerado, ritmos firmes, saxos estridentes y entorno festivo fue un bombazo. La energía y colorido de sus actuaciones conectaron con el público de manera inmediata. Entre 1942 y 1951 se sucedieron los hits, uno tras otro, hasta sumar la friolera de 57 canciones en las listas de éxitos (de ahí viene su apodo como Rey de la jukebox). Al menos cuatro de ellos vendieron más de 1 millón de copias. Pero no eran los únicos. Las jump bands se multiplicaron a lo largo de la década, siendo destacables las de Louis Prima, Roy Brown, Big Joe Turner o Wynonie Harris, por nombrar unas pocas.
«I´m gonna leave you on the skirts town», «Ration blues», «Choo Choo Ch’Boggie» o «Let the good times roll», son algunos de los nombres con los que Louis Jordan y su banda allanaban el camino al rock and roll. Pero quizás, la canción que mejor ejemplifica esta transición sea «Caldonia». Grabada en 1945 fue, no en vano, el primer tema al que se le aplicaría el calificativo de rock and roll, descrito por la Billboard Magazine el mismo año.
A continuación, quiero mostrarles un documento muy ilustrativo. En el siguiente vídeo, el propio Louis Jordan parece asombrado de lo que escucha, como queriendo decir: «Hey, ¿pero qué estás haciendo? ¿No será lo que estás tocando eso que llamarán rock´n´roll y cambiará el mundo? Simplemente insuperable.
La importancia de géneros como el jump blues o el rhythm and blues son capitales en la formación del rock and roll. No solamente el elemento puramente musical sino también en el formato. Las bandas fueron reducidas de tamaño y se empezaron a incorporar instrumentos que serán indispensables en el nuevo estilo. En este sentido, nuestro protagonista fue uno de los pioneros en el uso de guitarras y órganos eléctricos, que por aquella época eran aún minoritarios.
Paradójicamente, el comienzo del declive de la carrera de Louis Jordan comenzaría con el advenimiento del nuevo y vibrante género que ayudó a moldear. La constatación de este hecho es lo que otorga tanta importancia a sus logros, sin dejar de ser una consecuencia inevitable en la evolución de toda creación artística. Su influencia es palpable tanto en su música como en la huella indeleble que dejó en las siguientes generaciones. Artistas como Chuck Berry, Ray Charles, Bill Halley o James Brown, quien siempre ha reconocido a Jordan como su máxima influencia.