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Maronda – Canciones de Vino y Siembra (Autoeditado)

Quizá las circunstancias así lo pedían, sí. Un ejercicio de recapitulación, un cambio profundo. La catarsis suele ser sanadora y aquí la sanación era esencial. No sólo el tiempo lo cura todo, también la reconversión. Aquí han intervenido ambas cosas. Y es que definir los cuatro años transcurridos entre Patrones de Fuerza (2017), el último disco de canciones inéditas de Maronda y el que va a ocupar estas líneas, mediante la palabra «odisea», es quedarse corto.

A lo largo de todo ese tiempo -mucho, teniendo en cuenta el ritmo de edición que la banda formada por Pablo Maronda y Marc Greenwood (La Habitación Roja) solía llevar- no sólo el bicho que todos conocemos y lamentamos ha jugado su papel a la hora de dilatar las cosas, también los dos infartos cerebrales sufridos por el primero, cantante y principal compositor del proyecto, obligaron a que el ritmo de trabajo pasase, metafóricamente hablando, del hardcore a la balada.

Es por eso que ahora esta colección de canciones acústicas, cristalinas y apaciguantes titulada Canciones De Vino Y Siembra parece tan pertinente. Llega además muy poco después de la publicación de Insólito Vergel, una magnífica colección de rarezas que la banda tenía guardadas -de ahí lo de la recapitulación- y supone un giro de timón totalmente inesperado -de ahí lo del cambio- que aparenta ser consecuencia de las circunstancias especiales que precedieron a su publicación (por cierto, de nuevo y lamentablemente, sin edición física).

Pero no todo es siempre lo que parece. Este disco ya estaba pensado, en su mayoría, antes de que mermara la salud de Pablo. Se trataba de un proyecto paralelo llamado Biarritz, en el que pretendía huir de los artificios pop que poblaban las producciones de la banda. Intentar mantenerse puro y simple, que las canciones respiraran y hablasen por sí mismas sin necesidad de mucho más que guitarra y voz. Algo realmente difícil para cualquier otro, pero tratándose de un compositor tan brillante, un ejercicio de desnudez que se antojaba hasta necesario.

Y es que esta embriagadora colección de diez canciones que con alguna adenda respecto a la inicial tanda pensada para Biarritz ha llegado finalmente a nuestros oídos bajo el nombre de la banda, significando además un radical cambio de estilo, no podría ser más refrescante, más sanadora. Porque todos, además de sus autores, necesitamos quizá algo así. Música simplemente bella, alejada de referencias, evocadora y a corazón abierto que nos haga mirar a otro lado, si no con esperanza, sí al menos con ensoñación.

Es sin duda el efecto que produce algo tan refrescante como “Diez días sobrio”, un extraño cruce entre el primer Julio Iglesias y Nilsson, que pese a las diferencias sonoras y rítmicas puede encuadrarse perfectamente junto a lo mejor del enorme cancionero que ha conseguido aglutinar esta banda, que cuenta en su haber con clásicos de la talla de “Volverás”, “Cambiada” o “El jardín de la prosperidad” y que ha sido capaz de algo que sólo los verdaderamente grandes son capaces: reinventarse sin perder identidad. De forma elegante, sin despeinarse, alumbrando canciones tan sublimes como “La vendedora de yesca”, “Nueces y castañas” o “Este pan que yo parto”, cantada por Greenwood, que convierten este en un órdago extraño.

Extraño porque hay, realmente, mucha distancia entre lo que hacían antes y esto y sin embargo, no da la impresión de que vayan a perder ni uno sólo de los seguidores que, a base del secreto a voces, habían conseguido reunir todos estos años. Hay una extraña lógica en este paso de gigante, esta pequeña obra maestra que han publicado de forma humilde, sin sello, vinilo, gira, ni casi promoción que la acompañe y que se antoja como una resurrección heroica de quien cayó al pozo y salió de él más sabio, mucho más fuerte. A ellos, se nota, les da completamente igual si les escuchan o no, si les ponen en listas, si les piden de rodillas encabezar festivales o simplemente les ignoran, han hecho exactamente lo que querían hacer. Lo que les ha salido de las narices. Lo que tenían que hacer. Y les ha salido un monumento.

Escucha Maronda – Canciones de Vino y Siembra

2 comentarios en «Maronda – Canciones de Vino y Siembra (Autoeditado)»

  • Es un disco lúcido, precioso, punzante, te hace sentir vivo y comprendes a Pablo, te imaginas lo que ha pasado a través de ciertas frases (como cuando hace referencia a su àngel de la guarda muerto). Una obra maestra, muy recomendable. Imprescindible.

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