Entrevistas

Matmos

Si no funciona, no lo hacemos


 
 
Pocos nombres en el arte sonoro son tan grandes y fácilmente reconocibles como Matmos; gracias a esa famosa referencia de haber sido responsables de una época en la carrera de Björk que la puso como la real vanguardia musical, Martin Schmidt y Drew Daniel gozan de un estatus de culto y distinción poco común en la experimentación electrónica
 
Como parte del Sónar, Matmos regresa a España en lo que será sin duda un introspectivo recital en que se ejemplificará que es su complejo trasfondo intelectual y ejecución de texturas en vivo lo que los ha puesto y mantenido en el pedestal de avanzada que hoy gozan.
 
¿Por qué mudaron el proyecto a Thrill Jockey?
 
Martin: Bueno, porque Matador nos corrió… pero bueno, hay algo lindo en tener gente cerca cuando la necesitas, me refiero al mismo país.
 
Drew: Cuanto estás de gira es muy importante tener alguien a quién acudir de manera inmediata. Creo que también porque Thrill Jockey tiene tal catalogo que va desde Oval a Liturgy y Daniel Higgs, que es una disquera que no nos encasilla en un sonido o una serie de bandas similares.
 
Thrill Jockey es lo opuesto a lo que una persona esperaría de una disquera, cuando quieren ser asociados con grandes nombres, pero yo siempre he querido que sea algo más flexible por lo impredecible de nuestro sonido.
 
¿Cómo surgió la idea de hacer un álbum no solo inspirado, sino construido a base de experimentos telequinéticos?
 
Drew: Para la creación de «The Marriage of True Minds» comencé al leer sobre experimentos en visión, en que aíslan la cabeza de los pacientes y los hacen ver a una superficie blanca por 12 a 20 horas y comienzan a alucinar colores y formas que no estaban ahí; mientras más leía me enteraba de un contexto en parasicología y E.S.P. (Percepción Extra-Sensorial).
 
Recientemente nos habíamos mudado a Baltimore y fuimos a un show de Dominique Leone y Maryclare Brztywa, quienes terminaron quedándose en nuestra casa. Aprovechamos la visita para probar un par de experimentos a los que usualmente se negarían -¡No le dirían que no al anfitrión!-, estas primeras pruebas con amigos fueron muy intensas para mi, al intentar transmitir cosas con mi mente a la de otros, sentí inmediatamente una gran conexión que no esperaba. Pensaba que sería un vil chiste de intelectuales.
 
Martin: De hecho probamos estas ideas para comprobar que realmente funcionarían antes de volverlas un álbum; en esta perspectiva creo que tenemos mayores libertades que artistas un poco más convencionales -al menos artistas que sí reciben dinero-, porque los artistas que reciben el dinero de anticipo, tienen que hacer el arte que prometieron, pero nosotros podemos probar estas cosas libremente porque si no funcionan, no las hacemos.
 
Drew: Procuramos no anunciar algún concepto por la facilidad con el que va cambiando, y nosotros adaptándonos a él por sí funciona o no. Siempre hay un periodo largo de experimentación, y no nos comprometemos a un álbum o a la forma de uno al menos hasta que sentimos que estamos yendo a algún lado.
 
Hubo muchos momentos de duda, en sí el concepto realmente funcionaría como música. Gran reto de Martin hacia mi ya que fue todo mi idea.
 

 
¿Has tenido experiencias o acercamientos aparte al ESP?
 
Drew: Creo que seguido, cuando doy clases -soy un profesor, por cierto-, y veo un poema y me meto a una sala y quiero que los estudiantes vean las cosas como yo las veo pero no les quiero decir les pregunto «¿qué notan sobre esto?» y pienso intensamente y de alguna manera es un experimento muy malo de telepatía.
 
Quiero que sientan lo que yo siento ¡maldita sea! Y al final rio un poco pero luego me lleva a pensar en cómo uno siente mucho de la música dentro de sí mismo y espera que el escucha lo entienda pero ¿cómo puedes estar seguro que lo entenderá?
 
¿Podrían señalar o recordar su más grande experimento fallido?
 
Martin: Oh claro, tuvimos esta idea de hacer un álbum de puro piano, y el fracaso más espectacular fue que tuve está grandiosa idea en que compraríamos un piano, ponerle ruedas y llevarlo al desierto para ser jalado por un camión. Le quitaríamos el pedal y lo llenaríamos de micrófonos por dentro.
 
Compramos un piano, le pusimos llantas, conseguimos el camión, teníamos cuatro cámaras para grabar todo dentro y fuera, salimos al desierto, lo hicimos y, fue muy divertido, algo muy divertido y se veía fantástico y cuando escuchamos las grabaciones, sonaba así: «¡FFFFGGHHH!».
 
Drew: Pensamos que cantaría como un arpa alienígena o algo así, pero sonaba como un aburrido vagón o para el caso pudo haber sido una caja de cartón. No sonaba a nada. Fue una lección sobre cómo a los sonidos no le importa lo visual, ni qué tan genial sea tu concepto. Es un camino totalmente aparte.
 
Martin: Otro aburrido aspecto de ese fracaso fue que -compré otro gran piano-, teníamos un apartamento muy pequeño y tuvimos que dormir debajo de él por un par de años, y nunca pude hacer una buena grabación de piano ¡Nunca! Le puse micrófonos aquí, micrófonos allá y nunca pude hacer que el piano… sonara a un piano.
 
Me di cuenta de un par de cosas: no somos músicos de verdad, no somos ingenieros de estudio de verdad… hicimos un millón de ruidos raros de piano como «BOING» y «ZOINK», pero nunca pude hacer que el jodido piano sonara como un piano. Me puso tan triste que olvidamos toda la idea.
 
Drew: Después de todo eso fue que lanzamos «The Civil War», así que un álbum completo puede crecer de un fracaso, a veces aprendes tus limites o a respetar el proceso. Por eso nos tardamos tanto en lanzar algo, esta última vez nos tardamos cuatro años en hacer uno nuevo. Tenemos un sentimiento de «llegaremos cuando llegaremos». No es producción en serie, aunque me pregunto qué pasaría sí hiciéramos un álbum de manera rápida… ahora es turno de Martin, porque nos tomamos un turno en la creación de conceptos.
 
¿Qué espacios en Baltimore hay para descubrir cosas interesantes en el ámbito musical?
 
Drew: Ah claro, está ahí el Maryland Death Festival con mucho doom y black metal; es una especie de bonus al vivir ahí, puedo ver una gran cantidad de metal, hace un par de años pude ver a Godflesh después de décadas sin que pisaran EEUU ¡Fue muy divertido! Aquellos que siempre han cruzado del metal al industrial y de regreso le deben mucho a Godflesh.
 
Ahora, en tan solo una ciudad hay muchas micro escenas y depende de dónde estés parado al momento. Para mi hay una comunidad muy pequeña de gente en Baltimore, que son músicos de noise pero intentan hacer techno y organizan fiestas centradas en la cultura gay y lesbiana de América donde hacen beats muy raros; ahí es donde escucho música electrónica muy extraña. Será para apenas 15 personas, y es exclusiva pero no de una manera elitista sino algo muy orgánico.
 
Martin: Como diría Momus, «en el futuro la gente no será famosa por 15 minutos, sino por 15 personas»
 
¿Cuándo fue la última vez que salieron en búsqueda de nueva música en clubes y tomaron drogas duras?
 
Martin: ¿Y sentí que había fallido? ¡Ha! Wow, vaya… eso fue en 19…98. La última vez que hice drogas duras fue hace mucho, mucho tiempo.
 
Drew: Yo fui a un festival de noise en West Virginia y tomé salvia y acido, hace tres semanas… en cuanto a bailar toda la noche, pasa seguido en Baltimore porque hay buenos clubes, pero no tanto con drogas sino una cerveza.
 

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