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Mick Harvey + Amanda Acevedo (Sala El Sol) Madrid 18/05/24 

Mick Harvey ha lucido como colaborador, arreglista y productor, sobre todo al amparo de Nick Cave (primero en The Birthday Party y después como parte de The Bad Seeds) y PJ Harvey. Es lo que habitualmente tiende a señalarse como un secundario de lujo, aunque, en realidad, el de Victoria también haya firmado no pocos discos bajo su nombre. El último de ellos es el notable “Five Ways To Say Goodbye” (Mute, 24), publicado hace solo unos días y en el que vuelve a dar cuenta de su buen gusto y elegancia al servicio de las canciones. El australiano ha aprovechado el lanzamiento para protagonizar una gira peninsular de cuatro fechas, que fijaba la penúltima de sus paradas en la madrileña sala El Sol.

Harvey se presentó a la cita acompañado de guitarra y algunos pedales, diseñando efectos, loops y otros trucos de veterano con los que llenar espacio y completar una exposición durante la que no duda en hacer suyas canciones ajenas. Una maniobra en la que resulta determinante la aportación de un cuarteto local de cuerda, encargado (de algún modo) de homogeneizar la hoja de ruta trazada y levantar sobre el escenario ese tipo de arreglo del todo clave, tanto en la obra como en el propio trazo inherente al autor.

Como acertado contrapunto a la voz del protagonista se erige la presencia intermitente de la cantante mexicana Amanda Acevedo, revalorizando las canciones y desempeñando, en efecto, un contraste bien avenido. Entre las escenas álgidas quedaron “Heaven’s Gate”, “When We Were Beautiful & Young”, “Milk & Honey” (de Jackson C. Frank), “A Suitcase In Berlin” y un último tramo de empaque concluyente que incluyó “The Art of Darkness”, “We Had An Island”, “Setting You Free” y el “Bonnie & Clyde” de Serge Gainsbourg.

Puede que lo de Mick Harvey en Madrid no derivase en un concierto deslumbrante ni específicamente vistoso, pero dejó a su paso uno bueno y bonito, de agradecido realismo e incuestionable interés, con momentos álgidos y otros (por qué no decirlo) algo marcianos, como esa versión bilingüe del “Unicornio” de Silvio Rodríguez mutado en “The Blue Unicorn” o la apropiación del “Al Alba” de Luis Eduardo Aute. Una velada, en cualquier caso, sobradamente atractiva y del todo justificada, de tintes cinematográficos sitos en algún punto intermedio entre David Lynch y Wim Wenders que, tras hora y media, finalizó con la aprobación general de un público tan satisfecho como quizá algo perplejo ante (o gracias a) las especificidades del espectáculo.

Fotos Mick Harvey: Irene Gimeno

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