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MONO + A.A. Williams (Sala Mon) Madrid 08/09/22

Si mañana amaneciese y me dijeran que no podría volver a escuchar música nunca más, preferiría morir en ese preciso instante. Es esa verdad tan demoledora y sentida en mis entrañas la que han forjado bandas como MONO y discos como su Hymn to the Immortal Wind (09). Asistir a un concierto suyo es una experiencia purificadora y catártica, y este jueves me disponía a experimentarla por cuarta vez en mi vida.

La encargada de abrir la noche fue A.A. Williams, artista que milita en la liga de damas del dark folk, sin duda en uno de sus puestos más destacados junto a diosas de la talla de Chelsea Wolfe o Emma Ruth Rundle. Dentro de muy poco publicará su esperado nuevo trabajo, As the moon rests (22), del que ya hemos podido escuchar algún adelanto.

Vino acompañada de una banda solvente y discreta. Por desgracia, no contó con una sonorización al nivel del que merece su propuesta, con la voz ahogada por la batería y el piano sonando muy bajo –al menos lo experimentado en las primeras filas, por lo que me comentaron en la parte de atrás de la sala se escuchó mucho mejor-. Aun así, el calor narcótico y susurrado de sus canciones caló en nuestro interior, en especial el cierre majestuoso con “Melt”, una de las canciones más bellas y tristes escritas en los últimos años, pieza angular de su buenísimo Forever Blue (20).

Poco importa que Pilgrimage of the Soul (21) sea un disco irregular, o que la salida de Yasunori Takada del puesto de batería para ser sustituido por Dahm Majuri Cipolla en 2018 haya hecho perder algún que otro matiz sutil en favor de mayor contundencia a nivel percusivo. Uno sabe que cuando va a ver a MONO en directo el teletransporte emocional y la trascendencia del momento van a ser inolvidables.

Es probable que haber creado una obra maestra inapelable del rock instrumental en conjunción con el neo-clásico como lo es Hymn to the immortal wind sea una especie de maldición, ya que el artista sabe que jamás va a igualar algo que les tendrá para siempre en el olimpo de dioses con apariencia humana. Disco a disco continúan intentando dar lo mejor de ellos mismos reconociendo implícitamente ese imposible, algo así como cuando uno ha conocido la felicidad más auténtica y real, sabiendo –o mejor, descubriendo- que la mayor rémora existencial es la resaca de quien ha sido feliz, o que la vida será ya por siempre una concatenación de sucedáneos hasta desaparecer de este mundo.

Preocupados por sonar al nivel de su sonido sobrenatural, los músicos salieron antes de comenzar el directo a afinar y preparar todos sus instrumentos adecuadamente, es cierto que eso hace perder cierto halo a las bandas antes de su salida a escena, pero en casos como éste y frente al peligro experimentado antes con A.A. Williams, se convierte en algo casi esencial.

Y bendita decisión. Pocas veces he visto sonar una banda en la Sala Mon como a MONO ayer; un sonido limpio, solemne y bonito, ese adjetivo casi desterrado del planeta a día de hoy, impregnó el aire que respirábamos desde el primer segundo.

Sabíamos que era inevitable un repaso de su reciente obra, algo que llega a preocupar en propuestas con canciones tan extensas y que puede hacer peligrar la solidez del set-list. Así, “Riptide”, una canción que casi puede sonar paródica de ellos mismos con ese riff agotador, fue el tema que abrió el concierto para dar paso a una buenísima interpretación de “Imperfect things”, con ese falso crescendo tan excelente. La cosa no mejoraba en cuanto repertorio al rescatar dos de las canciones a mi juicio más prescindibles de su oscurísimo Nowhere Now Here (19), el tema titular y “Sorrow”, intercalando en su mitad, ahí sí, el primer momento donde las protagonistas absolutas de sus conciertos irrumpieron por fin, las lágrimas, con la delicadeza y pureza tan dulcemente hirientes de “Innocence”, siendo un auténtico regalo de los cielos que a estas alturas de nuestra existencia, tan cansados, ultrajados y podridos de mentira y de traición, lograra conmovernos de la manera que lo hizo.

Sobre lo acontecido a partir de ese momento, me siento un vulgar humano con un teclado en las manos para intentar definirlo porque no creo que exista palabra alguna para describir lo experimentado. El binomio encadenado de “Halcyon (beautiful days)” (la belleza y la música parecían ser creadas por los Ainur en ese preciso momento) y “Ashes in the snow” (con una ejecución que no podría haber hecho ningún ser mortal nacido en este planeta) fueron un momento que justificaba no sólo estar ahí, sino haber venido al mundo. MONO demostraban de manera palmaria que son unos artistas sobrenaturales, los únicos que a un alma como la mía son capaces de aturdir y glorificar de esa manera a través del arte musical con alguna de sus piezas .

Todavía quedó tiempo para un bis de fuera de este mundo, invitando a A.A. Williams a tocar junto a ellos la preciosa “Exit darkness”, del EP del mismo título que compusieron juntos hace tres años. Otro de los lances más emotivos de la velada. Y para finalizar, me siento completamente inútil para describir el despliegue de arrasador post-rock ortodoxo que supuso el rescate de su primeriza “COM(?)”, quince minutos de viaje infinito del que no hubiéramos querido volver jamás para descubrir que la vida real nunca será suficiente y que, aun así, no cejaríamos ni un segundo de morir por la esperanza de lo contrario.

 

 

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