Entrevistas

Nacho Vegas

Posicionarse ante determinados hechos es para mí un deber moral

A veces dedicarse desde el lado furtivo y precario a esto de escribir sobre música tiene sus recompensas. Y la tiene por cosas como entrevistar a Nacho Vegas.
Como apasionado de su música, no pocas veces he podido dedicarle líneas elogiando virtudes y condenando defectos de su carrera, pero lo que desde luego nunca me ha decepcionado es su posicionamiento inquebrantablemente sincero, lúcido y comprometido.
En esta extensa entrevista, el asturiano me volvió a demostrar todas y cada una de estas consideraciones.
Haciendo retrospectiva sobre tu carrera, Nacho, me da la impresión de que has pasado de tener un estilo narrativo y descriptivo en tus canciones donde parecías no limitar su expansión, a una forma de componer más concreta y precisa hasta llegar a La Zona Sucia (11). ¿Obedece a una necesidad expresiva, artística o es algo coyuntural?
No, en absoluto es algo coyuntural. En alguna entrevista pasada se malinterpretaron mis palabras y daba la sensación de que había hecho canciones más cortas para que “cupiesen” en la edición en vinilo del álbum y obviamente eso es algo absurdo. En estas canciones sentí la necesidad de ser más sintético. La incontinencia es algo que a veces hay que reprimir; yo la admiro en algunos artistas, y en muchas ocasiones he sentido una pulsión que me empujaba a ella sin remedio, pero a la vez siempre creí que debía despojar a las canciones de todo aquello que no fuera necesario. Cuando escucho discos suelo advertir mucho más las cosas que sobran que las que faltan, y me pasa con los míos también. Coge a Daniel Johnston, por ejemplo. Lo que hace que sea un escritor de canciones tan genial es su sencillez, lo arrebatadoras que resultan esas canciones solo con su voz y un acompañamiento mínimo. Pero claro, llegar a ese grado de sencillez requiere un talento que no todos tenemos.
Vivimos tiempos convulsos, qué duda cabe. ¿Consideras que el compromiso social o la ideología en el artista son algo fundamental?
Desde luego, no entiendo la música sin que haya un grado de compromiso con la realidad, con el mundo en el que vives. No estoy hablando de algo explícitamente político; ese compromiso se puede percibir en el rocanrol primitivo, en la rumba festiva, en el jazz o en la cumbia. Lo que mata a la música es el desapego con la realidad. Eso ha pasado mucho en el mundo del pop: artistas que han dejado de hacer cosas interesantes cuando tienen éxito, alcanzan la fama y se recluyen en su torre de marfil, cuando pierden contacto con el mundo real. Mike Leigh decía que un director de cine nunca debería dejar de coger el metro, y eso es algo también aplicable para los que hacemos canciones.
Al hilo de esta cuestión, admiro tu valentía y arrojo al posicionarte de una determinada forma ante determinados hechos. ¿Es algo que echas de menos en compañeros de profesión? ¿Te irrita el tono inocuo de la mayor parte de los factores artísticos que, a mi juicio, actualmente presenta la escena musical?
Un poco sí, la verdad… Posicionarse es para mí un deber moral, y no creo que haya nada de valentía en ello. Quiero pensar que las cosas están cambiando, pero hace años la situación era más bien deprimente. El indie fue muy excitante al principio porque se creó una escena de la nada con grupos, sellos, fanzines, etcétera, que no tenían cabida en la gran industria. Pero después vino a ser la voz de una clase media muy desmovilizada y reaccionaria, aferrada a esa actitud tan cínica hacia todo, algo que aún veo en mucha gente, ese sarcasmo idiota tan condescendiente… Uf, eso sí que me cansa mucho. No hubo una alternativa al mainstream realmente crítica y eso es una pena, porque fueron años en los que nos iban echando poco a poco paladas de esta basura neoliberal en la que ahora estamos metidos hasta el cuello sin que apenas hubiera protestas. Hubo excepciones, claro, como el colectivo Ladinamo, en el que estaba involucrada gente relacionada con la escena indie y que supuso un foco cultural de resistencia activa desde la izquierda, del que hoy siguen saliendo muchas propuestas interesantes.
¿Hasta qué punto a Nacho Vegas como público la persona que hay detrás de una manifestación artística, el hecho de que sea un canalla o un ser despreciable, puede influirle en la apreciación y la posterior valoración de su obra? ¿Es posible abstraerse de ello? ¿Es moralmente aceptable?
A veces es difícil abstraerse de ese culto a la personalidad que rodea al mundo del arte en general y que es bastante estúpido, pero cada uno debe saber minimizarlo. A mí por ejemplo me gustan las novelas de James Ellroy pero él me parece un personaje repugnante. No sé cuánto habrá de impostura en ello pero no tengo el mínimo interés en averiguarlo. Uno de mis escritores favoritos es Pessoa, que era de derechas, y también lo eran Céline o Dámaso Alonso. Pero todos ellos lanzan una mirada muy crítica al mundo y revelan cosas de él. Lo que no tolero es el inmovilismo. En la música, por ejemplo, esas canciones planas que no me dicen nada sobre la vida, sobre mi vida. Eso que cantaban los Smiths en “Panic”…
¿Eres mitómano? ¿Entiendes que parte de tu audiencia llegue a mitificarte de forma solemne o sarcástica? ¿Qué sensación te causa?
Yo creo que la excesiva mitificación mata al arte, pero hay una cosa buena que tiene la cultura popular, o la del rock en particular, y es que crea mitos que se vienen abajo con mucha facilidad porque tienen mucho de ridículo. Es algo paradójico. Yo soy bastante mitómano, pero me encanta leer libros sobre, por ejemplo, el Nueva York de los 60, la época de la Factory y todo aquello, y comprobar que todo era bastante miserable y absurdo. Y sin embargo precisamente por eso no deja de fascinarme. Es un poco como ese lema de “kill your idols”…
Anteriormente has coqueteado con vías expresivas tales como los relatos cortos, llegando a publicarlos o a participar en filmaciones como la de El fulgor de Ramón Lluis Bande. ¿Has pensado en repetir alguna de estas experiencias? Hablando del escritor Ramón Lluis Bande, ¿habéis pensando en resucitar el proyecto Diariu?
Bueno, sigo escribiendo de forma paralela a las canciones pero es algo que requiere otro tipo de disciplina y de orden así que… no sé, tengo algo en proceso pero de momento no puedo decir mucho. Ramón Lluís es un gran amigo mío y seguimos colaborando de cuando en cuando de diferentes maneras. Ahora mismo está en marcha una serie de retratos audiovisuales llamada (ende) que está llevando a cabo con Luis Argeo, otro realizador asturiano, y yo he colaborado con algunos fragmentos musicales. La primera parte de esta serie se acaba de estrenar en LABoral, en Gijón. Es difícil de explicar en pocas palabras, pero se lo recomiendo a cualquiera; se trata de un recorrido por todo el litoral asturiano en el que van tomando la palabra hombres y mujeres que se van encontrando por el camino. Además, Ramón Lluís siempre está ideando cosas y sí que hemos hablado de hacer algo parecido a El fulgor, pero ahora mismo mi relación con las cámaras es más bien de antipatía mutua, así que de momento no lo veo…
La defensa de la lengua como patrimonio cultural y factor de identidad de un pueblo creo que es algo también crucial en estos tiempos globalizadores tan peligrosos. Supongo que parte de eso late tras la existencia de Diariu o más recientemente de Lucas 15 junto a Xel Pereda. ¿Habrá una pronta continuación a este proyecto más reciente?
Bueno, algo de militancia es inevitable cuando se trata de usar el asturiano, porque la condescendencia, cuando no directamente el desprecio, que los políticos que gobiernan en Asturies muestran hacia la llingua está consiguiendo que poco a poco desaparezca totalmente de los núcleos urbanos. Así que en cierto modo se trata de una actitud de resistencia, y de demostrar que el asturiano sigue vivo en la cultura y en la tradición. Xel acaba de grabar “Soledá”, una adaptación preciosa de un poema de Mánfer de la Llera, y sí, más tarde o más temprano supongo que habrá una continuación de Lucas 15.
Hablando ahora sobre alguna de las bandas en las que has militado, ¿cómo recuerdas tus días en Manta Ray? ¿Ves posible una reunión puntual, es algo que te gustaría?
Fue una época muy excitante, porque el recibimiento del primer disco nos sorprendió a todos y prácticamente de un día para otro empezamos a tocar fuera de Asturias, y compartimos escenario con muchos de los que hoy siguen siendo muy buenos amigos, como la gente de El Niño Gusano o Mercromina. Pero en realidad yo estuve en los dos primeros álbumes y la trayectoria de Manta Ray fue después mucho más larga y fructífera, así que si se llegaran a reunir sería más bien cosa de ellos cuatro.
Tu paso por Migala y aportación a discos como Arde, ¿hasta qué punto fue una experiencia que enriqueció tu carrera?
Fue importante, claro, hacer discos y giras es siempre un trabajo colectivo en el que tienes que dar y recibir, y de todos los que formaban Migala aprendí mucho, y además estaban en un momento magnífico. Pero fue un poco extraño volver a la disciplina de una banda, y por eso fue breve. Migala era un grupo de personas con muchas cosas en común pero a la vez muy heterogéneo, y eso trae consigo resultados estupendos pero también muchas complicaciones.
Siempre te ha gustado compartir aventuras artísticas con otros compañeros como con Enrique Bunbury o Chirstina Rosenvinge. Aparte de ese intento no concretado que comentaste por encima de hacer algo con Calamaro tiempo ha, ¿tienes idea de repetir esta experiencia con alguien en concreto? En caso de poder hacerlo con algún artista fuera de España, ¿quién te haría más ilusión?
Sí, cuando haces música ya te digo que compartir es algo muy importante, pero para hacer colaboraciones tan profundas como las que hice con Enrique o Christina se tiene que producir un encuentro y ver si salta la chispa. No es algo que se pueda planificar previamente, así que prefiero no decir nombres… Ahora mismo estoy involucrado en Fundación Robo, que es una plataforma colectiva de la que está resultando una experiencia muy chula.
El fetichismo que aún sentimos algunos por el formato en el arte y la música en concreto, ¿crees que sobrevivirá a la futilidad del aquí y ahora al apreciarse en estos días el arte como una forma más de consumo rápida e inmediata?
Está claro que existe una gran industria del ocio y el entretenimiento que se alimenta de una buena parte del arte, pero hay otra parte importante de la cultura popular que siempre ha sido un foco de resistencia y hay que saber preservar eso. En el mundo de la música ahora vemos cómo las grandes multinacionales y grupos de comunicación que copaban el mercado están cada vez más débiles, y eso debe ser algo positivo a la hora de visibilizar otro tipo de cultura más libre, crítica y vocacional. Pero tampoco podemos obviar que dentro de los nuevos canales de difusión que ofrece internet también está el mercado, con otras caras, pero igual de depredador, y hay que saber protegerse contra eso, aunque todavía nadie ha dado con la solución. Yo también soy bastante fetichista, y me gustaría que no se perdiera ese romanticismo que caracteriza la forma de trabajar de algunos sellos, bandas, medios, etc. Pero no hay que aferrarse demasiado a ello, la verdadera resistencia está en el activismo.
Me interesa mucho la barrera que labras entre la persona y el personaje en tus canciones. Sabes muy bien mezclarlos y conseguir la distancia adecuada para universalizar el mensaje y hacerla adscribible a cualquier oyente. ¿Cómo se consigue encontrar dicho punto equidistante? ¿te parece más difícil escribir canciones abiertamente autobiográficas o crear personajes de situaciones fuera de ti para describir conflictos personales?
A veces estoy diciendo más de mismo cuando escribo en tercera persona que en primera; lo importante es buscar diferentes distanciamientos y perspectivas que te proporcionen una amplitud de miras que es la que hace que una canción logre ser expresiva y pueda hablar de algo común a todos nosotros. Lo importante no es en ningún caso lo que sucede en mi vida, sino lo que revela mi mirada al mundo que tengo enfrente. Bueno, enfrente, alrededor y dentro, por todas partes.
Una vez titulé una crónica de un concierto tuyo con el titular “Personajes construyendo personas”. ¿Estás de acuerdo en esta apreciación? ¿son nuestros propios embustes, máscaras y roles buscados o forzados los que crean en su conjunto a la persona de forma casi involuntaria?
Claro, personaje y persona comparten la misma raíz léxica, y desde el momento en el que nos relacionamos con los demás todos construimos personajes que se nutren de las experiencias propias y ajenas, de las creencias propias y de las ajenas… Es un proceso muy confuso para cualquiera, en fin, de eso se trata la vida. La disonancia cognitiva es algo con lo que tenemos que lidiar continuamente, que da lugar a muchas preguntas sin respuesta y, en el caso de algunos de nosotros, da lugar también a canciones.
La exposición de entrañas en su obra supongo que para cualquier artista es algo delicado. Una parte del público tiende a criticarla o enjuiciarla de forma gratuita en tu caso en no pocas ocasiones. ¿Es algo que te molesta? ¿Buscas con tu nueva escritura esquivar en cierta forma esto, hacerlo de forma más sutil o tangencial?
No, no, yo hablo de mi vida, y eso incluye mi forma de ver la vida. ¿De qué otra cosa podría hablar?
Hace poco leí a Abel Hernández en una entrevista que somos especialmente impresionables a la música que nos impacta entre los 15 y 25 años. Como persona que vivió tu debut Actos Inexplicables (01) justo en la salida de este umbral y siendo un disco que me acompañará siempre, me gustaría, por último, que con una perspectiva de más de diez años me contaras cómo valoras, recuerdas o sientes la etapa en que lo concebiste.
La verdad es que tengo un recuerdo bastante claro, mucho más que de discos posteriores. Escribí todas las canciones en un piso en el que vivía en Cimavilla, el barrio antiguo de Gijón, justo antes de la gran estafa inmobiliaria. Tenía vistas al mar, pagaba 30.000 pesetas de alquiler, y los primeros años el ayuntamiento me daba una ayuda por la mitad. Ahora ya lo han tirado abajo, y hace años que tratan de vender los apartamentos nuevos por una burrada. Cuando paso por allí me acuerdo de estar haciendo las canciones de Actos inexplicables, y buena parte de las de Cajas de música difíciles de parar. De todos modos no tenía un duro, así que al cabo de un par de años se vino a vivir conmigo Jairo, que tocó el bajo en la banda una temporada y que me animó mucho con las canciones del primer disco. Yo en ese momento no tenía ni idea de si iban a llegar a salir en un disco o de si le iban a interesar a alguien, y creo que eso les proporcionó un grado de pureza, por así decirlo, que he tratado de preservar cada vez que escribo una nueva canción.
Como no había tocado apenas en directo, en la grabación canté como lo hacía en mi casa, como para mí mismo, y eso hace que deteste mi voz en todo el disco. Creo que uno debe cantar con la intención de hacerse oír, aun en las canciones más íntimas. Paco Loco me ayudó mucho, por supuesto, pero como no tenía banda fija grabamos pista a pista, lo que hace que las canciones no fluyan bien, que me suene un poco desapasionado. Después de este disco ya tenía formada una banda y siempre he grabado las bases en directo. Pero ahí estaba Manu, a la batería, que ha seguido conmigo hasta hoy.

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