Nacho Vegas (Teatro Nuevo Alcalá) Madrid 24/10/2020
En estos tiempos extraños de mascarilla y zozobra que nos ha tocado vivir, poder olvidar durante un rato la odiosa nueva normalidad volviendo a la antigua, es un bálsamo que nos permite seguir adelante con un prisma diferente. Fue apenas hora y media la que pudimos reencontrarnos con Nacho Vegas y sus canciones, pero lo degustamos y saboreamos como la última cena del reo que espera su inevitable final en la silla eléctrica… Quizá una comparación algo exagerada, pero permítanme la licencia dada la ingente sobreinformación pandémica, la crisis que asoma y la irresponsable gresca política que nos hace afilar la navaja cada día.
Ver el Teatro Nuevo Alcalá todo lo lleno que permitía su restringido aforo y volver a sentir el latido que produce la admiración hacia un artista, es una plácida sensación que ciertamente agradecimos los cientos de personas que allí nos congregamos. No estaba el guitarrista Joseba Irazoki que había dado positivo en una PCR poco antes de esta pequeña gira, ni Abraham Boba a los teclados, aunque se encontraba entre el público. Los que sí estaban eran Luis Rodríguez al bajo y César Verdú en las sombras, al igual que la guitarra de Hans Laguna, la batería de Manu Molina o el apoyo adicional a las seis cuerdas de Pablo Pérez, sin olvidar las canciones. Esas canciones que desde hace dos décadas han hecho del asturiano ese artista fundamental, el apasionado y el comprometido, como diría mi compañero Raúl del Olmo, un primer Nacho Vegas cuyo discurso musical giraba en torno a «yo» o el Nacho Vegas más actual, cuyo discurso musical gira en torno al «nosotros». Con ambos Nachos nos reencontramos en una noche en la que la excusa era presentar el recopilatorio y cierre de una etapa Oro, salitre y carbón (10 años de marxophonismo, 2011-2020).
El concierto no transitó solo por esta última década, sino que tuvo paradas en buena parte de su discografía trazando un recorrido emocionante que arrancando con «Cuando te canses de mi», nos trajo la versión asturiana de su “Luz de Agosto en Gijón” y a las primeras de cambio, nos descolocó con ese himno de resistencia tan aplicable a nuestro tiempo que es «Nuevos planes, idénticas estrategias». El reciente Violética (2018) asomó pronto con la bonita «Desborde», dedicada a todas las madrileñas y los madrileños que allí nos reuníamos, que poco después volvimos a sentir lo que era «Ser Árbol» al disfrutar de ese delicado tema.
La versión de «Arriba Quemando el Sol» de Violeta Parra adquirió un sorprendente ropaje a lo «All Tomorrows Parties» que la realzó en directo, así como la hasta hace poco inédita «Fabulación», que sonó más afilada y contundente que en su toma original. También llegó «Brujita», de la que Vegas confesó que era una de las pocas canciones de amor de su repertorio y poco después volvió a recordarnos eso de que «en toda España solo suena un crac”… verdades como puños sobre este país de trinque, banqueros y chorizos, que por desgracia ya nos pillan anestesiados.
Otra sorpresa fue el rescate de su relectura del «Fare thee well, Miss Carrusel» de Townes Van Zandt en la ya lejana «Que te vaya bien Miss Carrusel», un Van Zandt que volvió a aparecer en la letra de la sentidísima «La pena o la nada», que se convirtió en el momento más descarnado de la noche («y entre el dolor y la nada, elegí el dolor»), con permiso de esa obra maestra llamada «Ocho y medio» que enmudeció la platea e hizo que sus siete minutos se convirtieran en una gozosa eternidad. Con la inapelable «La gran broma final» se cerraban 90 minutos de magia en los que pudimos volver a revivir esa sensación inigualable que produce la música en directo. Gracias, Nacho.
Bonita crónica. Me habéis puesto los dientes muy largos
Ocho y medio. MUERO!
Preciosa crónica, un buen reflejo de lo que se vivió ayer en el Teatro Nuevo Alcalá.
Las canciones nuevas sonaron genial pero me dio la sensación de que el concierto estuvo a años luz de los de la gira de Violética. Con el repertorio que toca es imposible hacer un mal concierto, eso sí.
Y La pena o la nada vale por sí misma el precio de la entrada.
Concierto maravilloso, quizá un poco corto, pero todo un gusto en tiempos como estos como bien decís. También os digo que me agobié un poco, me daba la sensación de que éramos demasiados allí. La paranoia que ya tenemos todos. Me faltó Michi Panero, hubiera sido una bonita guinda
Buen concierto pero corto.
Sin duda un repertorio sentido, cargado de dolor y angustia y, a la vez, arrojando un poco de luz al final… Una pena haber perdido el concierto.
Suerte tener este tipo de crónicas que os acercan a vivirlo.
Ocho y medio, los pelos como escarpias!
Con la Levy no!! Con la Levy no!! Con la Levy no!!