Najwa – Rat Race (Warner)
La terquedad de algunos artistas por demostrar que aquella barrera eternamente infranqueable del idioma no les supone el menor problema para expresarse puede acarrearles el don del desprejuicio a la vez que el de la inoportunidad. A una voz y una presencia como las de Najwa Nimri, más controvertida por lo que no es que por lo que muestra, ambas cosas le vienen como anillo al dedo.
Tras un par de álbumes en los que decidió cantar en español y «acercarse» (la conexión con un amplio sector de la audiencia nunca ha sido su especialidad) a los canales más convencionales, el nuevo borrón y cuenta nueva de la también actriz consiste en dejar las cosas como estaban al principio, cuando hizo de su debut -el arriesgado y emocionante Carefully– uno de los trabajos más interesantes de aquel ya lejano 2001-, y presentar los nuevos temas bajo el habitual manto de misterio y supuesta excitación ambiental. La parte oscura de toda canción de baile, algo que domina con sus particulares códigos estéticos y un susurro que puede traicionar a veces sus indudables buenas intenciones. En «Dumb, rich, poor» se revela adicta al pop clásico, al que adorna y añade capas electrónicas en «Heroic mood» (todo por el dancefloor) y dota de ritmos pegadizos que enganchan sin remedio, como sucede en «Feed us» o «Dear God», una muestra de house inteligente en la que suenan inesperados coros. Sin embargo, el resumen perfecto del contenido de «Rat race» lo da el intachable single «Pijama» y la pieza que lo bautiza, en la que aparecen, cómo no, las sombras de la personalidad de su autora, que intenta sin conseguirlo adoptar un tono épico nada conveniente a estos presupuestos sonoros.
La impresión general es que en esto de las grabaciones ultramodernas y producciones hechas a base de loops y programaciones es difícil separar el polvo de la paja. Si escuchas «What», por ejemplo, asocias las confusas líneas melódicas a la música industrial de nuevo cuño facturada en la Gran Manzana (no en vano el disco ha sido producido en pleno corazón de New York), e incluso en «Ballerina legs» suenan unos decentes arreglos tribales inducidos, es un suponer, por su nuevo tecladista Didi Gutman, de los magníficos Brazilian Girls; pero luego descubres que «Timeless» carece de alma rítmica y que la atrevida versión de «I´ve seen that face before» debería haberse quedado para siempre en boca de la aguerrida Grace Jones (y eso que intenta dotarla de cierto afrancesamiento). Una sensación de monotonía, de dèjá vu, que te deja el paladar seco y con ganas de más, de algo más. O de otra cosa que no se sabe qué es, porque lo que acabas de escuchar te ha dejado a medias.