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Nudozurdo – Clarividencia (Sonido Muchacho)

Somos bastantes las personas que nos quedamos un poco huérfanas cuando Nudozurdo decidieron separarse. Su actitud siempre incómoda, propia de quien no encaja en los parámetros de la supuesta normalidad establecida, fue su seña de identidad, y la peligrosidad que amenazaba escondida entre las notas de sus canciones, un deleitoso universo intransferible en el que perdernos.

Es por ello que la sorprendente y súbita noticia de su regreso supuso una alegre noticia a finales del año pasado, rubricada con un showcase presentación en el que constatamos que las virtudes de la banda continuaban prácticamente intactas. Tocaba ahora la prueba definitiva y más valiente: la de enfrentarse a un nuevo disco que sumar a una carrera que, siendo justos, no conocía falla destacable y que, paso a paso, fue constante en su capacidad de mantener su esencia ofreciendo cada vez algo nuevo, cosa que no es precisamente fácil.

Clarividencia, su renacimiento, se presenta en diversos formatos, físicos y digitales, que oscilan entre las ocho canciones de su edición digital a las ocho del vinilo a las que sumar las dos incluidas en un single regalo, “La bruja” y “Angel Genetics”, el buenísimo primer adelanto que lo precedía, el cual Leo Mateos nos comentaba en una entrevista para estas mismas páginas, pertenecía a las sesiones de Tara Motor Hembra (2011), habiendo recibido para la ocasión un nuevo tratamiento, siendo ese total de diez temas los que aparecen en el cedé.

En una época narcotizada por la inmediatez y la velocidad, es de ley decir que nos encontramos frente a un trabajo que merece ser tratado con tacto por parte del oyente. Nudozurdo han construido -premeditamente, pienso- un disco de largo recorrido que merece las suficientes escuchas para desentramar su tonalidad definitivamente atmosférica y rica en texturas, alejado en buena medida de la tensión y la violencia inmediata de su debut homónimo Nudozurdo (2002), o del descarnado tratamiento de su cima para quien les escribe, Tara Motor Hembra (2011). Podría asimilarse más en cuanto a sonido a su disco más celebrado, Sintética (2008), en tanto en cuanto dicho sonido adquiere un cariz más universal, menos afilado y amenazante, si bien las canciones, lejos de ser de fácil digestión, se enmarañan a través de una belleza difusa y extraña.

Y es que es precisamente ese difícil equilibrio, ese malabarismo compositivo entre sonoridad más accesible y canciones más intrincadas el acierto maestro y encanto subyugante de Clarividencia. Todo lo contrario a lo que supuso, por comparación Voyeur Amateur (2017), una obra que muy posiblemente contuviera algunas de las mejores canciones de su repertorio jamás escritas, pero que una producción del todo aséptica e impersonal les impedía resplandecer como merecían.

Los puntales sobre los que se erige su nueva cosecha son dos columnas robustas: por un lado, unos desarrollos instrumentales misteriosos e hipnóticos, como los que encontramos en temas como “Lo que ocultan las arizónicas” o la maravillosa “La isla del Diablo”, sin duda EL TEMA mayúsculo del lote para servidor;  y por otro, la lírica de Leo Mateos, tan personal como acostumbra, pero que en esta ocasión no recurre tanto a esas imágenes simbólicas tan potentes y sensitivas, optando por dibujar personajes e ideas más brumosas y sutiles.

Por supuesto, también encontramos  pasajes reconocibles en cuanto a su faceta más opresiva y peligrosa como los que ofrece la crispada “Elvira / Santuario Combate” y el extraordinario despliegue expansivo de “Bisontes albinos”, otro tema con olor a clásico. El cierre con “Cripto Mundi” es otra de esas letanías escritas desde la sombra de nuestras vidas, aquella que sólo se aventura a ser hecha luz cuando algo es capaz de borrar su mancha.

Escucha Nudozurdo – Clarividencia

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